Nolan
El teléfono empieza a sonar y, cuando voy a subir detrás de Layan, Nancy me detiene diciendo que me llaman del colegio. Solo por eso, no voy detrás de Layan. Con la tensión del momento, ni siquiera pregunto si mis otros hijos están bien. Me dicen que se trata de algo urgente, y por lo mismo decido ir.
—Yo voy contigo.
—No, Sabik, cuida de Layan. Que no salga a ningún lado. Yo voy a ver qué quiere el director —realizo una mueca de desagrado—. Enseguida regreso.
Manejo con las imágenes de la discusión en mi mente. No puedo creer que hayamos llegado tan lejos. La situación, en realidad, me está sobrepasando. Me duele haberla escuchado decir que quiere irse con Tyler. Me lastima que dude de mi amor.
Llego al colegio y hay un alboroto poco usual. Camino por los pasillos hasta llegar al patio central y, de repente, mis ojos captan a una estudiante bañada en pintura roja. Llora, se queja, zapatea y hasta maldice. Reconozco la voz chillona: Alison James.
—¿Qué le pasó? —musito, muy sorprendido, viéndola. Parece un personaje de película.
Como era de esperarse, sus compañeros sacan sus celulares, y entre risas y burlas, la graban.
—¡Chicos, basta! —la defiendo.
Unos, con actitud desafiante, ignoran mi pedido. Otros, con recelo, dejan de burlarse y grabar.
—¡Los odio a todos! ¡Me las van a pagar, malditos! ¡Juro que el que me hizo esto me las va a pagar! —chilla.
Entonces aparecen varios maestros para poner orden. Me saludan. La secretaria del director aparece y me pide que la acompañe. Se disculpa conmigo, y noto que su actitud es sospechosa. Ingreso. El director me recibe amable y, de inmediato, me pide disculpas por hacerme regresar al colegio. La verdad, espero que lo que me tenga que decir sea realmente importante.
—Tome asiento, por favor —sugiere. —El día de ayer su esposa estuvo aquí.
—Sí, me contó.
—Yo quiero pedirle una disculpa por lo ocurrido con su hija mayor.
Mientras va hablando, mi frente se va frunciendo al no entender nada de lo que me dice.
—Un momento —corto su relato—. ¿De qué me está hablando?
—¿Cómo?,¿su hija no le contó?
Oír eso me altera.
—¿Contarme qué? Mire, director, yo estaba de viaje, llegué recién hoy. ¿Qué es lo que mi hija no me ha contado?
Suelta un suspiro y toma una tableta.
—El día de ayer, el equipo de baloncesto de Columbia jugó un partido aquí...
—Estoy al tanto de eso.
—Sí, eh... Todos los chicos estaban presentes y...
—Hable —me desespero.
—Su hija fue víctima de una mala broma.
—¿Mi hija?
El corazón me da un salto, seguido de un escalofrío que recorre toda mi columna. Enciende la tableta y me la pasa. Veo con atención las imágenes. Veo a mi niña, a mi Layan, en las pantallas.
Escucho las palabras, los murmullos, los pitidos, las burlas. Entorno los ojos, la indignación, la impotencia y el dolor en mi pecho me obligan a tomar aire con la boca abierta. Mis manos tiemblan, y los ojos me arden solo de imaginar cómo se sintió ella en ese momento.
Me pongo de pie lentamente. Paso una mano por mi rostro.
—Quiero... No. Exijo saber quiénes son los responsables de este acto tan bajo —bramo, furioso.
El tipo que tengo enfrente se pone nervioso al ver mi reacción.
—Señor Collins, ¿vamos a calmarnos?
—¿Calmarnos, dice? ¡No! Se supone que este es un colegio donde cuidan y protegen a nuestros hijos. Donde su honra se respeta y cuida. ¿Qué pasó? ¿Cómo una señorita de quince años organizó todo esto sola? Imágenes, proyección, sonido...
—En realidad, esto se nos escapó de las manos. Había mucha gente de fuera aquí y...
—Deberían tener más control, para que este tipo de situaciones no se presenten. Pagamos para que la educación de nuestros hijos sea de calidad. Al menos yo pago de tres, y colegiaturas completas.
—Lo sé. Lo entiendo, señor Collins, por eso lo cité: por consideración y porque se necesita marcar un precedente —respira, desviando su mirada—. Ya sabemos quién fue la persona que orquestó todo esto.
—¿Quién?
—La señorita Alison James.
—¿Qué? —digo, sorprendido. Mi cerebro, de inmediato, me da la imagen de ella bañada en pintura roja.
Sinceramente no creí escuchar ese nombre. Ellas tenían una amistad. La misma que se rompió, y eso a veces pasa, pero llegar a este punto deja claro que nunca fueron amigas. O, mejor dicho, que Alison nunca fue amiga de mi hija. Exponerla de esa manera deja claro que la odia. Me quedo sin palabras.
—Entre las causas de expulsión directa está contemplado faltar a la honra tanto del personal directivo, administrativo como del estudiantado. Y la señorita James ha incurrido en esa falta, así que será castigada con la expulsión definitiva del colegio.