Los días pasaron y finalmente le pagaron a Cameron el atraso por lo de las fiestas de Halloween.
El día del evento llegó: miércoles 15 de noviembre de 2022. Ese día Cameron descansaba, y al siguiente también tendría libre por el turno doble que había hecho, así que se permitió dormir con calma. A eso de la una de la tarde se despertó. Revisó su celular: tenía mensajes de Bryan y de Casey. Bryan le preguntaba si estaba bien o si necesitaba algo; Casey, en cambio, le había enviado una foto con un vestido puesto y le consultaba si le gustaba el color.
Al inicio Cameron no respondió. Se levantó, preparó algo de comer y después contestó: primero a Bryan y luego a Casey. Esta última, apenas recibió el mensaje, le hizo una videollamada. Cameron contestó y apoyó el celular sobre una caja de cereal.
—Tengo estos tres, pero no sé cuál quedaría mejor —dijo Casey mostrándolos.
—Creo que el verde pastel —respondió Cameron con la boca llena de cereal.
—Bueno… supongo que sí. Pero a ti, ¿cuál te gusta?
—Si es por gustos, lleva el negro o el azul marino. Yo voy a usar un vestido rojo de manga larga. Me lo regaló mi papá hace tiempo y no he tenido ocasión de ponérmelo. Lo combinaré con unos tacones marrón claro y un abrigo del mismo color. ¿Crees que hará mucho frío?
—Supongo que sí. Será de noche, mejor que lo lleves. Si me pongo el azul marino, usaré un abrigo negro y unos zapatos, quizá marrón oscuro o grises.
—Te verás bien. A lo mejor consigues a alguien —comentó Cameron con una sonrisa pícara.
—No lo necesito, ya te… bueno, ya tengo a alguien.
—¿Y por qué no me has contado? Ahora dilo.
—Es complicado, Cameron. Cuando se lo diga, tú lo sabrás. Entonces, yo llevo el azul y tú el rojo. Nos veremos bien.
—Está bien, nos tomaremos muchas fotos.
—Claro. Te paso a buscar en tu edificio.
—Si cuando llegues no estoy abajo, sube. Y si vienes antes, no te preocupes.
—Bueno, nos vemos en la noche. Bye, besitos.
Cameron colgó, se dejó caer en el sofá y comenzó a leer un rato. A eso de las cuatro buscó su ropa: la planchó, limpió los zapatos, buscó unas medias para el frío —ya que su abrigo no era muy largo— y dejó todo listo. Hacia las cinco entró a la ducha.
Mientras tanto, Casey llegó al edificio. Tocó la puerta, pero Cameron no pudo abrirle. Así que bajó con el portero; como se llevaban bien, él le dio una copia de la llave. Cameron no escuchó nada, y Donita tampoco ladró. Casey entró sin problemas, y como aún tenía tiempo, se acomodó en el sofá. Al abrir la laptop de Cameron, lo primero que vio fue una foto de Manuel. La cerró de golpe, incómoda, y mejor tomó su celular para distraerse en Facebook.
Cameron salió, la vio de reojo en la sala y, cuando la reconoció bien, dio un salto del susto acompañado de un pequeño grito. Casey estalló en risa mientras Cameron cerraba la puerta de golpe.
—Me hubieras avisado que venías —dijo Cameron desde su habitación.
—Pues ya estoy aquí, no veo cuál es el problema. ¿Esperabas a alguien? A Manuel, quizá.
—Está con su madre.
—Ya son pareja oficial, ¿no? —comentó con cierto disgusto.
—Aún no, pero es por mí. Él está dispuesto. No le he dado la confirmación, y aunque la pide como un caballero, sé que no puedo tenerlo así. Se lo diré pronto.
—Ya veo.
—¿Tienes algún problema con que seamos pareja?
Cameron abrió la puerta y salió con la toalla en la cabeza, aún en ropa interior. Casey la observó de pies a cabeza, se puso nerviosa, miró hacia la ventana y se levantó de inmediato.
—No, ya te dije. Solo me preocupa tu bienestar. No quiero que estés como la última vez… no dejaste de llorar por horas.
—Lo entiendo, perdón por aquella vez. Hasta yo me arrepiento.
Cameron regresó a la habitación, se quitó la toalla de la cabeza y tomó la secadora. Casey trataba de no mirarla, pero no podía evitarlo. Finalmente entró, tomó la toalla y la colocó alrededor del cuerpo de Cameron.
—Te puedes enfermar, oye. ¿Qué shampoo usas? Huele muy bien.
—No tengo idea. Manuel lo compró, yo solo lo estoy usando —exclamó con una sonrisa.
—Bueno, cámbiate. Si te tardas mucho, llegaremos tarde.
—Sí, eso pasa: cuando te tardas, llegas tarde.
—Qué graciosa —dijo con sarcasmo.
Casey salió del cuarto de Cameron y esperó en el sofá. Mientras tanto, revisó Instagram y Facebook, buscando a Manuel. Después de un buen rato, Cameron salió con el vestido rojo de manga larga, unas hombreras discretas y un maquillaje sencillo; en realidad, no necesitaba demasiado. Casey se quedó sin palabras, aunque enseguida tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Cameron salió detrás de ella, tras asegurarse de llevar las llaves.
—¿Iremos en bus? —preguntó Cameron.
—No te preocupes, pedí un Uber. Llegaremos muy adecuadas.
Cameron sonrió y bajaron juntas. El auto ya las esperaba en la entrada: un sedán normal, pero bien cuidado. Al llegar, alguien les abrió la puerta y, de inmediato, varios flashes comenzaron a dispararse frente a ellas. La luz las cegó por un momento; no podían ver bien. Sin embargo, los fotógrafos dejaron de enfocarlas enseguida: las habían confundido con unas modelos invitadas al evento.
Mientras caminaban por la entrada principal, una mujer adulta y sabia, historiadora del museo, se acercó a saludar a Cameron.
—Un placer verte aquí, no creí que vendrías.
—Me enviaron las invitaciones. Mateo habló con Enrique para conseguirlas.
—¡Válgame el Señor! ¿Se les iba a olvidar invitar a mi reemplazo? —dijo mirando a Casey—. Tu novia es una mujer muy impresionante; es inteligente, y pronto será alguien en el ámbito de la historia.
—Es una pena —respondió Cameron con una sonrisa—. Ella no es mi novia, es Casey, mi amiga desde que tengo memoria.
—¡Ay! —exclamó la historiadora, avergonzada—. Creí que no empatizabas con los hombres. Discúlpame, hija, fue mi error. No volverá a ocurrir. Ahora pasa, el espectáculo está por iniciar.
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Editado: 28.08.2025