Lazos de familia: Entre amores y engaños

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5: Una llamada del pasado

Mi teléfono sonó justo antes de la cena, cuando sólo quedaban unos pocos invitados más a quienes darles la bienvenida. Parientes lejanos de Harrison, que por la forma en que habían estado mirándome desde que llegaron, de seguro no se molestarían si me ausentaba un momento. Es más, quizás incluso lo agradecerían.

Así que solté el brazo de mi prometido y me disculpé por retirarme, diciendo que la llamada podría ser importante. En realidad, no esperaba ninguna llamada y no tenía idea de quién podría ser, pero cualquier excusa era bienvenida si me permitía salir de esa habitación llena de gente que parecía odiarme sin siquiera conocerme.

Mientras atravesaba la gran recepción del hotel, noté que Jake me seguía con la mirada. Y ni siquiera lo disimulaba. Pero por más inquietante que eso fuera, yo estaba demasiado nerviosa como para detenerme a pensar en ello. Sentía que todos en la habitación sabían nuestro secreto, en especial Harrison. Pero no era posible ¿o sí?

Por fortuna, el teléfono todavía vibrando en mi bolso servía como distracción. Quien fuera que llamara, de verdad quería comunicarse conmigo.

* * *

—¿Eva? –dijo, del otro lado del teléfono, una voz de mujer que reconocí de inmediato.

—¿Abby? ¿eres tú? –pregunté de todos modos por si acaso–. No tengo agendado este número.

La oí suspirar.

—No te molestes en agendarlo, Eva, es el teléfono fijo de un bar. ¿Puedes creer que todavía existan? Me refiero a los teléfonos fijos, no a los bares –dijo riendo.

Pero algo en su tono de voz y en su manera de hablar no estaba bien. Abby sonaba triste y arrastraba un poco las palabras.

—Abby ¿estás bien? ¿estuviste bebiendo?

—Eva, te acabo de decir que estoy llamando desde un bar. Por supuesto que estuve bebiendo. Y perdí mi teléfono en el baño, creo. Alguien lo debe haber encontrado y no lo puso en la caja de objetos perdidos. Pregunté.

Esta vez, suspiré yo.

—Es como el tercer teléfono que pierdes. ¿No hay ninguna amiga contigo que te acompañe al baño?

—Ya me conoces, prefiero la compañía masculina. A las chicas no les agrado mucho, no sé por qué –dijo sonando genuinamente inocente.

—¿Será porque te quedas con sus novios? –contesté arrebatadamente.

En un día normal hubiera sido mucho más delicada para decirlo o no hubiera dicho nada en lo absoluto. Pero no había nada normal sobre este día. Mañana me casaría, y hoy debería estar ansiosa y feliz por ello, pero sólo me sentía aterrada y confundida. Quería salir corriendo y poner la mayor distancia posible entre nuestros horribles invitados –y posiblemente también el novio– y yo. Pero en vez de eso, debía volver y sentarme a cenar con ellos.

—Hey, no es mi culpa que oculten el hecho de que tienen novia.

—No, es verdad, Abby. Lo siento –me disculpé inmediatamente–. Es sólo que hoy… estoy en medio de algo y, si todo está bien, me gustaría llamarte en otro momento.

—Lo sé, Eva, por eso llamaba. Hoy es la cena de ensayo, recibí la invitación.

Eso me tomó por sorpresa. No creí que Abby recordara que la cena era hoy.

—No quise mencionarlo. Cuando no confirmaste la tarjeta, supe que no vendrías. Pero está bien, lo entiendo –mentí, tratando de no sonar herida.

Por supuesto que quería a mi mejor amiga a mi lado, en especial mañana. Pero Abby y yo en realidad no habíamos sido mejores amigas en años. Las circunstancias en las que ambas dejamos el pueblo, la primavera de 2016, nos llevaron hacia rumbos distintos y nos fue imposible mantener contacto. Siempre me pregunté si Abby siquiera querría seguir en contacto conmigo. Pero cuando por fin recibí noticias suyas, sospeché que la respuesta a esa pregunta era “no”, y entendí que nuestra amistad ya no era la misma.

Abby suspiró de nuevo, arrancándome de mis pensamientos, y supe que intentaba sacarse algo del pecho.

—Iba a ir, Eva, de verdad planeaba hacerlo, pero… Últimamente he pensando mucho en lo que pasó –dijo con tono triste, y parecía no saber cómo continuar.

Pero yo sabía exactamente a qué se refería, y qué era lo que intentaba decir. Era la razón por la que ya no eramos mejores amigas –y quizás ni siquiera amigas, punto– y si Abby era demasiado gentil como para decirlo, entonces yo lo haría por ella.

—Fue mi culpa, Abby –dije antes de poder arrepentirme–. Y sé que tú también lo sabes. Que todo lo que pasó, fue mi culpa.




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