Layan: "Primer amor, primer caos"

4. Es el destino.

Layan

Llego temprano al colegio. Paso directo a mi salón, ignorando los anuncios del director. Antes de entrar, me acomodo las medias y paso una mano por la falda, que está un poco arrugada.

Al llegar a mi escritorio, veo que está Izan. Lo ignoro por completo al notar que intenta acercarse. Saco mis apuntes de química y empiezo a repasarlos mientras espero a que llegue la maestra. De reojo, veo que alguien más entra.

—Sabía que ya estabas aquí —dice Emma, caminando hacia mí—. Hola, Izan —lo saluda como siempre, y arrastra una silla para sentarse a mi lado—. ¡Cuéntamelo todo! —exclama, como si me estuviera dando una orden.

Miro la hora en mi celular: exactamente faltan diez minutos antes de empezar clases. Comienzo a contarle lo ocurrido en voz baja, asegurándome de que nadie más nos escuche. La expresión de asombro total en su rostro no se disimula; regresa la mirada hacia Izan y lo fulmina.

—No lo puedo creer —musita—. Es un idiota.

—Pues sí. Si no hubiese sido porque Andrés me defendió, ese se habría salido con la suya.

—¡Rata! Oye, pero ¿qué tal el tal Andrés? Se te iluminan los ojos al hablar de él. ¿Está guapo? ¿De dónde lo conoces? —pregunta con su tono pícaro.

—Lo conocí cuando éramos niños, en una playa en Barcelona. Diez años después, nos volvemos a encontrar... y es el chico más guapo que haya visto en mi vida. Es lindo.

—¿Cómo es? ¡Descríbemelo!

Esbozo una sonrisa.

—Es alto. Yo creo que mide como 6 pies. Tiene la espalda ancha, y por encima de la ropa se nota que hace ejercicio. Su cabello es negro, tiene unos impactantes ojos azules, nariz respingada y sus labios... sus labios son hermosos.

—¿Tiene barba?

—Un poco. Es decir, como sombreadita —recuerdo—. En realidad, es muy lindo.

—Te gustó, ¿verdad?

—La verdad, sí. Es que, Em... nunca un chico me había impactado tanto —hablo emocionada—. Andrés no solo es lindo físicamente, también es caballero, educado —bajo la voz al recordar ese momento compartido—. Aunque pensándolo bien... ya no creo que sea tan caballero.

—¿Lo dices porque no ha respondido tu mensaje?

—Obvio. Al menos pudo haber respondido con una carita feliz, o un dedo arriba... algo. ¡No dejarme en visto! —me quejo.

—Entiendo. Ahí el príncipe se vio mal. Pero estamos en el siglo XXI. Ahora nosotras tomamos la iniciativa, ¿me entiendes? —me guiña un ojo, de manera divertida.

—¿Qué quieres decir? —pregunto, aunque en el fondo sé a qué se refiere.

—Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Escríbele. Dile que le deseas un lindo inicio de semana.

—¿Em?

—¿Qué? No le veo nada de malo.

—Es que... —me tiento. Miro mi celular y, con lentitud, lo tomo. Cuando ya estoy decidida a escribirle, la voz chillona de Alison invade todo el salón.

—Hola, hola a todos —saluda Alison. Nos quedamos viéndola—. Mi querida y bien portada Layan Collins, te tengo el chisme del año. Pero antes déjame decirte que me tienes muy sentida. Te fuiste de la fiesta sin despedirte de nadie, ¡y eso no se hace! Sobre todo, porque te perdiste de la mejor parte.

—¿Mejor? —digo con ironía.

—Sí, déjame te cuento —se arrima a mi escritorio y me mira directo a los ojos—. Andrés y yo nos besamos —confiesa.

El tiempo se detiene.

Por un segundo, no escucho más que el zumbido agudo que a veces se mete en los oídos cuando todo a tu alrededor se apaga. No puedo evitarlo mi estómago se encoge como si cayera en picada desde una gran altura. El aire me quema en la garganta, y siento una presión en el pecho que me impide respirar con normalidad.

Mi mente, traicionera, reproduce el momento en el que Andrés me besó la mejilla. ¿Por qué la besó a ella?

—No dices nada.

Me obligo a desviar la mirada. Si mantengo el contacto visual un segundo más, creo que voy a llorar, me siento tonta y ni sé bien porqué.

No lo entiendo.

—¿Y qué quieres que diga? —interviene Emma, con rabia defendiéndome.

Apenas escucho sus palabras. Mi cabeza está demasiado ocupada llenando los vacíos con suposiciones que duelen. ¿Y si solo fue un beso sin importancia con Alison… o, peor, importante para él? ¿Y si yo no soy suficiente para él?

Que carajos me pasa.

Intento tragar el nudo en mi garganta. Una parte de mí quiere creer que hay una explicación, que fue un malentendido, que tal vez Alison solo está mintiendo. Pero otra parte… otra parte, la más insegura, me grita que soy una tonta por estar fantaseando con alguien como él.

—No te metas, Em. No es contigo. Además, ni sabes de qué te estoy hablando.

Ellas nunca se han llevado bien, a pesar de mis intentos. Emma es mi amiga desde el kínder, me conoce muy bien, y tenemos una amistad tan bonita que incluso nuestros padres tienen negocios juntos. Pero desde que Alison llegó, entre ellas todo ha sido conflicto. Emma siempre me decía que Alison le parecía falsa. Yo no soy de juzgar... hasta que me dan motivos. Y Alison lo hizo.




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