Layan: "Primer amor, primer caos"

20. Rebelde.

Layan

Después de lo ocurrido anoche, me siento de mal humor. Como si quisiera gritar, llorar, encerrarme en mi habitación y no salir de ahí. Sé que no puedo cambiar el hecho de que alguien como Samara me haya dado la vida, pero duele. Duele saber que vengo de ella.

Cuando escuché a Grace hablar de sus nietos, sentí… celos. No lo voy a negar. Y cuando hizo ese comentario sobre Samara, me llené de rabia. Estoy consciente del daño que ella nos ha hecho y entiendo por qué nadie la quiere, pero eso no significa que me guste oírlo. Sé que no puedo cambiar la realidad. Mi realidad: soy hija de una maldita loca y de un hombre que fue un bueno para nada… que por suerte se arrepintió y enderezó su camino.

A veces tengo miedo de parecerme a uno de los dos. Después de todo, son mis padres.

—¡A tiempo! —oigo un grito de mi papá y bajo de mi nube. Veo a mi alrededor y ya estamos en el parqueadero del colegio.

—Papi, eres el mejor —lo adula Dorian.

Nos bajamos del auto y, mientras mis hermanos se despiden de papá, yo me tomo una selfie.

—¡Que tengan un buen día! —lo oigo gritar, mientras los pequeños salen corriendo.

—Yo también me voy —me adelanto.

—¿Cómo te sientes? —Se acerca a mí con cautela.

—Bien. No tienes por qué preocuparte.

—Te lo pregunto por lo que sucedió anoche y por cómo le contestaste a tu mamá hoy en el desayuno.

—Papi —lo interrumpo y me aproximo a él para darle un beso en la mejilla. No quiero hablar del tema—. ¡Ajá!, mi mamá —susurro al apartarme de él, sujeto con firmeza las correas de mi mochila y doy un paso alejándome de él.

—Layan…

—Adiós, se me hace tarde —apresuro el paso. No sé por qué le dije eso, quizá en el fondo lo siento así. Debo prepararme para su regaño cuando regresemos a casa. En fin.

Cuando ingreso al salón, veo que en una esquina están reunidos mis compañeros en un círculo, cuchicheando. Seguramente están planeando alguna tontera.

Saludo a Em y Henry, que están cerca de la puerta, tomados de la mano y viéndose de una manera tan dulce.

—Hola, Layan, ¿cómo sigues? —pregunta mi amiga preocupada.

—Ya estoy bien.

—¿Segura? Es que anoche que hablamos te sentí extraña.

—Estoy bien —respondo, dejando en evidencia que nada está bien. Es obvio que algo me molesta, que tengo ira, fastidio. Termino pidiendo disculpas por la manera en que le respondí anoche.

—Nadie tiene porque soportar tus dramas —aparece en la puerta Alison. Y es un mal momento. Me giro hacia ella, cierro mis manos en puños y resoplo, enfrentándola con la mirada. Me acerco a ella, quedando a un paso.

—No te metas. No me molestes. Y si no quieres oír adjetivos calificativos de alto impacto, no me provoques, porque en este momento, no me soporto ni yo misma.

Veo cómo una de sus cejas se levanta con un movimiento casi imperceptible.

—¿Qué pasó, Layan?, ¿estás de mal humor porque la estrategia de ayer no te funcionó? ¿O por qué tu papito te descubrió y te regañó?

—¿De qué hablas?

—De hacerte la desmayada justo cuando Andrés pasaba para que te ayudara. Buena estrategia. La pondré en práctica, pero seré más inteligente.

—No vayan a empezar —interviene Emma poniendo los ojos en blanco.

—¡Déjala que vote su veneno! Es la única manera en que logra captar mi atención.

—Ay, por favor, Layan, ¿quién quiere tu atención? Ni la de mi mamá necesito —comenta moviendo su cuerpo—. Te apuesto a que Andrés y yo estaremos juntos, él se va a fijar en mí. Porque yo sí estoy dispuesta a hacer cosas por él. Como apoyarlo en lo que le gusta, y si quiere otra cosa, también. En cambio, ¿qué puede esperar de ti? Una niña que todo el tiempo trae a su papá encima y que para todo pide permiso, porque es una miedosa. ¡Infantil!

—Alison, no me busques porque te puedes sorprender —susurro.

—Ah, sí —ironiza. Y todo el salón empieza a aupar una pelea—. Sorpréndeme entonces. Hoy a las doce el equipo de baloncesto de la universidad de Columbia tiene su primer partido en la universidad de New York, y yo obvio que voy a ir. No te atreves a ir, por miedo a perder clases, por terror a tu papá, porque todavía eres una niñita chiquita —se burla.

Elevo el mentón y la miro desafiante.

—Layan, no le hagas caso —dice Emma.

Me fastidia todo lo que me está diciendo. No dejo de mirarla. Sin embargo, cuando estoy a punto de responderle, el maestro de sociales ingresa.

—Te respondo en el receso —le digo, demostrándole que no le tengo miedo.

Los minutos pasan, y ni me entero de que tratan las clases. No puse atención.

Alison pasa por mi lado y me dedica una fuerte mirada, la misma que combato con otra peor, haciéndola desviar la suya. Sale del salón, y yo voy detrás de ella.

Los pasillos están llenos de voces.

—Vamos al baño —me dice mirando disimuladamente las cámaras de videovigilancia que hay. Entiendo el mensaje.




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