Layan: "Primer amor, primer caos"

11. Quinceañera.

Layan

Me despierta la icónica canción de Las Mañanitas. Apenas abro los ojos, veo a papá frente a mí, sosteniendo un pequeño pastel con una vela encendida: el número quince brilla en la oscuridad de la habitación.

Mamá camina a su lado. Mis hermanos no tardan en lanzarse sobre la cama. Dorian se acomoda en mi regazo y me rodea el cuello con los brazos, plantándome besos por toda la cara.

—¡Feliz cumpleaños, hermanita! —grita Hallie, y también me llena de besos.

—Felicidades, mi amor —dicen al unísono papá y mamá, turnándose para abrazarme y besarme.

—Pide un deseo, cariño —dice mamá.

Cierro los ojos. Con toda la fe del mundo, deseo que Andrés se fije en mí… y que algún día seamos novios. Soplo la vela.

—¡Felicidades, mi niña! —Nancy se acerca y me abraza con fuerza, dándome un beso cariñoso.

—Pero no voy a comer torta ahorita —digo al mirar el pastel—. Tiene muchas calorías.

Papá y mamá se miran, cómplices, sin comentar nada. Luego, sin decir palabra, me entregan dos regalos. Uno ya lo intuyo. El otro es un sobre.

—¡Wow! —grito al abrir la funda del regalo y ver la caja. —Papi... —Lo miro, sonriendo, sin poderlo creer. No pedí este celular, pero como siempre, papi sabe cómo sorprenderme.

Rápidamente lo saco de la caja y lo sostengo con las dos manos, con cuidado, como si fuera algo sagrado.

—¡Es el nuevo iPhone 16 Pro Max! —dice Dorian, casi más emocionado que yo.

Yo sigo mirando el celular, hipnotizada.

—Tienes que estrenar ese teléfono con un trend de TikTok —propone Hallie.

—Ya lo puedes usar —dice papá, dándome una señal de aprobación.

Enciendo el móvil. La emoción me desborda. Me pongo de pie sobre el colchón y me lanzo a sus brazos para agradecerle.

—Mi chiquita… mi princesa de chocolate —susurra en mi oído—. Te amo.

—Yo te amo más, papi.

—¡Foto familiar! —chillo, y todos nos acomodamos para mi primera selfie con el nuevo celular.

—Y ahora abre el mío, mi cielo —pide mamá casi suplicando.

Rompo el sobre blanco y tomo entre mis dedos una tarjeta.

—¿Qué significa esto? —pregunto sin entender nada, pero muy emocionada. Mis ojos se abren como platos y estoy a punto de sonreír ampliamente. No lo puedo creer—. Es una tarjeta de crédito, mamá, ¿me vas a regalar una tarjeta de crédito?

—No vueles tan alto, palomita —interviene papá, y mi mirada va hacia él.

—En efecto, mi amor, es una tarjeta de crédito, pero en realidad solo es un símbolo.

—No entiendo, mami.

—Bueno, quiero decir que esta tarjeta es para comprarte la ropa que quieres. No significa que te vayamos a dar una; consideramos que aún no es el momento para que manejes una —me explica. Bueno, la alegría se me baja un poco; ya me veía con una tarjeta de crédito haciendo compras yo sola. Pero eso no quita que suelte un grito que me sale desde el alma.

—¡Ayyy! —Me tapo la boca con las dos manos y salto sobre el colchón sin poderlo creer. Ayer, después del almuerzo, papá y yo hablamos los dos solos en la biblioteca, y me dio a entender que no me daría el dinero para comprar lo que quería.

—Mi amor, entiende que es rara tu actitud de unos días para acá. Estás teniendo cambios abruptos. ¿Estás segura de que todo está bien? No se trata de alguna moda tonta entre tus compañeras. Porque si es así, me decepcionarías mucho.

—¿Por qué?

Camina hacia mí y me toma del mentón, obligándome a verlo a la cara.

—Porque significaría que mi hija se convirtió en una oveja que sigue a las demás y que dejó de ser ella.

—No, papi, quiero hacerlo porque así me nace, no por seguir a alguien más. Solo quiero estar bonita.

—Mi cielo —me toma de las mejillas con las dos manos—, tú no necesitas ponerte otra ropa o maquillaje para verte linda; ya lo eres. Y lo más importante es que tu belleza no solo es física, también está aquí —toca mi pecho con la punta de su índice.

—¿Me la vas a comprar?

—Lo voy a pensar.

—Papi, siempre cuando dices que lo vas a pensar es porque no quieres decir de una vez que tu respuesta es negativa. Por favor —suplico.

—Layan...

Mi celular empieza a sonar. Contesto rápido ante las miradas de mi familia. La llamada es de mi tío Omar, que junto a Cristina y Milan, me felicitan y me dan sus buenos deseos. En cuestión de minutos, pasa lo mismo con Emma, Grace, mi tía Amelia, sus hijos, mi tía Sarahí, mis primos y no podía faltar Rodrigo. Toda la familia.

Cuando pasa un poco la emoción y ya estando sola en mi habitación, antes de darme un baño, me pongo a revisar mi Facebook. Tengo ya varias felicitaciones por mi cumpleaños, pero la que más me importa no aparece. Suelto el teléfono sobre la cama y caigo sobre el colchón con la mirada hacia el techo.

—Es mi cumpleaños y hoy todo me tiene que salir perfecto. Además, hoy empiezo un nuevo comienzo en mi vida. —Me tomo una selfie y la subo a Instagram, que es donde sé que Andrés me mira. No coloco ninguna descripción, solo la foto, y me meto al baño.




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