Las Hijas del Bosque: Nostralis - Libro 1

Capítulo 28: El comienzo.

El salón estaba en penumbra, encendido solo por candelabros de luz líquida que flotaban en el aire como luciérnagas atrapadas en un encantamiento. Los varones ya esperaban, agrupados frente a una escalera curva que descendía desde las habitaciones superiores.

Vestían túnicas de gala que Lysandra había dispuesto para ellos: telas livianas, de tonos tierra y detalles dorados, con bordados vegetales que les daban un aire ceremonioso. Aiken, con una capa verde oscuro que contrastaba con su cabello blanco; Varian, sobrio y elegante como siempre; Zeven, algo incómodo, como si su armadura invisible no supiera vestirse de fiesta.

Los murmullos cesaron cuando la puerta del piso alto se abrió.

Fuimos bajando una a una por la escalera de mármol rosado, el eco de nuestros pasos resonando como un tambor sagrado. Las miradas de los chicos se alzaron como si algo sagrado estuviera descendiendo. Por un instante, no éramos guerreras ni exiliadas. Éramos ofrendas de primavera.

Evyne apareció primero, como un rayo de sol filtrado entre flores. Corven no pudo evitar dar un paso al frente, con una sonrisa que parecía nueva, recibió a su amiga de la mano y le susurro un “Estas hermosa Evyne”

Kaela descendió con la postura de una reina de agua, y Rhydan la miró como si no recordara haberla visto antes, sus ojos estaban abiertos de par en par y su boca estoy segura de que suspiro.

Jenna le siguió con paso firme, ella fue directamente a Zeven, que la miraba embobecido. Jenna llego hasta el y le tomo la mano, dando a entender su relación. Zeven no dejo de mirarla en ningún momento, completamente embobado por ella.

Rebecca caminó con seguridad, envuelta en su vestido de venas y brotes. Milo abrió los labios, pero ninguna palabra salió. Cuando llego donde el estaba, sus labios se volvieron a cerrar y trago saliva duramente. Rebecca rio un poco sonrojada por la reacción de su pareja.

Nim bajó con una gracia ajena a su carácter habitual, y Evyne, viéndola llegar, la miró como quien encuentra un secreto que ya sabía, se acerco a ella y le dijo algo al oído, algo que hizo que mi amiga, la graciosa Nim, se sonrojara hasta las orejas.

Liora flotaba. No había otra forma de decirlo. Varian tragó saliva con una expresión que mezclaba asombro y veneración. Ella solo sonrió, y tomo la mano que Varian le estaba ofreciendo.

Y entonces fui yo.

Sentí cómo se tensaban las miradas al posar mis pies en el primer escalón. No era orgullo lo que me impulsaba. Era el peso de lo que sabíamos, de lo que venía. Caminé como lo haría una flor que sabe que será arrancada. Pero también… como la que ha desarrollado espinas.

Aiken bajó la vista apenas me vio, como si no pudiera sostenerla. Después alzó la mirada y sus labios se curvaron, apenas, en una sonrisa que no era de admiración, sino de reconocimiento. Yo era la heredera. Y él… mi protector.

Nos quedamos unos segundos atrás, apenas separados del grupo que avanzaba hacia el salón. El pasillo estaba iluminado por luciérnagas suspendidas en burbujas de cristal. Aiken caminaba a mi lado, en silencio, pero con esa quietud tensa que sólo él sabía cargar.

Me giré apenas hacia él, sintiendo cómo mi vestido crujía como un campo de lirios bajo el viento.

—¿No vas a decir nada? —pregunté, bajando la voz.

Aiken me miró de reojo. Sus ojos brillaban con una mezcla de ternura y gravedad.

—Lo estoy intentando —dijo—. Pero cuando te vi bajar esa escalera, con ese vestido… se me olvidaron las palabras.

Sonreí, sin poder evitarlo.

—No soy más que una flor bien vestida —intenté bromear.

Él negó con la cabeza con una sonrisa curvándose en sus labios.

—No, Astrid. Eres como una rosa. No se trata solamente del vestido, que te queda hermoso. Se trata de ti, de como te sostienes con una gracia y delicadeza entre tanta gente que te quiere cortar, de como te proteges con uñas y garras y como proteges a todos, con tus espinas.

Bajé la mirada, sintiendo cómo su voz me atravesaba con una delicadeza casi feroz.

—A veces no sé si puedo con todo esto. Ser heredera, ser valiente... fingir que no tengo miedo. — susurre para que solo el me escuche. —La careta es genial, pero tengo miedo de nunca saber quien realmente soy

Aiken se detuvo. Me tomó suavemente de la mano.

—No tienes que fingir conmigo —me devolvió el susurro—. No necesitas ser fuerte todo el tiempo. Ya eres más valiente de lo que cualquiera podría ser.

Levanté la vista. Aiken me miraba con una intensidad violenta, su respiración se entrelazaba con la mia.

—¿Y tú? —susurré—. ¿No tienes miedo?

—Claro que sí —respondió con honestidad, agachando levemente su cabeza hacia mi—. Pero si tú caminas al frente, yo caminaré a tu lado. Siempre.

El corazón me dio un vuelco. Aiken no era de decir mucho, pero cuando lo hacía, era imposible no escucharlo con el alma entera.

—Gracias por protegerme —le dije, cerrando los ojos.

Él entrelazó nuestros dedos y apoyo su frente en la mía.

—Gracias por dejarme hacerlo.

Nos quedamos así, por un momento suspendido en el tiempo. Fue el ruido de la puerta del salón abriéndose lo que nos hizo separar.

Dante, nuevamente.

—La Reina los espera —dijo, e hizo una leve reverencia.

Lo seguimos en silencio a través de un corredor repleto de columnas cubiertas de hiedra en flor. La fragancia era dulce, casi embriagadora.

El gran salón de banquetes era digno de una pintura: una cúpula de cristal cubría todo el cielo nocturno, y desde el centro colgaba un inmenso racimo de faroles suspendidos, flotando entre lianas doradas. En el centro, una mesa ovalada se extendía como una flor abierta. Sobre ella, manjares de colores imposibles: frutas perladas, copas con néctares burbujeantes, panecillos que despedían vapor aromático, pétalos comestibles en forma de estrella.

Lysandra nos esperaba al final del gran salón, sentada en un trono tejido con ramas de sauce y flores vivas. Mariposas etéreas revoloteaban a su alrededor, como si fueran parte de su aura. Su vestido, blanco perlado con destellos plateados, poseía una luz cálida que irradiaba desde el centro de su torso. Una flor luminosa ocupaba el lugar de su corazón, extendiendo pétalos translúcidos que caían como cortinas celestiales.



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En el texto hay: reinos, magia, bosque jovenes aventura

Editado: 25.10.2025

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