CAPÍTULO 8: Una familia feliz
—¿Está todo bien? –preguntó Jake, apareciendo por mi derecha.
Ni siquiera lo había visto salir al pasillo.
—Sí, no es nada –respondí, tratando de recomponerme de la llamada.
Jake no pareció creerme.
—Era una amiga, para disculparse por no poder asistir mañana –expliqué sin que él preguntara.
—¿Era Abby?
Por supuesto que él lo adivinaría.
—Sí, era ella.
—Lamento que no venga.
—¿De verdad? –pregunté, poniéndome a la defensiva–. Pues no suenas sincero.
—Bien. No lo fui. Desearía que llovieran sandías mañana. ¿Eso suena más sincero?
No pude evitar reírme.
—De hecho sí.
Sólo entonces me detuve a observar a Jake con atención.
Sus párpados se veían enrojecidos y ligeramente hinchados. Cualquiera lo hubiera atribuido a falta de sueño, pero yo conocía esos ojos mejor que nadie, y sabía que había estado llorando. Probablemente después de nuestra discusión anoche. Pero mi decisión no había cambiado, ¿o sí?
—¿Por qué me miras de esa forma? –preguntó de repente, trayéndome de regreso de mis pensamientos.
—Lo siento –respondí, volteando a ver nuestro reflejo en el enorme espejo que cubría todo el pasillo.
Jake vestía un hermoso traje negro de tres piezas, probablemente escogido por Harrison. Le sentaba muy bien, pero era extraño verlo lucir tan formal. Me hacía sentir que todo esto de la boda era más real.
—De nuevo me miras de esa forma –comentó, dirigiendo su propia mirada a mi reflejo.
—¿De qué forma?
—No lo sé exactamente. No sé lo que estás pensando, Eva. Y no sé si lo que dijiste anoche es lo que quieres en verdad.
Pues ya éramos dos.
—En fin, mi padre me envió a ver cómo estabas –continuó diciendo cuando no hubo respuesta de mi parte. Creyó que tenías algún tipo de emergencia o algo.
—Deberíamos volver entonces. Los invitados de seguro me extrañan –respondí con tono sarcástico.
—No te lo tomes personal. Ellos no quieren ni a sus propios hijos. Se llevarían el dinero a la tumba si pudieran.
Reí de nuevo.
—No deberías hablar así de tu propia familia.
Jake esbozó una sonrisa.
—Sabes bien que no es lo peor que he dicho de un miembro de mi familia.
Eso era completamente cierto. Apenas anoche ni yo podía creer las palabras con las que se refirió a Harrison.
Y hoy estábamos todos aquí. Una gran familia feliz.
—Algunas cosas son demasiado crueles como para ser puestas en palabras –dije mientras comencé a caminar de regreso a la recepción.
—De nada sirve callarlas si son la verdad –respondió Jake de inmediato, siguiéndome.
—No todo lo que dijiste anoche es cierto, Jake.
—¿Qué parte no lo es?
—Harrison no me está obligando a casarme con él. ¿De verdad me crees tan manejable? –pregunté, honestamente sintiéndome ofendida.
—Dije coaccionando, no obligando.
—Lo siento, chico universitario, es lo mismo para mí.
—Eva, no quise decir… que no entendieras. ¿Pero usar el futuro de tu hija como incentivo no te parece coercitivo?
Estaba a punto de responder a eso, cuando de repente, Harrison apareció en el pasillo.
—Bien, ya estaban de regreso –dijo, viendo que caminábamos precisamente hacía la puerta por la que él salió.
—Sí, lo siento, estuve hasta un instante al teléfono.
—¿Pasó algo?
—No. Una vieja amiga llamó para avisar que no podrá asistir mañana, eso es todo.
La historia completa no era tan simple, pero jamás le había hablado a Harrison de Abby. Ciertas cosas, simplemente no podía compartirlas con él.
—Pues bien, acaban de llegar dos invitados tuyos que sí estarán presentes mañana –dijo, con una sonrisa de orgullo en su rostro. No fue fácil encontrarlos y traerlos hasta aquí, pero aquí están, y se mueren por saludarte.
Jake miró a Harrison con desconfianza.
—¿Invitados míos?
—Claro que sí, Evangeline. Ven a saludarlos –respondió, abriendo la puerta para mí.
Realmente no sabía qué esperar. Mis únicas invitadas eran mis amigas de secundaria –aquellas con las que por suerte aún tenía contacto– y algunos compañeros del trabajo. Pero, ¿invitados sorpresa? ¿Quiénes podrían ser?