Layan: "Primer amor, primer caos"

17. Advertida.

Layan

Días después

Bajo al comedor con todo el sueño del mundo. Ni la ducha que tomé me sirvió para despertarme. Me quedé despierta hasta las tres de la mañana viendo una transmisión en vivo. La hizo uno de los amigos de Andrés. Al menos a través de la pantalla lo vi. Desde mi cumpleaños no he sabido nada de él. Se alejó. Definitivamente.

Estaban en una cancha de básquet, con música, riéndose, divirtiéndose... Lo que más me gustó fue que no estaba con Kaylee.

No me responde los mensajes. Incluso lo llamé con la excusa de que me ayudara con química, pero tampoco contestó. A veces me pregunto si papá habló con él y le prohibió acercarse a mí. ¿Y si fue eso? ¿Cómo saberlo?

—Buenos días, mis amores —saluda Nancy y nos exige que nos sentemos.

—Mi amor, ¿dormiste mal? Tienes unas ojeras terribles —pregunta mamá, preocupada, sirviéndonos el jugo.

—No, tuve mucha tarea y me quedé estudiando hasta tarde —miento. Siento la mirada de Nancy sobre mí, no dice nada y se marcha.

—¿Y cómo así les mandan tanta tarea? —interviene papá—. Mi amor, si necesitas ayuda, solo dime y hago un espacio para apoyarte.

—No, papi. Bueno, Andrés había quedado en ayudarme con química, pero no lo he visto —digo, aprovechando la conversación.

Papá me mira fijamente, como si buscara algo más en mis palabras.

—¿Tú? ¿Teniendo problemas con química? —se extraña—. Mi amor, nunca has tenido dificultades ni con matemáticas, mucho menos con química. ¿Qué pasa?

—Pues sí, papi, pero ya ves. Por eso Andrés se ofreció a ayudarme —insisto.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo te puedo ayudar. O tu mamá —agrega, serio.

—Así es, Layan. No sabía que tenías problemas con esa materia, mi amor —dice mamá, buscando mi mirada.

—No quería molestarlos —respondo, bajando la vista.

—Mmm... Contrataremos a alguien que te ayude con eso. Andrés está muy ocupado, no puede ayudar a nadie. Seguro te lo dijo por quedar bien contigo —afirma papá.

—¿Por qué está tan ocupado? ¿No será que lo estás explotando mucho? —me atrevo a decir, casi sin querer.

—Yo no exploto a nadie —responde, tajante—. Él está aprovechando las oportunidades que se le están presentando. Está preparándose para su futuro: el trabajo, las clases en la universidad, el deporte... No tiene tiempo. Y no lo tendrá, porque pienso llevarlo a Brasil.

—¿A Brasil? —musito, sorprendida.

—En serio, mi amor —dice mamá, igual de asombrada que yo.

—Sí. ¿Recuerdas que tenía planificado un viaje a Sao Paulo? —ella asiente con la cabeza—. Ya tengo fecha. Si todo sale bien, una inmobiliaria se encargará de vender los departamentos de dos torres del conjunto que la constructora está levantando allá.

—Mi amor, qué buena noticia —responde ella, tomándole la mano sobre la mesa—. ¿Qué inmobiliaria es?

—La mejor de Brasil: Inmobiliaria Lemann y Asociados.

—Lemann... me suena ese nombre —comenta mamá.

—Seguramente has leído sobre su dueño, Rodrigo Lemann. Es un empresario reconocido, con gran experiencia en el mundo inmobiliario. Ya tenemos una cita. El negocio es casi un hecho.

—Felicidades, mi amor. ¿Pero el viaje será antes o después de las fiestas? —pregunta ella.

—El 2 de diciembre. Regresaré unos días después, y luego volamos a Londres para pasar Navidad allá —responde papá, lanzándole un beso cariñoso.

Aprovecho el momento. Es ahora o nunca.

—Papi, ¿te puedo hacer una pregunta?

—Claro, dime.

—¿Ya saben lo que nos van a regalar por Navidad?

Papá mueve los ojos, como buscando una excusa.

—No. Es muy temprano para pensar en eso. Estamos en octubre.

Mis hermanos aprovechan para empezar a gritar lo que quieren. Uno quiere una consola, y la otra una cámara de fotos profesional. Después de un rato, mamá los interrumpe.

—Chicos, hagan silencio, por favor.

Respiro hondo. Es ahora.

—Yo estaba pensando, papi... —agarro valor—. Quiero que me regales una operación de busto.

Silencio.

Él se queda tieso, masticando lo que tiene en la boca como si de pronto no supiera tragar. Sus ojos se clavan en los míos. Muy despacio, sus gestos cambian de sorpresa a incomodidad, y luego a molestia.

El comedor queda en silencio. Se podría escuchar caer un alfiler.

—Te volviste loca, ¿verdad? —dice finalmente—. Sí, eso es. La falta de descanso te hizo mal y estás diciendo cualquier cosa.

—No, papi. Estuve investigando. Sé que en Colombia es normal. Muchos padres regalan a sus hijas su primera cirugía estética. Solo tendríamos que viajar. Además, no es tan costosa.

Silencio total. Nadie se atreve a decir nada.

—Niños, vayan a cepillarse los dientes y preparen sus mochilas —dice mamá en voz baja, sin mirarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.