Layan: "Primer amor, primer caos"

38. Momentos de angustia.

Narrador Omnisciente

Los Collins volvían a pasar por las horas más difíciles de su vida. Con la diferencia de que, en esa ocasión, no había un Tyler salvador, ya que él no estaba en el estado.

Nolan estaba desesperado. No entendía cómo llegaron hasta ese punto. Los nervios hacían de las suyas con él. Le dolía la cabeza de tanto pensar: ¿a dónde pudo haberse ido su hija? Tenía el corazón destrozado.

En cambio, Sabik no dejaba de culparse por lo que estaba pasando. En silencio lloraba y le pedía a Dios que, donde estuviera, Layan se encontrara bien.

Omar también se sentía culpable.

—Piensen dónde más pudo haberse ido. Estamos perdiendo tiempo valioso —protestó.

—No, tú no puedes venir a mi casa a decir qué debemos hacer, cuando fue que desapareció de tu casa. ¡Tú tenías que cuidarla, y se te escapó! —gritó el nervioso padre.

Cristina se metió en medio de los dos, intuyendo lo peor. Sabía del amor que cada uno le tenía a Layan, y no iba a permitir que un momento de terrible angustia los dividiera.

—¡Cálmense los dos! No es el momento de dividirnos. Debemos estar unidos, pensar, actuar. Con echarnos la culpa no solucionamos nada. ¿Ya llamaron a su mejor amiga?

—Sí, pero no está con Emma. Con ninguna de las amigas que le conocemos —respondió Nolan—. Del país no ha salido, sin mi permiso no puede hacerlo.

—Entonces demos aviso a la policía —sugirió Sabik, fuera de sí.

Su esposo, al verla así, la abrazó volviéndose uno solo.

—¿Y si se fue con el chico de ojos azules? —comentó Hallie, uniéndose a la conversación y consternación de toda la familia.

Al oír sus palabras, Nolan y Omar se miraron. Era una gran posibilidad.

—No creo que esté con él. Está desilusionada de Andrés. Me lo dijo —confesó el tío.

—Nada pierdo con averiguar, y si no está con él, damos aviso a las autoridades —sentenció Nolan, sacando su celular del bolsillo del pantalón.

Rápidamente, marcó el número de Andrés. El joven se sorprendió, pero le contestó con la amabilidad y respeto de siempre. Cuando supo que Layan estaba desaparecida, él también se preocupó. Y mucho.

—Señor Collins, le prometo que voy a investigar con las animadoras del equipo. Sé que ella simpatizó con algunas... —se quedó callado.

—Te lo voy a agradecer mucho, Andrés.

—Vamos a dar con ella, no se preocupe —aseguró. También se quedó preocupado por el paradero de la joven.

Cuando Nolan colgó, no pudo más. Se dejó caer en el sofá con los ojos llenos y el corazón queriéndole explotar en mil pedazos. Ni la vez que se perdió cuando niña causó tanto dolor y angustia.

En casa de Andrés, su tía Constanza notó de inmediato que algo pasaba.

—No son buenas noticias, ¿verdad, mi amor?

—Layan se fue de la casa y su papá está desesperado buscándola.

—Mmm, la niña de la que hablamos hace un rato.

—Sí, tía. Y es extraño, ella es una niña bien portada. Según su papá, pelearon. Se fue de la casa dejando su celular, por eso no pueden rastrearla —contó con tristeza.

—Bueno, de seguro, está enojada y ya aparecerá.

—Debo hacer algo. Debo ayudar a encontrarla —habló abatido, buscando su celular. Pero en cuanto lo desenfundó, este empezó a vibrar. Frunció el ceño al ver la pantalla.

«Este seguro me llama para preguntarme si voy a ir a la fiesta» pensó.

—¿No vas a contestar? —preguntó la tía.

Andrés pensó en no hacerlo, pero al recordar que él era novio de una de las animadoras, creyó que sería buena idea pedirle ayuda.

—Dime, Iam.

—Ojos bonitos, te estamos esperando. La fiesta aquí ya está prendidísima.

—No, me esperen, Iam. No iré.

—¡¿Por qué?! —exclamó.

—Porque Kaylee no va a ir y...

Iam hizo muecas al oírlo. En realidad, con los amigos que estaba, no se llevaba tan bien como con Andrés. Solo con él se desahogaba, porque lo escuchaba sin juzgar, lo entendía y sentía su amistad sincera y verdadera. En ese momento, solo quería hablar con alguien sobre lo que estaba pasando y sintiendo.

El dolor que sentía ante la ausencia de sus padres, la expulsión de su hermana del colegio, solo le reafirmó que estaban solos. Que, a pesar de tener a sus dos padres, eran huérfanos. Pensó que yendo a esa fiesta se olvidaría de sus problemas al menos por un rato. No obstante, eso no pasó. Sentía que no encajaba, y hasta pensó en irse.

«Seguramente, al saber que Layan está aquí, viene», pensó.

—Oye, oye, adivina quién está aquí —le interrumpió.

—No sé, y no me interesa...

—Layan —soltó de una.

—¿Qué?, ¿qué dijiste?

—Que Layan está aquí, y no sabes… está muy bonita. Sin embargo, no me gusta que esté aquí. Por lo poco que he tratado con ella y desde esa vez que le puse un cebo para ver si caía, sé que ella no pertenece a este ambiente. Sabes a lo que me refiero —comentó.




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