Layan: "Primer amor, primer caos"

EPÍLOGO

Madrid, España.

Tres años después

Nolan

Hoy es un día importante para toda la familia, sobre todo para mi princesa. Hoy se gradúa del colegio. Hoy da un paso importante en su vida. La algarabía de este día se siente en el ambiente. Algunos estudiantes del último año corren por los pasillos felices. No veo a mi princesa ni a sus amigas.

Los familiares esperamos en el salón de actos, a la espera de que la ceremonia inicie.

—Ya vengo.

—¿A dónde vas, mi amor?, ya mismo empieza —me detiene Sabik.

—Voy a dar una vuelta. Esta espera me pone mal —respondo.

—Está bien —contesta, deteniendo a Dorian que quiso levantarse. Me muevo rápidamente y en el pasillo me encuentro con Tyler.

—Hola Nolan, estoy perdido del salón.

—Sigue derecho. Vas en la dirección correcta —expreso y paso de largo.

Mi caminata me lleva a la sección preprimaria.

—Aquí inició tu vida estudiantil. Fue un día complicado, estabas sensible extrañando a Samara —murmuro, y la mirada se me detiene en uno de los juegos infantiles, mientras mi mente me lleva a ese día.

—Mi amor, ya no llores. Hoy es un día especial, es tu primer día de clases, donde vas a aprender mucho, conocer más cosas y, sobre todo, vas a hacer amigos, mi cielo —le seco las lágrimas. Pero su rabieta continúa—. ¡Ya basta! —la sigo escuchando gimotear—. ¡Ya! —exclamo, alargando mi paciencia. Me pongo de pie, le tomo de la mano y empiezo a caminar con ella hacia el famoso auditorio.

—Y volviste al mismo colegio, mi cielo —mascullo y me paso una mano por la quijada.

—Señor Collins —me detiene una magíster—. Por favor, pase al auditorio, ya vamos a empezar, los chicos ya van a ingresar.

—Muchas gracias —digo, y con una sensación extraña dentro de mi pecho regreso la mirada nuevamente hasta aquel juego infantil. Sonrío de lado y camino hacia el auditorio.

Tomo asiento junto a mi esposa.

—Todo está bien, mi amor.

—Sí —le agarro la mano y, por encima del hombro, encuentro a Tyler. Layan se ha empecinado en seguir tratándolo, y por ella tengo que verlo en eventos especiales como este.

—Dorian y Milán, silencio por favor —les hago callar y le dedico una mirada a Omar que está más interesado en su nueva cámara que en ver a su hijo.

—No te esponjes, pareces viejo amargado —manifiesta. Ruedo los ojos y me callo.

De repente dan inicio al programa y, cuando anuncian el ingreso de los futuros bachilleres, todo el auditorio se pone de pie para recibirlos con aplausos.

—No veo a Layan —me preocupo.

—Ahí está, papi, es la cuarta —dice Hallie señalándola.

—Es que ingresan por orden de apellidos, y nuestra nena trae el cabello lacio —interviene Sabik—. Se ve bella con la toga.

—Seguro se lació el cabello porque, si no, no le entraba el gorro de graduación —ironiza su hermano.

—Se llama birrete —lo corrige su hermana.

Volvemos a nuestros asientos.

—Les apuesto que mi muñeca es la mejor de la promoción —comenta con orgullo Omar.

—Eso ni dudarlo —le contesta su esposa.

No digo nada, pero no dudo de eso. Se ha matado estudiando, tiene las mejores calificaciones. Se ha esforzado. Ella lo merece.

El evento sigue lo programado. Lo típico: palabras, lectura del acta de grado, frases motivadoras, intervención de una violinista… hasta que llegan al punto más emotivo para mí como padre: la colocación del birrete.

Me siento tan orgulloso. Solo las personas que han pasado por un momento así pueden entender el sinnúmero de emociones que se sienten al ver a nuestros hijos culminar con una etapa tan importante en su vida.

Mi princesa, al vernos entre la multitud, levanta la mano y nos saluda, rompiendo con la formalidad.

Vuelvo a su asiento mientras el acto continúa. Al terminar, dan una frase motivadora.

—Siete, entrega de reconocimiento al mejor bachiller de la institución —dice la maestra a cargo.

Cuando dice eso me quedo perplejo, todos nos quedamos mirando, un poco confundidos.

—Por primera vez en la institución ocurre algo así: tenemos a dos estudiantes con las más altas calificaciones, convirtiéndose en las mejores bachilleres de este período —hace una pausa, y con ella se pausan nuestros corazones—. Las estudiantes... —Mi corazón se paraliza, se me va el aliento—. Collins Carter Layan.

Toda la familia aplaude de inmediato, muy felices.

—Entendemos la felicidad, pero silencio por favor para poder continuar. Gracias. Y la estudiante Hall Baker Emma Marie.

También aplaudimos. Busco con la mirada al padre de Emma. Se lo merecen.

—Y pensar que esas dos no se llevaban bien —comenta Omar—. Mi muñeca quería darle de karatazos, ¿te acuerdas, Nolan?




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