CAPÍTULO 4: Una máquina mortal
“Máquinas Mortales” no era exactamente el tipo de película que tenía en mente para ver solos esa tarde, pero en defensa de Caleb, si nos encontraban viendo lo que yo tenía en mente para la ocasión –algo más bien del tipo romántico–, estaríamos en problemas. En realidad, si mis padres llegaban antes a casa, estaríamos en problemas de todos modos por el simple hecho de estar los dos solos. Aún así, era mejor no tentar demasiado a la suerte. Además, no tenía intención de prestarle demasiada atención a la película.
Caleb y yo estábamos solos al fin. Sabía que no podíamos hacerlo en mi casa, el riesgo era demasiado grande, pero definitivamente quería besarlo de nuevo. Así que lo hice. Apenas volteó a verme –probablemente para saber por qué de repente lo miraba– acerqué mi rostro al suyo y uní nuestros labios. Caleb respondió de inmediato, y tal como lo creí la noche anterior, esta versión de él era adictiva.
No supe esta vez quién profundizó el beso, pero de repente nos besábamos como si nuestras vidas dependieran de ello. Casi por voluntad propia mis manos buscaron su rostro, y las suyas, mi cintura. Sentí sus brazos cerrarse aún más alrededor mío, pero estando sentados en el sillón, nuestra posición era algo incómoda. Así que me recliné lentamente hacia atrás, llevando mi cabeza al brazo del sillón, y Caleb vino conmigo. De repente, no había espacio entre su cuerpo y el mío, y el sentimiento fue excitante. Pero entonces, Caleb rompió el beso.
—Eva ¿es cierto lo que dijiste anoche? –preguntó casi susurrando, separando su rostro del mío sólo lo suficiente como para hablar.
—Por supuesto que sí. Lo he estado pensando mucho y estoy decidida –contesté rápidamente, sabiendo exactamente a qué se refería.
Caleb me miró fijamente unos instantes. Estaba segura de que volvería a besarme, pero en lugar de eso, separó por completo su cuerpo del mío y volvió a incorporarse en el sillón.
Cuando lo hizo, entendí que algo no estaba bien.
—La verdad es que yo también lo he pensado, Eva –dijo de repente, sonando preocupado–. Y todo este asunto de la vieja hostería, es emocionante, y créeme, he querido besarte por años, pero…
—¿Pero qué? –pregunté, comenzando a preocuparme también–. Caleb, ¿qué sucede?
—No lo sé, simplemente pienso que todos estamos yendo demasiado rápido con esto y creo que alguien podría salir lastimado.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a que no estoy seguro de que estemos preparados para manejar este tipo de… cosas –dijo seriamente.
En ese momento, creí entender cuál era el problema.
—Caleb, si no quieres romper las reglas, está bien. No tienes que hacerlo. Todo esto también se siente muy raro para mí a veces –respondí con sinceridad.
Hasta esta primavera, Caleb jamás había desobedecido a sus padres, por supuesto que podía entender si estaba teniendo dudas al respecto. Dicho eso, no pude evitar que me doliera un poco el hecho de que, por primera vez, no estuviéramos en la misma página.
Casi inconscientemente me senté un poco más erguida en el sillón, y por supuesto, Caleb lo notó.
—Eva, no es que no quiera.
—Lo sé, Caleb, simplemente no crees que debamos –dije tratando de no sonar herida–. Sólo creí que si James y Abby estaban listos…
—James no es un buen ejemplo –dijo de repente, con un tono distinto.
Definitivamente algo no estaba bien con él.
—¿Qué sucede? Háblame.
Caleb bajó la mirada. Algo que hacía cuando trataba de decir una mentira.
—No es nada, Eva.
—Claro que sí. Algo pasa y sabes que lo descubriré tarde o temprano. Sólo dilo.
—Te lo dije, no pasa nada –mintió de nuevo.
Así esto no iría a ningún lado.
—Muy bien, supongo que tendré que preguntarle a James –dije con determinación.
—Eva, no te acerques a James –imploró, volviendo nuevamente su mirada hacia mí.
—Dime por qué no.
—Sólo confía en mí.
—¡Caleb!
—¡Es que miente, Eva! –dijo levantando la voz.
Eso me tomó por sorpresa.
—¿En qué mintió?
Caleb tomó aire antes de contestar. Como si estuviera a punto de decir algo que en realidad no quería decir.
—Abby no es la primera chica con la que ha estado.