Lazos de familia: Entre amores y engaños

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7: Un salto de fe

Las palabras de mi madre se quedaron grabadas en mi mente. No dormí absolutamente nada esa noche, pero al día siguiente, cuando ví a Caleb, ya tenía decidido que daría un salto de fe por él. Tras enterarme de lo de James, lógicamente ciertos pensamientos intrusivos habían invadido mi mente, pero Caleb jamás me había dado una razón para pensar que sería capaz de lastimarme y no fue justo de mi parte el dudar de él.

En la mañana, cuando nos cruzamos, sólo nos saludamos cordialmente frente a sus padres en el jardín. Pero en la tarde, cuando nos encontramos en la vieja casona, dejamos que nuestros labios fueran más expresivos.

Nos besamos apasionadamente hasta que necesitamos parar para tomar aire, pero aún entonces no parecía suficiente. Cualquiera hubiese dicho que éramos dos amantes que no se veían en meses, pero sólo había pasado un día. Quizás para mí, el beso que nos dimos era la manifestación de ese voto de confianza que había decidido darle, algo que reafirmaba nuestra relación. Pero Caleb me había besado con la misma intensidad y urgencia, sin saber nada al respecto. Entonces, ¿qué significaba para él?

No pude evitar preguntarle.

—¿Sucedió algo? Por lo general soy yo quién te besa así y tú respondes –dije, apartando un poco mi rostro del suyo para verlo mejor.

Caleb se puso serio.

—Tal vez pienses por eso que no lo quiero tanto cómo tú. Pero sí lo hago. La otra tarde, cuando te dije que creía que todos íbamos demasiado rápido, no quise decir que no quería estar contigo de esta manera. Sólo quise decir que quiero que estemos seguros.

—¿Y tú no estás seguro aún?

—Eva, ¡ni siquiera sé bien qué hacer! –contestó algo nervioso.

Y entonces entendí todo.

—Caleb, nadie sabe exactamente qué hacer la primera vez. Lo que tienes no es duda, se llama miedo.

—No es lo mismo para las mujeres, no lo entiendes.

—¡Claro que lo entiendo! ¿Crees que no es difícil para nosotras?

—James dice que el hombre hace la mayor parte del trabajo. De hecho se quejó de eso.

Ese comentario me enfureció.

—¡¿Y ahora escuchas al idiota de James?! ¡¿Vas a tratarme cómo él trató a Abby?!

—¡Por supuesto que no! Sé que es un idiota, pero él dice que a Abby le gustó. No podemos negar que tiene experiencia.

—Caleb, ¡Abby ni siquiera lo disfrutó tanto! Dijo que estuvo bien pero que fue doloroso para ella.

—¿De verdad? ¿Qué tan doloroso? –preguntó Caleb, sonando preocupado.

—No lo sé, sabes que Abby minimiza las cosas. Pero sé que tú serás más cuidadoso que James –dije, tratando de tranquilizarlo–. No me importa si esperamos, pero olvídate de él. Estoy segura de que sólo quiso que se sintieran intimidados.

Caleb pareció pensarlo.

—Sé que tienes razón. Y ni siquiera sabemos si en verdad tiene tanta experiencia como dice tener. ¿Cómo se lo tomó Abby cuando le contaste?

—No tan mal cómo creí que lo haría, pero nunca sé qué está sintiendo en realidad. Creo que le dolió más de lo que demostró en frente mío.

Caleb se sentó en el suelo, sobre la vieja y desgastada alfombra de la recepción, y extendió su mano hacia mí para que lo acompañara.

—¿Hablará con él al respecto? –preguntó una vez que lo hice.

—Sí, pero no sé cuándo –respondí, acomodando mi cabeza en su hombro.

Fué mi idea encontrarnos solos en la hostería ese día. Necesitaba verlo sin tener a todos nuestros amigos mirando. Hablar con él con tranquilidad y simplemente estar en compañía del otro. Realmente lo necesitaba, y al parecer también Caleb.

—Me preocupa cómo pueda reaccionar James –dijo, rompiendo nuestro momentáneo silencio–. No creo que sea el tipo de chico al que le gusta dar explicaciones, ni mucho menos disculparse.

—Es verdad, no lo había pensado. Pero quizás sea lo mejor. Será más sencillo para Abby terminar con él si así fuera el caso. Ella merece a alguien mucho mejor.




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