Las siete princesas

Prefacio

Capítulo dedicado a Alba Yaneth Mateus Martin⚜

Ximena:

¡Santa madre del amor hermoso, pero qué culo más sexy!

Con una vergüenza del demonio observo cómo el hombre con el que pasé la noche cubre ese delicioso trasero con unos boxers negros a una velocidad supersónica. Hace solo cinco minutos de que desperté con sus manos acariciando cada centímetro de mi cuerpo haciéndome vibrar con un placer que nunca antes he sentido y que, se supone, no debo sentir. No aún.

Sacudo la cabeza para sacar ese pensamiento de mi mente y evitar un ataque de pánico porque maldita sea, ayer cuando salí de casa era virgen y estoy bastante segura de que ya no lo soy. Me lo dice el hecho de que he amanecido con un hombre súper sexy, completamente desnudos los dos y cierta molestia en mis partes íntimas. ¡Maldita sea!, nada me sale bien; podían haber pasado un sinfín de cosas anoche, pero de todas las opciones, sucedió lo que nunca debería haber sucedido: perder mi virginidad.

¡Oh, Dios, no quiero pensar en eso! ¿Por qué no puedo quitarlo de mi cabeza?
El hombre frente a mí, viste su pantalón y se pone su camisa. Está tan nervioso como yo, sí, el hecho de que le sobren dos botones cuando se abrocha la piza, me lo dice. Él ni cuenta se da, eso o está demasiado apurado para salir de aquí luego del grito de sorpresa y terror con el que lo desperté.

Pero bueno, hay que entenderme, despertar con una mano acariciando tus senos, besos húmedos en la espalda y una monumental erección contra tu trasero, asusta. Grité con todas mis fuerza mientras salía de la cama como si tuviese un cohete en el culo dejándolo sentado y muy atolondrado. 

Cuando me vieron, sus primeras palabras fueron: "Tú no eres Arabella" y yo pensé: “¡Claro que no soy Arabella! ¿Quién carajos es esa chica?” Y a pesar de que no me importa ni un comino, no pude evitar sentirme mal e inferior ante la mirada de desilusión en su rostro.

Se levantó negando con la cabeza y comenzó a buscar su ropa y cuando sus ojos volvieron a posarse en mí, me detalló completamente hasta que me percaté de mi desnudez. Cogí la sábana y cubrí mi cuerpo mientras toda la sangre se acumulaba en mis mejillas.

Vestido completamente y con la imagen de haber pasado la noche más salvaje de su vida, me observa.

—¿Qué edad tienes?

Su pregunta me descoloca un poco pues no creo que eso sea lo correcto para decirle a la chica con la que te acabas de despertar, aunque supongo que es mejor que lo que dice el chico playboy en las novelas: "esto ha sido cosa de una vez y no se volverá a repetir".

—Dieciocho —contesto después de aclararme la garganta.

—¿Segura? —¿Pero qué mierda? Claro que estoy segura. Asiento con la cabeza como única respuesta—. Por lo menos eres mayor de edad. —Suelta un suspiro de alivio.

Y yo no sé cómo sentirme ante esa declaración. Solo puedo pensar en que me he metido en el lío del siglo, que he perdido mi virginidad y cuando mi prometido se dé cuenta, saldré en todos los periódicos del país.

¿Por qué este hombre está ahí parado todavía? Necesito que se vaya para poder enloquecer tranquila.

—Escucha, necesito irme —dice el monumento ante mí y a pesar del embrollo que tengo en la cabeza, logro admirar los tatuajes que le salen por la manga de la camisa y le cubren los dos brazos. ¿Por qué no me di cuenta de eso antes?

—Estoy realmente atrasado, tengo que llegar cuanto antes a casa, pero ¿por qué no me llamas más tarde? —dice tendiéndome una tarjeta.

—¿Para qué? —El hombre me mira como si no entendiera mi pregunta y yo vuelvo a repetirla. ¿Qué edad tendrá? Parece mucho mayor que yo.

—Bueno, luces bastante asustada ahora. Creo que hablar sería algo bueno para ti...

—Yo no —le interrumpo—. Así que por mí, no te preocupes, puedes marcharte.

—A mí me gustaría hablar, por algún motivo no recuerdo lo que sucedió anoche y...

—¿No vas tarde ya?

¡TARDE! ¡Santa madre de Dios, ¿qué hora es?! Maldita sea, mi día no hace más que empeorar. Estoy literalmente muerta.

—¿Me estás botando? —pregunta con una ceja arqueada y luce ligeramente divertido. Joder, ¿no tenía que irse?

Mi corazón está latiendo desenfrenado seguro del lío en el que me he metido y puedo sentir mis manos temblorosas en la sujeción de la sábana. Ya todos deben saber que me he fugado, corrección, que nos hemos fugado. ¡Reni! ¡¿Dónde demonios dejé a mi hermana?!

—En realidad, intento evitar asustarte más de lo que ya lo he hecho. 

El joven me mira confundido y desesperada porque no acaba de largarse, camino hacia él mientras lo conduzco a la puerta. Por fin logro sacarlo a pesar de que insiste en que debemos hablar. Solo tengo un segundo para aliviarme de que estoy sola pues vuelvo a recordar el problemón en el que me he metido y la garganta se me cierra.

—Dios mío, por favor, que sea una pesadilla —pido a la vacía habitación y con la esperanza de que sea eso lo que sucede, pellizco mi brazo, pero maldita sea, duele como el infierno.

Mi vejiga me avisa que necesita alivio así que dejo caer la toalla y corro al baño. Al terminar, lavo mi cara sin ánimos de ver mi reflejo en el espejo, pero no lo puedo evitar porque no quiero salir de aquí luciendo como mapache. Luego de quitarme el maquillaje, vuelvo a la habitación y busco mi ropa. 



#614 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, princesas

Editado: 27.10.2024

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