Andrés
Kaylee me invitó a una reunión con sus amigas, pero le dije que no podré ir, ya que yo tenía una invitación por parte de uno de mis jefes. Se molestó, esa es la parte de ella que no me gusta, muchas veces siento que solo piensa en ella, ella y solo ella, es incapaz de comprenderme cuando se trata de mí y eso me hace pensar una y otra vez en querer formalizar con ella.
No podía hacer de menos la invitación que me hizo el arquitecto Collins, claro que también asistiré porque se trata de Layan. Me alegra saber que podré asistir a un momento especial en su vida. Sonrío.
—Sonriendo solo —volteo hacia la voz de papá que se queda en la puerta.
—Hola, pa. ¿Cómo te fue?
—Bien, hablé con tu mamá y con tu hermana, te mandan muchos saludos —revela y camina hacia mí. Se para frente a mí y me empieza a acomodar el cuello de la camisa—. ¿Y quién es?
—¿Quién?
—La muchacha que te hace sonreír de la nada. —Lo miro a los ojos y suelto una risa nerviosa. Me tienta decirle que no es nada, pero papá siempre ha tenido esa mirada que atraviesa las mentiras—. ¿Es Kaylee...?
—No, no se trata de alguien en especial —miento, aunque sé que no me cree del todo.
—Mmm, yo juraba que se trataba de una mujer, porque cuando uno sonríe de la nada así por así se trata de una.
El silencio nos envuelve. Él termina de arreglarme el cuello y me da una palmada en la mejilla.
—Pa, alguna vez te has encontrado ante una situación en la que tienes que elegir si hacer lo correcto o dejarte llevar por lo que te dicta el corazón.
—Vaya, buena pregunta —se queda pensando—. Lo ideal es encontrar un equilibrio. Pero si alguna vez debes escoger entre tu corazón y lo correcto… escoge lo que no te quite la paz —dice—. Para que me entiendas mejor, por ejemplo: Si Ian te pide que lo ayudes a robar un banco, te puedes sentir tentando a hacerlo, por la adrenalina, porque es tu amigo, no obstante, debes hacer lo correcto y lo correcto es negarte a hacer algo ilegal.
—Entiendo, pa. Gracias.
—¿Y puedo saber en qué situación te encuentras?
—Pues —muevo mis hombros y evito mirarlo a los ojos—. No... no es nada. Una bobería.
—Mmm me doy cuenta de que se trata de una mujer. ¿Es mayor?, ¿está casada? Mucho cuidado con ese tipo relaciones, no tienes necesidad de involucrarte en problemas innecesarios.
—No. Eso lo tengo claro. Problemas innecesarios —musito. —Me voy, debo pasar por una tienda antes de ir a mi reunión —le cuento y me alejo de él.
—¿Tienda?
—Sí, voy a recoger un arreglo floral para una quinceañera —respondo y me doy cuenta de que tengo una sonrisa en la cara, la misma que al ver el gesto que hace papá se desvanece. Me siento tonto y avergonzado.
—La hija de Nolan Collins —manifiesta sorprendiéndome. Lo miro a los ojos y veo en su rostro sorpresa, como si acabara de descubrir algo. —Andy... uno no muerde la mano que nos da de comer —comenta. Nos quedamos mirando—. Y recuerda esto: siempre ten en cuenta las consecuencias de tus acciones y no te dejes llevar por impulsos emocionales.
Aquella frase me queda sonando.
Me despido de él y parto directo a la floristería. Encargué un arreglo especial para Layan. No es un gesto romántico. Es una forma de decir, te aprecio, sin cruzar ninguna línea. Porque sé que debo mantener distancia. Layan apenas está cumpliendo quince años.
Al llegar a la tienda veo un enorme arreglo floral sobre el mostrador. La empleada muy amable y con cierta dulzura me las entrega.
—Qué buen gusto —dice la florista—. Las flores rosadas representan el respeto y la dulzura. ¿Es para tu novia?
—No, son para una amiga.
—Qué lindo detalle. Ella jamás olvidará un detalle como este.
Agarro el arreglo floral y con cuidado lo meto en el coche. Llego a la dirección, cuando ingreso lo primero que captan mis ojos es a una señorita de vestido rosa cabello lacio bailando muy divertida junto con otra chica, las reconozco es Layan y Emma su amiga. Está feliz. Inocente. Me ve y se sorprende. Se lleva las manos a la boca.
—Andrés —pronuncia emocionada y viene hacia mí.
—Feliz cumpleaños, Layan —expreso—. Son para ti —se las entrego. Se pone feliz. Me alegra haber contribuido a su día especial.
—Gracias, están hermosas.
—Sí, están lindas, Layan y el color muy bello. Que detalle Andrés —menciona su amiga, la señora Sabik se acerca y muy amable me da la bienvenida.
—Mi amor dame tus rosas, las pongo en un buen lugar, para que atiendas a tus invitados —manifiesta la señora y Layan se las entrega.
—Con mucho cuidado mami —le sugiere.
—Claro mi amor, no te preocupes —le responde antes de irse.
La música, las risas y las conversaciones quedan de fondo. Conozco a los hermanos de Layan, son fiel copia del señor Nolan, tienen un color de piel dorado muy lindo.
Me traen una bebida y pasamos a sentarnos a una mesa. Emma, su amiga, se excusa para atender una llamada dejándonos solos.