Después de haberse quedado dormida, cargando con el peso del enfrentamiento con su padre, la conversación con su adorado tío y el asumir su culpa, Layan abrió los ojos. Permaneció en la cama, con la mirada fija en el techo, recordando…
—Mi amor, ¿qué sucede? Te estoy esperando, mi cielo —dijo Sabik, caminando hacia ella. A pesar de la enorme barriga que tenía, se sentó en el suelo con esfuerzo, junto a la niña, que mostraba un rostro de preocupación y tristeza.
—No quiero ir.
—¿Por qué? Si quedamos en ir juntas…
—Es que tengo miedo.
—¿De tu hermanita? No te va a hacer nada. Solo la vamos a ver por una pantalla. Como la otra vez, ¿lo recuerdas? Necesitamos saber cómo está, si ha crecido…
—Está fea…
Sabik se quedó en silencio, sorprendida por la respuesta.
—¿Por qué dices eso, mi amor?
—La otra vez la vimos, y está horrible. ¿Aun así la vas a querer?
—Claro. Es mi hija. Y las mamás quieren a sus hijos.
Layan hizo una mueca, como si acabara de descubrir algo importante.
—No es cierto… a mí, Samara no me quiso.
Sabik se quedó en blanco. Tan solo la miraba y luego reaccionó.
—Es que ella nunca fue tu mamá. Yo soy tu mamá —respondió, con tristeza.
Layan la miró a la cara y le sonrió ampliamente.
—Es cierto. Tú eres mi mamá y te amo con todo mi corazón. Además, las brujas no tienen hijos. ¡Te amo mucho, mami! —la abrazó, poniéndose de rodillas, y la llenó de besos por toda la cara.
—Yo te amo más, mi cielo —le devolvió el abrazo y le dio palmadas cariñosas en el trasero—. Nunca, nunca olvides que siempre te voy a amar. Porque aunque no hayas estado aquí —dijo, posando su mano sobre la pronunciada barriga—, tú eres mi hija. De corazón… de amor.
—¿Y cuando nazca la bebé también me vas a amar?
—Por supuesto. Y mi amor será el doble, solo para ustedes dos. Prométeme que nunca vas a dudar de que mamá te ama.
Layan levantó la mano derecha.
—Te lo prometo, mami.
—Te amo con todo mi corazón, mi niña hermosa —dijo Sabik, abrazándola y colmándola de besos.
—Te amo, mamá —susurró Layan, volviendo a la realidad, mientras las lágrimas le rodaban.
Un sonido la sacó de sus pensamientos. Era la notificación del celular. Se sentó en la cama y tomó el dispositivo. Era un mensaje de Erika, su compañera:
Hola, Layan. Hoy te fuiste temprano y no pudimos hablar. Quiero decirte que no estoy de acuerdo con lo que te hizo Alison, y para que olvides un poco el mal rato quería invitarte a una fiesta. Bueno, no es mía, es de unos amigos. Si quieres venir, avísame y nos ponemos de acuerdo.
Layan dejó el teléfono a un lado.
—¿Una fiesta? ¿Y si todos ahí se burlan de mí por lo que pasó? No... suficiente tuve esta mañana con los murmullos de algunos idiotas.
Se frotó el rostro con ambas manos. Justo cuando iba a responderle a Erika, apareció otra notificación, esta vez de Instagram. Era un mensaje de Matías. Abrió la aplicación y leyó:
Eres una niña increíble. No dejes que lo que digan otros te afecte. La gente siempre va a hablar, nunca se les da gusto con nada. Quiero verte el lunes con esa hermosa sonrisa que tienes, esa que alegra el día de muchos. ¡Excelente fin de semana!
Frunció el ceño, sorprendida.
—¿Soy yo o Matías me está tirando la onda...? ¿Le gusto?
Volvió a mirar la aplicación. Tenía una solicitud de mensaje. Era un video de una cuenta sin nombre.
—¿Quién será? —murmuró. La curiosidad la venció. Abrió el video.
Hola, mi amor. Soy yo… mamá.
Sus manos empezaron a temblar. Se puso tensa. Aquel rostro le resultaba desconocido. No era el que recordaba de niña. Samara aparecía acabada, con el cabello maltratado, algunas arrugas y ojeras bien marcadas. No vio nada de sí misma en ella.
No sé si tu papá te entrega mis cartas, no he tenido respuesta, pero quiero que sepas que siempre pienso en ti. El abogado me mostró algunas fotos tuyas en revistas. Estoy muy orgullosa de ti. Eres hermosa; esa belleza la heredaste de mí.
Falta poco para que salga, mi niña, y lo primero que quiero hacer es verte, Layan. Quiero acercarme a ti. Cuando salga, ya serás mayor. Podemos recuperar el tiempo perdido. Sueño con vivir a tu lado. Eres lo único que me queda. Mi única familia.
No creas todo lo que te dicen. Sé que me equivoqué mucho, pero soy tu madre. Llevas mi sangre, mi esencia… y te quiero. Si quieres, puedes escribirme a esta cuenta; la creó mi abogado. Respóndeme, mi amor. No olvides que mamá te ama.
Layan rompió en llanto. Verla. Escucharla. Fue un golpe directo. Las palabras mamá te ama la golpearon duro. Su corazón latía con fuerza, y sus manos temblaban sin control. Sintió calor en la cara, y no supo si era rabia, tristeza o vergüenza. Quizá todo a la vez.