Marian.
La mirada de Melissa, era de odio, hasta la piel se me enchino, sentía algo de pena por ella, no me gusta estar envuelta en esto y menos que me tomarán como si yo en verdad me hubiese metido entre ellos dos, cuándo nunca pensé hacerlo, solo sucedió y ya.
—No prestes atención a nada amor, seremos juzgados, pero lo importante es que nos amamos y sabemos que fue lo que ocurrió entre nosotros, ¿no es así?
—No me dejo llevar por el qué dirán, Carlos, si lo hiciera ya estaría traumada por ello.
—Te amo —dice con media sonrisa.
—Y yo te amo más —antes de subir al auto nos damos un beso apasionado.
Al llegar a la oficina me quedo en mi puesto mientras, Carlos, va a su oficina.
En la tarde regresamos a su apartamento, tomamos la cena y luego lo veo tomar papeles tras papeles, supongo que son los documentos para la reunión de mañana, es increíble como este hombre aun después de llegar a su casa siga trabajando.
—Después de tener a los bebés dejarás de trabajar tanto, ¿verdad? —me mira, me toma de la mano y me sienta en su regazo.
—Sí, lo prometo, es que este nuevo socio es importante todos lo son, pero sí logró concretar un contrato con él, seremos mucho más reconocidos, si implementamos nuestra tecnología y las nuevas programaciones, seremos imparables, él maneja una multinacional y eso nos abrirá paso con otras empresas.
—¿Y qué empresa es?
—Es Asociación K&G Company —asiento.
—Me parece haber escuchado de ella en alguna parte.
—Claro es una empresa muy reconocida en todo el país.
—Entonces a trabajar —Carlos sonríe.
Por tres horas estuvimos revisando los papeles hasta tener todo listo para mañana, luego nos fuimos a dormir entre besos y caricias quede dormida.
Al amanecer desperté sedienta, me levanté con cuidado de no despertar a Carlos, salí de la habitación y fui a la cocina a tomar un poco de agua. Después de saciar mi sed entré a la habitación, me quedé parada mirandolo, sonrió al verlo.
Su perfecto y desnudo dorso hace que mi cuerpo se caliente, llevo mis dedos a mis labios y muerdo mis uñas, estoy embelesada mirándolo que no me doy cuenta cuando abre sus ojos.
—Amor qué haces despierta —su voz ronca y adormilada me hace estremecer, mis vellos se ponen de punta. —te sientes mal —niego.
—Yo quiero que estemos juntos —abro mis ojos lo más que puedo, las palabras salieron sin permiso.
—Estamos juntos amor —suelto un suspiro y muerdo mis labios.
—Vamos Marian eres una mujer, no una adolescente —me digo mentalmente.
Camino hacia el lado de su cama, subo a la cama mientras él me mira sorprendido, me subo sobre su cuerpo.
—No hablo de eso Carlos —digo con voz seductora.
—Estás segura que quieres esto.
—Llevo dos hijos tuyos en mi vientre Carlos, por supuesto que quiero esto o quieres esperar que ellos nazcan.
—No pero si… —sus palabras murieron en mis labios, nos fundimos en un extasiante beso que me quitó el aliento, sus brazos apresan mi cintura, me gira haciéndome quedar bajo su cuerpo. —Deseo hacerte el amor, hacerte mi mujer Marian —sus palabras salían con posesividad.
—¿Pero? —preguntó ya que supongo tiene el mismo temor que yo, hacerle daño a los bebés. —¿tienes miedo verdad? —digo acariciando su dorso.
—Sí.
—No creo que les pase nada amor —solo esas palabras bastaron para que me besara como maniático.
correspondía su beso demandante y apasionado, abandonó mis labios y beso mi cuello, mis jadeo no se hicieron esperar, entre más besaba mi cuello mis ganas de recordar aquella noche se acrecentaban.
—Carlos, quiero que me hagas tuya así como aquella noche.
—Tus deseos son órdenes mi amor —su boca succiona mi piel por donde pasa, me sentía en las nubes, sentía que volaba al firmamento con cada beso sobre mi piel, con cada caricia y cada embestida…
—Me atrevo decir que fue mejor que la primera vez —digo agitada acariciando su pecho.
—Yo también lo creo amor… pero no te duele nada, no los lastime —tomo su rostro y lo beso.
—Estamos bien, crees que si nos hubieras lastimado yo te hubiera dejado seguir —lo beso.
—¿No? —niego. —Te amo Marian.
Mis ojos se cierran solos, me acomodo en su pecho.
—Yo también te amo Carlos Russo, te amo —después de decir esas palabras sentí un suave beso en la coronilla y no supe más nada.
Al día siguiente nos preparamos para ir a la empresa.
Tome mi asiento en mi puesto Carlos se acercó a mí y depósito dos besos en mi vientre y otro en mis labios.
—Llevas al señor Kenny a la sala por favor —me da otro beso. —te amo.
—Y nosotros te amamos más —Carlos, se retira a su oficina, el elevador se abre y por este sale Erick y Estefania trastabillando, no quiero ni imaginar qué hacían esos dos.
—Buenos días, Marian, ¿cómo están mis sobrinos? —pregunta Erick con media sonrisa.
—Bien, gracias.
—Te molesta si dejo a Estefania contigo.
—Para nada.
—No soy tu cachorro —refuta ella.
—No nena, pero no quiero dejarte sola en la oficina te quiero a mi lado —muerdo mis labios para no reír.
Tengo cinco años de conocer al señor Erick y jamás lo vi comportarse de esta manera, como dicen a cada quien le llega su San Juan.
—No te vayas a ir nena, hazle compañía a Marian —Estefanía, suelta un suspiro.