Lazos de Ambición

Capítulo 5

El eco de la propuesta de Mateo a Luz aún resonaba en las mentes de ambos patriarcas. Don Raymundo Castro y Don Antonio Pimentel, enemigos declarados por generaciones, se encontraron cara a cara por primera vez en años, no en un campo de batalla financiera o social, sino en el neutral y discreto salón de un club de caballeros. La cita había sido convocada por el propio Raymundo, movido por la inquebrantable decisión de su hijo y, quizás, por un atisbo de la obstinación que él mismo poseía.

El silencio inicial era denso, cargado de años de desconfianza y resentimiento. Don Antonio, con su porte altivo y una mirada que analizaba cada movimiento de su contraparte, esperó a que Raymundo rompiera el hielo.

Don Antonio— comenzó Raymundo, su voz grave y pausada. —No negaré que esta situación me trae recuerdos amargos. Nuestra enemistad es antigua, y sus heridas profundas. Sin embargo— hizo una pausa, sopesando sus palabras, —mi hijo Mateo está decidido. Y Luz, su hija, también lo está. He visto la fuerza en los ojos de mi hijo, una fuerza que nunca antes había admirado tanto. Y por lo que me han contado, su hija comparte esa misma determinación—

Don Antonio asintió lentamente, su expresión endurecida, pero una chispa de curiosidad en sus ojos. —Mi hija Luz, es una Pimentel. Orgullosa y fuerte. Y sí, está enamorada de su hijo. No se lo voy a negar. Pero esto, Don Raymundo, es un polvorín. Un matrimonio entre ustedes y nosotros solo traerá más conflicto. Usted sabe lo que hemos sufrido por culpa de su familia—

Y usted sabe lo que nosotros hemos padecido por la suya— replicó Don Raymundo, con una sinceridad inesperada. —Pero la historia la escriben las generaciones presentes, no las pasadas. Si nuestros hijos quieren unir sus vidas, ¿qué derecho tenemos nosotros a destruirlas con nuestras rencillas? Mateo ama a Luz, y no hay fuerza en este mundo que lo haga desistir. Y si él está dispuesto a intentarlo, creo que nosotros, como padres, deberíamos al menos darles una oportunidad. Por ellos—

Un largo silencio se cernió entre ellos. Don Antonio miraba fijamente la taza de café en su mano, reflexionando. La idea de una tregua, por improbable que pareciera, comenzaba a germinar en su mente. No era por amor a los Castro, sino por el bienestar de su hija. Verla sufrir era algo que, a pesar de su dureza, no podía soportar.

Finalmente, levantó la vista y miró a Raymundo a los ojos. —Tregua— dijo secamente. —Por nuestros hijos. Pero que quede claro, Don Raymundo, que esto no significa que olvidemos el pasado. Un paso en falso, y esta tregua se romperá en mil pedazos—

Don Raymundo asintió, un leve gesto de alivio cruzando su rostro. —Entendido, Don Antonio. Por nuestros hijos— Y así, en un pacto silencioso, las dos familias enemigas firmaron un armisticio, forjado por el amor de dos jóvenes que se atrevieron a desafiar el legado de odio.

🎀

Mientras tanto, en la hacienda de los Pimentel, Luz se enfrentaba a la desaprobación de su madre, Katia. Katia, una mujer elegante pero con una fuerte aversión a todo lo que oliera a los Castro, la recibió en su tocador, un espacio íntimo y cargado de perfumes y recuerdos.

Luz, hija mía— comenzó Katia, su voz llena de preocupación y una punzada de decepción. —Sé que te has enamorado. Lo veo en tus ojos. Pero, ¿tenía que ser un Castro? ¿No hay nadie más en el mundo para ti?—

Luz se sentó frente a ella, su expresión seria. —Madre, entiendo tus reservas. Sé que la historia entre nuestras familias es difícil. Pero he conocido a Mateo. Y él no es su padre, ni usted es la señora Castro. Es él. Es su corazón. Y su amor es lo único que me importa—

Katia suspiró, acariciando la mejilla de su hija. —Lo sé, mi amor. Y te amo más que a nada en este mundo. Si tu padre lo ha aceptado, y tú estás tan decidida... entonces yo también te apoyaré. Pero prométeme, Luz, que serás cautelosa. Que no dejarás que el corazón te ciegue por completo—

Un torrente de gratitud inundó a Luz. A pesar de sus temores, su madre le brindaba el apoyo que tanto necesitaba. —Lo prometo, madre. Y gracias. Gracias por entenderme—

En ese momento, Eurice, la hermana mayor de Luz, entró en la habitación, con su pequeña hija Paula de la mano. Los ojos de Eurice brillaban de emoción.

—¡Luz! ¡Mamá! ¡Es increíble! Mateo vino y le pidió la mano a Luz. ¡Es oficial! ¡Vamos a tener una boda!— exclamó Eurice, su voz llena de alegría. Paula, la pequeña, balbuceó algo ininteligible, como si también estuviera celebrando.

Katia sonrió levemente, viendo la felicidad genuina en el rostro de su hija mayor y la efusividad de la menor. El apoyo de Eurice era un bálsamo para Luz.

—¡Claro que sí, Paulita! ¡Esto es una maravilla!— dijo Eurice, besando a Paula. —Y Luz, te ayudaré en todo. ¡Será la boda más hermosa!—

Luz, sintiendo un peso menos sobre sus hombros, abrazó a su hermana. —Gracias, Eurice. De verdad. No sé qué haría sin ti—

🎀

Con la aprobación tácita de sus padres y el entusiasmo de sus hermanas, Luz y Eurice se sumergieron en los preparativos de la boda. La sala de estudio de Luz se convirtió en un torbellino de bocetos, muestras de telas y listas interminables.

Primero, tenemos que pensar en el lugar— dijo Eurice, extendiendo un mapa de la región. —Una boda tan importante, y con la tregua recién firmada, creo que deberíamos hacerlo en un lugar que simbolice unión. Quizás la vieja ermita en las colinas, ¿no crees?—

Luz asintió, imaginando la escena. —Sí, la ermita es perfecta. Es hermosa y está en un punto neutral, entre nuestras propiedades. Y la vista es espectacular—

—Ahora, el vestido— continuó Eurice, sacando un álbum de moda. —Debe ser algo que refleje la elegancia de los Pimentel, pero también tu estilo, Luz. Algo que haga suspirar a Mateo—



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En el texto hay: amor, ambicion, optimismo

Editado: 25.09.2025

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