Layan: "Primer amor, primer caos"

30. Travesura ahora, problema después.

Layan

—¡Ya! No te muevas —pasó por última vez el cepillo en el cabello de mi hermana. Hoy se le ocurrió que quería que la peinara para que fuéramos iguales. Espero que no empiece a tenerme como referente, yo soy un desastre y no quisiera que pasara malos ratos como yo—. ¿Qué estás comiendo? Estás muy alta —menciono mientras le coloco una cinta.

—Verdad que sí estoy creciendo. Voy a ser muy alta como mi papi —habla emocionada y me recuerda a mí cuando tenía su edad.

Sonrío viéndola por el espejo.

—Layan, ¿has visto a…? —mamá se queda mirándonos—. ¡Qué guapas están! —nos halaga desde el umbral de la puerta—. La cola alta les queda hermosa —sonríe—. Aunque amo verlas con el cabello definido.

—¿Verdad que sí, mami? Layan es experta peinando.

—Sí —me mira con ternura—. Gracias, mi amor. ¿Y cómo así decidieron ir peinadas iguales? Además, los tres irán con el uniforme de deportes. ¿Qué pasa?

—Hoy juega el equipo de baloncesto de Columbia en nuestro colegio, y toda la institución va a apoyarlos —responde Hallie.

Observo por el espejo como mamá me mira.

—El equipo de Andrés —musita.

—Sí —contesto.

—Ahhh. Bueno, dense prisa, que van a llegar tarde.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —le digo.

—Claro, mi amor —me responde—. Hallie, baja pronto, que eres la que más tarda en desayunar —dice mamá. Entiendo que lo hace para hablar conmigo a solas.

—¿Cuándo llega papá de su viaje?

—Hoy por la noche —responde, y nos quedamos mirándonos. Siento que quiere decirme algo más, sin embargo, no lo hace. Seguramente está imaginando que me meteré en problemas por Andrés, pero no.

—Date prisa, mi amor —me da un beso en la frente y se marcha.

Le hago caso. Solo tengo que agarrar mi mochila. Paso cerca de mi escritorio y miro mi cuaderno de dibujo.

—No sé a qué te llevo —le hablo como si fuera a responderme—. Sí, Layan, aquí te espero —finjo con voz irónica y burlona.

Creo que me estoy volviendo loca. Lo sigo mirando y recuerdo que el dibujo de Andrés quedó listo.

—No quiero tener nada que me lo recuerde —digo, decidida a romper el trabajo. También siento que es una manera de cortar todo vínculo que me haya unido a él.

Abro el cuaderno y… no está. El retrato no está. Frunzo el ceño y hago memoria, recordando la última vez que trabajé en él. Fue en la biblioteca cuando… No pudo haberse caído.

Vuelvo a revisar el cuaderno y descubro que la hoja donde trabajé fue arrancada.

—¿En qué momento? —digo. Recuerdo que, por ir detrás de Andrés, dejé el cuaderno sobre la mesa. Pero… ¿quién querría robarme un dibujo?, ¿para qué? ¡Ni que fuera famosa!

—¡Layan! —oigo la voz de mamá.

—¡Voy! —grito. Vuelvo a dejar el cuaderno sobre la mesa y pienso que tal vez es una señal divina que me está dando un mensaje.

Rápidamente agarro mi mochila y me reúno con mis hermanos en el comedor.

—Mami, ¿cuándo vas a ir a sacar el permiso? —pregunta Hallie. Me sorprende; no sé de qué están hablando.

—La próxima semana iré sin falta, aún tenemos tiempo.

—¿Sucede algo? —pregunto, con ganas de enterarme.

—Voy a grabar un comercial, y choca con el horario del colegio. No quiero que me pongan malas calificaciones —me responde.

—Ahhh —digo, recordando cuando yo hacía lo mismo.

Nos damos prisa, y en menos de veinte minutos ya estamos rumbo al colegio.

El ambiente se siente diferente, hay una vibra especial. Es como una emoción que me avasalla, y no entiendo por qué.

Hay demasiada gente... y seguridad también.

—Podemos buscarte antes de que empiece el partido —dice Dorian, sin soltarse de mi mano. Se aferra a ella como si tuviera miedo. Me detengo.

—¿Por qué? —indago.

—El bebé tiene miedo —se burla Hallie.

—No tienes que tener miedo, no te va a pasar nada. Solo hay más gente de lo normal —le explico—. Además, no creo que la primaria esté con la secundaria.

Él me mira con esos ojos que me dominan. Odio cuando hace eso.

—Está bien. A la hora del partido me buscan y nos sentamos juntos.

—Eres la mejor hermana del mundo, y por eso te quiero —me abraza la cintura con fuerza.

Seguimos caminando y nos encontramos con Emma. Al vernos, halaga nuestros peinados. Mis hermanos se despiden y toman el camino hacia su sección. Mi mejor amiga y yo caminamos hacia nuestro salón.

De repente, y de la nada, aparece Matías, haciéndonos dar un salto. Las dos chillamos al mismo tiempo.

—¡Bobo! —gritamos.

—Lo siento, no fue mi intención asustarlas —expresa, mirándome compungido—. Oigan, se siente muy festivo el ambiente. No sé por qué mi tío no nos dio el día libre.




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