Andrés
Dejo a Layan junto a su padre y vuelvo a ingresar a la fiesta. Me encuentro con el mocoso que estaba molestando a Layan, muy tranquilo, como si no hubiese hecho nada. Es un adolescente bobo.
Busco a mis amigos y, desde mi posición, me doy cuenta de que ya varios de los invitados están en otro baile, como diría mi tía Coni: pendejos. Camino esquivando a los danzantes, que en vez de ir a la par de la música, lo único que hacen es estorbar, yendo de un lado a otro dando saltos.
Mis ojos captan a Ian en una esquina, comiéndole la boca a una chica que no es su novia. Muevo la cabeza de un lado a otro y hago como que no vi nada.
Siento que mi teléfono vibra dentro del bolsillo de mi pantalón. Meto la mano, dispuesto a sacar el celular. Asumo quién es.
Pero, de repente, alguien me abraza de la cintura por detrás. Rápidamente, me doy vuelta y soy sorprendido por un beso repentino. Aparto con fuerza a la loca que me robó el beso.
—¡¿Qué te pasa?! —le recrimino y me contengo al ver quién es.
—¿No te gustó?
—Te volviste loca, niña —manifiesto molesto, y aparece Ian.
—¿Qué sucede?
—Nada, hermanito, estaba saludando a tu amigo.
—Como que te estás pasando de la raya, Alison. Mejor ve con tus amigos y no molestes más.
—Adiós, Andy. Me gustó verte —me lanza un beso de la manera más descarada posible. Asumo y espero que sea producto de su estado.
—¿Te estaba molestando?
—Me besó —confieso y veo en su rostro sorpresa. Se disculpa conmigo y me asegura que hablará con ella.
—Sabes, Ian, creo que mi tiempo aquí terminó. Me voy a casa y hablamos el lunes en la U.
—No, Andrés, no te vayas, recién son las once.
—Mañana iré a entrenar —me sigo excusando, ya que no tengo ganas de seguir aquí. Lo único bueno fue volver a ver a Layan, porque, de lo contrario, esto está muy aburrido—. Tú también deberías hacer lo mismo.
—Lo haré, pero… —voltea la mirada hacia la chica con la que estaba compartiendo saliva—. No se va invicta.
—Adiós —me despido y doy dos pasos alejándome de él, mientras me sigue rogando para que me quede. Giro hacia él—. ¡Cuídate! —le sugiero, imaginándome en qué va a terminar su affaire.
—No le vayas a contar nada a Kaylee —me lo pide.
—Como digas, matador —respondo indicándole mis pulgares.
Me pide que no le diga nada a Kaylee, ya que ella es la chica con la que estoy saliendo, y es la mejor amiga de su novia.
Salgo de la propiedad, dejando atrás el bullicio. La noche está fresca y sentir el aire golpear mi cara se siente tan bien. Inspiro, tomando aire puro que mucha falta me estaba haciendo. Estar aquí afuera me recuerda al momento vivido hace unos pocos minutos con Layan. Jamás imaginé volverla a ver.
—Está muy linda, y bastante crecidita —hablo para mí y muevo la cabeza al recordarla. Se me hizo una chica muy agradable y dulce.
Voy al parqueadero donde está mi auto, me subo, me acomodo en el asiento. Recuerdo que mi celular estaba vibrando. Dejo caer el cuerpo contra el respaldo y lo saco del bolsillo. Hay una notificación. Lo desbloqueo, ingreso en la aplicación de mensajería y leo:
A mí también me gustó mucho volver a coincidir contigo ❤️
—¿Un emoji de corazón? —expreso con la frente fruncida. Me quedo mirando el mensaje unos segundos, sin mover un músculo. Me rasco la nuca. Sonrío… es inevitable, pero apenas dura un segundo. Se disuelve rápido.
Fue solo una charla. Un rato corto. Pero me gustó la forma en que me miró. Su nerviosismo al hablar se me quedó dando vueltas. Pude darme cuenta de que hubo una conexión, aunque fue mínima… se sintió diferente.
«Pero recuerda su edad, campeón» —me habla mi conciencia y me quedo mirando hacia la nada.
Es cierto. Además, estoy saliendo con Kaylee, la niña más popular de mi facultad, y que me gusta mucho. No debo darle importancia a lo que acabó de pasar. No debo buscar problemas de a gratis. No.
Dejo el celular sobre el asiento del copiloto. No le respondo y arranco.