Lasagna Para Cenar

Sesión #5: Una Visión Fugaz y Poco Ortodoxa

El día de hoy, me encontraba almorzando fuera de mi oficina, lo cual no es algo que suelo hacer. Sin embargo, algo dentro de mí pidió salir de mi rutina habitual. Y ahí estaba, sentada frente a un restaurante de hamburguesas mientras revisaba las notas de mis pacientes actuales, pero el lugar era demasiado ruidoso. Al inicio lo percibía como ruido blanco, sonidos al fondo de mi mente, pero entonces comencé a escuchar palabras, risas, sonidos de platos, papel, el ruido de la gente comiendo. Fue entonces que, instintivamente, giré mi cabeza a la derecha. Me encontré con la dulce imagen de varios niños jugando todos juntos y entonces noté a un pequeño niño sentado en el suelo observando atentamente hacia abajo mientras sus padres parecían no prestarle atención. Parte de mí quiso involucrarse, acercarme al niño y preguntar si todo estaba bien, pero comprendo el riesgo que puede llegar a tener que la gente vea a un extraño al otro lado del restaurante acercarse cautelosamente a un niño solitario sin supervisión. Me siento tan apenada, parecía una adolescente intentando no pasar vergüenza, pues lo que hice fue levantarme y cruzar todo el lugar para llegar al basurero más cercano al pequeño solo para tener una pequeña mirada hacia él, intentar intuir que pasaba dentro de su cabeza.

Debo admitir que me sorprendió más de lo que esperaba cuando el pequeño levantó la mirada hacia mí y lo vi. Sus ojos bien abiertos, inundados completamente por lágrimas. La expresión en su rostro me dio escalofríos, no tenía el típico puchero, su boca no estaba arqueada hacia abajo, simplemente estaba serio, casi vacío. Noté que sostenía fuertemente el borde de su playera, su mano estaba completamente roja por el esfuerzo y su cuerpo parecía estar totalmente tenso. Reconocí esa mirada de inmediato, sé que la he visto antes en el rostro de alguien más. Entonces comprendí que el niño no lloraba por algo normal durante su edad. No fue un juguete roto, no fue que la comida no le gustó, no fue un regaño o una mala mirada. Las lágrimas que salían de los ojos del niño no eran más que el resultado de un profundo y doloroso sentimiento de soledad.

Me miró por solo una fracción de segundo y es una imagen que, estoy segura, no será fácil de olvidar. Intenté regresarle el favor. Me acerqué a él, revolví su cabello y le dije “Estarás bien” para luego entregarle el postre que deseaba guardar para esta tarde. Su semblante no cambió mucho, pero, por un breve instante, noté una sonrisa cuando tomó la cuchara y comenzó a devorar su helado.

¿Por qué es que grabo esta anécdota dentro del registro de este caso? Sinceramente no lo sé. Considero que ninguna experiencia debe ser pasada por alto, creo que eso fue lo que aprendí en la sesión de hoy.

Hace mucho que no era avisada de la llegada de Julian a mi consultorio, normalmente abre la puerta y me sorprende, pero esta vez fue un poco más tranquilo. Simplemente entró caminando lentamente hacia el sofá, el lugar de siempre. Comencé a grabar una vez que noté que estaba cómodo y luego de revisar meticulosamente mis notas.

—Hola, Julian ¿Cómo ha estado tu semana?

—Tranquila, diría que hasta aburrida —Asiente mientras cruza los brazos—

—Está bien, no todos los días pueden ser emocionantes —Una vez más, reviso las notas que tomé durante las sesiones anteriores— ¿Qué tal fue todo con Emmeline?

—Pues, estuvimos hablando como siempre y la noté un poco más… Abierta a otras posibilidades —Suspira al terminar de decir la oración— 

—Parece que ya es un avance —Ladeo un poco la cabeza, afirmando— Julian me gustaría hablar de algo en específico contigo. He notado que, cuando hablas de Francis o Emmeline, sueles ser sobreprotector y te consumen tus sentimientos. Quisiera saber por qué.

—Bueno, la verdad… Creo que tal vez los quiero más de lo que pienso —Ríe un poco y entrelaza sus propios dedos, subiendo un poco los hombros y acercándolos más a su cuello— Después de todo, crecimos juntos y siguen siendo una parte importante de mi vida

—¿Eres así con otros amigos?

—Supongo que no. Digo, el resto de amigos que tengo están bien, pero no tenemos demasiado en común a diferencia de como soy con Francis y Emm. —Asiente tímidamente—

—¿Crees que alejas a otras personas de tus seres queridos como un intento de protegerlos?

—¿A qué se refiere? —Sostiene su propia mano con algo más de fuerza—

—¿En alguna ocasión notaste que trataron mal a Francis o Emmeline e hiciste algo para que ellos se alejaran de esa persona? —Preparo mi bolígrafo para tomar nota de su reacción mientras espero su respuesta—

—No… Creo que no. Cuando alguien los hiere o los trata mal creo que simplemente odio a esa persona en silencio. —Asiente nuevamente y ríe como sintiéndose descubierto—

—Como por ejemplo… ¿Sus padres?
—Yo no… —Niega con la cabeza y sea acomoda en el asiento— No es que los odie en realidad, simplemente pienso que son totalmente injustos con ellos

—¿De qué manera son injustos con tus amigos? —Lo noto algo tenso, no me sorprendería que evadiera el tema en este momento—

—Ya sabe, es de lo que hemos hablado durante todo este mes. El padre de Francis no supo cómo manejar el dolor que su hijo estaba sintiendo así que lo mandó lejos y lo alejaron de sus amigos. Lo obliga día a día a ser alguien que no quiere, intenta forzarlo a entrar al molde que él mismo creó para Francis, pero no se da cuenta que eso nunca funcionará, que la única forma en la que cabría en ese molde sería quitándole partes de sí mismo, arrancándole parte de su ser. —Se expresa con más ademanes, agita las manos y su cara se pone de un tono rojizo—




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