Layan: "Primer amor, primer caos"

23. La verdad sale a la luz.

Nolan

Al parecer hoy no es mi día. Primero, un idiota me chocó el auto, lo que me hizo perder tiempo, llegar tarde e iniciar con retraso una reunión programada con potenciales clientes. No hay nada que me ponga de peor humor que quedar mal en mi trabajo. Para mí, la responsabilidad comienza desde el primer contacto con un cliente, y estos errores, aunque no sean míos, me desestabilizan.

—Aún quedan unas ocho horas del día. Espero que mejoren.

Estoy a días de viajar a Brasil y debo dejar varios asuntos en orden para que Omar se encargue del resto. También está el viaje de Navidad y fin de año que haremos en familia, así que no hay margen para el desorden.

Camino hasta la mesa de trabajo donde tengo el plano del nuevo proyecto: una casa. Me acomodo en la silla y observo con detenimiento cada línea trazada. Paso los dedos sobre el papel, centímetro a centímetro, repasando detalles.

Entonces, inesperadamente, pienso en Andrés. Llega temprano, si hay que venir los sábados lo hace, nunca pone excusas. Siempre está dispuesto a ayudar y a aprender. Su progreso ha sido notable. Se emociona cuando habla del espacio, del ángulo de la luz natural. Me recuerda tanto a mí, a mis inicios.

Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro, acompañada de una idea tentadora y retadora, para él y para la empresa.

—No será mucha responsabilidad... Él puede. Es capaz.

El sonido del teléfono me interrumpe. Miro hacia el escritorio, me levanto, camino hacia él y contesto.

—Dime, Kate.

—Arquitecto, tengo en la línea dos a la enfermera del colegio de su hija —dice, y mis ojos se abren de par en par. El corazón se me detiene por un instante. Hace ocho días fui al colegio y la encontré en la enfermería. ¿Qué será ahora?

—Gracias, ya tomo la llamada —respondo, intentando mantener la calma—. Buenos días, dígame que están bien mis hijos —es lo primero que sale de mi boca. El nudo en la garganta ya está presente.

—Señor Collins, buenos días. Soy la enfermera del colegio. Todo está bien con sus hijos. El motivo de mi llamada es otro.

Al oír esas palabras respiro aliviado.

—¿Qué sucedió entonces?

—Le llamaba para recordarle que necesitamos los resultados del estudio médico que la doctora le pidió a Layan. Es importante para completar el expediente y hacerle seguimiento...

Frunzo el ceño. Lo que está diciendo no tiene sentido.

—Un momento, por favor. Creo que se está confundiendo de estudiante. ¿De qué estudio habla? Mi hija está bien.

—¿Perdón? No, señor Collins. La doctora del colegio le pidió a Layan realizarse un estudio porque presentó un fuerte dolor en el vientre.

—Disculpe, pero no estoy entendiendo nada. Quizás mi esposa lo sepa, no sé... ¿Cuándo fue eso?

—Hace ocho días.

—¿Ocho días? —repito, sin entender nada. Rápidamente repaso en mi mente los últimos días, buscando alguna señal. Layan ha estado de mal humor, aislada, sí... pero sana. No recuerdo haberla visto enferma. —¿Está segura? —vuelvo a preguntar.

—Sí. Qué extraño que Layan no les haya comentado. Se fue del colegio con un permiso para realizarse el examen.

—¡¿Qué?! —exclamo, alzando la voz. Cierro los ojos y me llevo dos dedos a la frente, intentando no perder el control. Respiro. —¿Me está diciendo que mi hija salió del colegio porque se sentía mal?

—Sí, señor.

—¿Y se puede saber con quién enviaron a casa a mi hija, si se encontraba enferma? ¿Por qué no me avisaron? ¿Cómo es posible que mi hija salga del colegio y yo, su padre y representante legal, no supiera nada?

—Pues... vinieron por ella.

—¿¡Quién!? —grito, desbordado por la indignación. Esto ya no es solo un error, es una negligencia.

—El señor Tyler Banks. Él la llevó del colegio —explica, y siento que la sangre me hierve al oír ese nombre.

Una oleada de calor recorre mi cara. La ira se expande por cada vena. Si Tyler está metido en esto, nada bueno puede haber detrás. Respiro hondo antes de hablar.

—¿Y quién autorizó que mi hija se fuera con ese tipo?

Hay silencio. Puedo sentir la tensión al otro lado de la línea.

—Señor... ahora la que no entiende soy yo.

—Mire, señorita, tomaré acciones legales contra el colegio por negligencia. Han violado todos los protocolos establecidos respecto a la seguridad de los estudiantes. Es inadmisible que hayan cometido tantas faltas con una sola alumna.

—No entiendo...

—Primero, mi hija supuestamente se enferma y no nos avisan ni a mí ni a mi esposa.

—Es que la señorita nos dijo que había intentado localizarlo, pero que no pudo, al igual que con su madre...

—Sí, cómo no. ¿Y ustedes le creyeron? ¿No verificaron? ¿Le creyeron a una adolescente? ¿Quién manda en ese colegio, ustedes o los estudiantes?

—Señor Collins...

—No me diga más —corto, abruptamente. —Esto lo resolveré con el director y con la involucrada.




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