Layan: "Primer amor, primer caos"

9. Decidida a conquistarlo.

Layan

Salí temprano del colegio y le pedí a Hugo que me trajera a la constructora. Voy a ir a comprar con mi papá mi regalo de cumpleaños. Al entrar, los empleados me reciben con sonrisas y saludos cálidos. Hacía tanto que no venía por aquí que incluso los pasillos parecen diferentes, más serios.

—¡Hola, Kate! —saludo a la secretaria de papá.

—Layan, buenas tardes. ¿Cómo estás? Qué gusto verte por aquí —dice, con una amabilidad que me hace sentir importante.

—Gracias. Oye, ¿y mi papi? —pregunto, buscando con la mirada hacia las oficinas del fondo.

—Tu papá está en una reunión.

—Seguro está programando su viaje a Brasil —murmuro, bajando un poco la mirada.

—No lo sé, pero está con algunos socios. ¿Gustas esperarlo en su oficina?

—Sí —respondo, avanzando un paso y acomodándome la mochila. Luego me detengo y vuelvo a mirarla—. ¿Y mi tío? ¿También está en esa reunión?

—No, el arquitecto está en su oficina con el pasante.

Esa última palabra me detiene. Una sonrisa se forma lentamente en mis labios y una calidez inesperada me envuelve. Le agradezco y me dirijo a la oficina de mi tío Omar.

Llego en silencio, encontrando la puerta entreabierta. Entro sin avisar, mis pasos son ligeros. Miro a mi alrededor y no veo a nadie, pero oigo voces que me guían. Me acerco a la pequeña sala donde mi tío trabaja en planos y guarda varias maquetas de proyectos.

—¿Sabes manejar AutoCAD? —pregunta mi tío, su voz es grave pero relajada.

—No del todo, pero estoy aprendiendo —responde Andrés, y siento que mi corazón da un pequeño salto. Me apoyo en el marco de la puerta, sin atreverme a entrar, mis oídos están atentos.

—Es importante que lo manejes a la perfección —insiste mi tío.

—Claro, en eso estoy —responde Andrés, y solo escuchar su voz me acelera el pulso.

—Oye, y pasando al plano personal, ¿cómo va la universidad? Me dijeron que eres capitán del equipo de baloncesto.

—Sí, soy capitán del equipo de la universidad —responde con naturalidad, y me lo imagino sonriendo, seguro de sí mismo.

—¡Qué bien! Eso significa que no tienes vicios.

—No fumo, y... bueno, alcohol solo en fiestas.

—Entiendo. ¿Y novias? ¿Cuántas tienes? —mi tío suelta la pregunta con tono de complicidad, como si fueran viejos amigos. Se me va la respiración antes de escuchar su respuesta.

—No tengo novia oficial, pero estoy saliendo con una chica desde hace un tiempo. De hecho, he pensado en pedirle que sea mi novia.

¿Qué? ¡No! ¿Cómo que va a pedirle que sea su novia? ¡Ay, Andrés, no seas tonto! Tú deberías fijarte en mí, no en otra.

—Supongo que es muy linda —continúa mi tío, alimentando sin saberlo el nudo que se me forma en el pecho.

—Sí, es la más linda de mi facultad —responde él, y siento como si el suelo se abriera bajo mis pies—. De hecho, es la capitana del grupo de animadoras.

Hago una mueca de disgusto. ¡Claro! Tenía que ser la animadora, perfecta, con esas piernas largas y esa sonrisa de anuncio de pasta de dientes.

—Debe ser un monumento de mujer.

—Lo es —dice, y juro que está sonriendo.

Mi estómago se revuelve.

—Escucharte hablar así me recuerda a mí mismo —se ríe mi tío—. Cuando Nolan y yo estábamos en la universidad, salíamos con las chicas más lindas.

—Ustedes son de Inglaterra, ¿verdad? —pregunta Andrés, cambiando de tema, quizás para esquivar la conversación personal.

—Sí, somos londinenses. Migramos a España para estudiar arquitectura. Como tú, decidimos hacer nuestro propio camino, lejos de nuestra familia, y por nuestra cuenta —hay un silencio que dura varios segundos—. ¿Me aceptas un consejo?

—Claro, dígame.

—No cometas la locura de casarte joven ni embarazar a ninguna jovencita. Es complicarse la vida sin necesidad.

—No, claro que no.

—Bien, apenas estás empezando. Vive tu juventud. Hace poco un chico estuvo por aquí, le empezó a ir bien sin graduarse, se casó y ya se divorció. No hay que adelantarse a las etapas de la vida.

¡Tío, cállate, por favor!

—Muchas gracias por su consejo.

Justo en ese momento, escucho la voz de papá acercándose, y rápidamente finjo recién entrar.

—¡Tío! ¡Tío! —lo llamo, un tanto nerviosa.

—¡Mi princesa hermosa! —me ve, se acerca y me da un beso en la mejilla—. ¿Qué hace mi niña aquí?

Antes de que pueda responder, veo a Andrés salir de la pequeña sala. Mi corazón late con fuerza.

—Vine buscando a mi papi...

—¡Aquí estoy! —responde papá, entrando a la sala.

—¿Llevas mucho esperando? —pregunta mi tío, notando mi respiración agitada.

—No —miento, evitando mirar a Andrés directamente. Mi tío me abraza, y Andrés aprovecha para saludarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.