CAPÍTULO 6: Abby
—Abby… necesito hablarte de James –dije, sentándome en el columpio junto al que ella ocupaba.
En estos días, sólo su hermanito usaba este columpio, pero cuando su papá recién lo había instalado, solíamos columpiarnos en él todas las tardes después de la escuela. A los 6, tener un columpio en casa realmente era lo mejor que podía pasarte. Hoy ya nunca lo usábamos, pero estaba lo suficientemente alejado de la casa como para que sus padres no escucharan lo que hablábamos, y por eso estábamos allí. No sé por qué se me ocurrió pensar en eso en ese momento, pero me hizo sentir aún peor.
—¿Qué sucede con James?
—No sé cómo decirte esto, Abby, pero al parecer los chicos se reunieron ayer por la mañana en casa de David, y James les habló de lo que pasó el viernes.
—¿Dijo algo malo? ¿Sobre cómo estuvo?
—No, no es eso. Pero según Caleb, James les contó que… no fue su primera vez –dije finalmente, temiendo su reacción.
Odiaba la idea de tener que decirle esto a Abby, especialmente después de lo feliz que la había visto cuando nos contó su experiencia. Pero tenía que saberlo, jamás hubiera podido ocultárselo.
—¡¿Dices que mintió?! –preguntó, frunciendo apenas un poco el ceño.
—No estoy segura, Abby. Pero creo que Caleb no ganaría nada con inventar algo como esto.
—¡Por supuesto que no, Eva! No dudo de su palabra, ese chico no sabe mentir –dijo, esbozando una pequeña sonrisa que luego desapareció por completo–. Pero James dijo que nunca antes había querido hacerlo antes del matrimonio. ¿Podría ser que sólo inventó eso para impresionar a los chicos?
No sabía cómo contestar a eso. Por suerte, Abby no lo notó.
—Hablaré con él. Definitivamente necesita explicar esto –continuó, poniendo rostro firme.
La conocía lo suficiente como para saber que era una fachada. Abby tenía por costumbre fingir que nada la afectaba, pero sus ojos la traicionaban un poco. Su sonrisa ensayada no los alcanzaba y si cualquiera fuera a prestar atención, notaría que estaban húmedos. Odiaba que James tuviera el poder de hacerla sentir así.
—¿Caleb te contó algo más? –preguntó Abby, arrancándome de mis pensamientos.
—No –mentí–. Sólo eso.
No pude decirle que James dijo haber estado con más de una chica antes de ella, ni que había comparado el desempeño de cada una –como él lo llamó– frente a los chicos. Caleb dijo que se fue cuando además James comenzó a compararlas físicamente de forma vulgar y despectiva. No, definitivamente no podía contarle eso a Abby. Debía saber que James era un mentiroso, pero conocer los detalles sólo arruinaría su confianza en ella misma y en el resto de los hombres.
Esa noche, nos despedimos con un largo abrazo y le dije que podía escribirme a cualquier hora si necesitaba hablar. No tenía idea de cómo iría su conversación con James, pero estaría allí para ella sin importar qué.
* * *
Mientras caminaba a casa, pensé en las palabras de Caleb. Tal vez él tenía razón. Tal vez todos estábamos yendo demasiado rápido y no estábamos listos para esto. Pero ahora que Caleb y yo habíamos comenzado a salir –aunque ninguno de los dos lo había puesto en palabras– no quería que las cosas volvieran a como estaban antes. Me sentía más cerca de él que nunca y no estaba lista para renunciar a eso.
Pero la experiencia de Abby, sin lugar a duda, había implantado un miedo en mi mente que no estaba allí antes. ¿Caleb podría ser capaz de traicionarme también? No lo creía posible, pero tampoco Abby lo creyó de James.
Cuando llegué a casa, papá seguía sentado en el sillón, tal y cómo lo estaba cuando salí esa tarde, viendo por televisión el juego de los Cardinals contra los Dodgers. Yo no podía entender por qué los partidos de baseball eran tan largos, pero a papá no parecía molestarle. Por su parte, mamá había comenzado a hacer la cena.
—¿Necesitas ayuda? –le pregunté al pasar junto a ella.
—Gracias, hija. Un poco de ayuda no me vendría nada mal –contestó con una sonrisa, desde el otro lado de la isla de la cocina.
Me recogí el cabello, me lavé las manos y comencé a preparar el adobo para la carne que mamá cortaba, siguiendo sus instrucciones. Luego llegó el turno de las papas. Hoy serían horneadas y de tipo rústico, así que mientras ella las cortaba en trozos bastante grandes, no había mucho en lo que yo pudiera ayudar. Aún así, por alguna razón me quedé parada junta a ella.
—¿Te pasa algo, hija? –me preguntó de repente–. Te noto preocupada.
Quizás era eso a lo que llaman instinto maternal, pero mamá siempre parecía saber cuándo me guardaba algo. De hecho, cuando comenzamos a reunirnos en la vieja casona y besé a Caleb por primera vez, estaba segura de que ella lo notaría, pero extrañamente, no pareció hacerlo. Ahora debía responder cuidadosamente si no quería ser descubierta. Lo mejor era darle algo.
—No es nada importante. Es sólo que descubrí que una amiga de Abby ha estado hablando mal de ella a sus espaldas –dije, recordando que la mejor mentira, era la que más se acercara a la verdad.
—Eso no es algo sin importancia, hija. Los amigos son muy importantes. ¿Le contaste esto a Abby?