CAPÍTULO 11: Amigas para siempre
—¡No voy a hacerlo! –respondí con enojo, levantándome del sillón.
—Sabes que la gente comenzará a hablar de tí también, ¿de verdad quieres eso? –preguntó mamá.
—¡Pues que hablen! De todos modos lo que dicen de ella no es cierto, son sólo chismes sin fundamento.
—Ya basta de defenderla, hija, ¡la vieron! –dijo papá, levantando la voz. Además no te lo estamos pidiendo. ¡Dejarás de juntarte con esa chica y punto!
—¡No pueden impedir que vea a mi mejor amiga! No lo haré.
—Hija, no puedes relacionarte con gente así, las personas pensarán que tú también andas haciendo ese tipo de cosas. No me imagino por lo que están pasando sus pobres padres.
Eso me dejó en shock.
—¡¿Sus padres oyeron los rumores?!
—¡Pues sí! Una de las mujeres del grupo de lectura de la Iglesia confrontó a su madre hoy. No podemos permitir ese tipo de comportamiento de un miembro de la congregación. La vergüenza en el rostro de esa pobre mujer me dio mucha lástima. Definitivamente no lo sabía antes de hoy.
Así que los padres de Abby ya lo sabían. Debía ir a verla.
—Tengo que irme, lo siento –dije, ya de camino a la puerta.
La voz de mi padre exigiendo que regresara, se apagó cuando rápidamente cerré la puerta detrás mío. Esto me valdría dos semanas de castigo, como mínimo, pero no me importaba. Abby me necesitaba.
* * *
Cuando llegué a su casa, por supuesto no podía entrar por la puerta de enfrente, así que le envié un mensaje para que saliera. A los pocos minutos, la ventana de su cuarto –en el segundo piso– se abrió y Abby comenzó a salir por ella. Definitivamente estaba castigada.
Por suerte, el enrejado de madera que sostenía la enredadera contra la pared, le sirvió de escalera y Abby bajó por él. Una vez en el suelo, me hizo señas para que la siguiera hacia atrás. Abrió la pequeña puerta de la verja que daba al patio y ambas nos dirigimos a los columpios, aunque por supuesto, esta vez no nos subimos a ellos para no hacer ningún ruido.
—¿Qué sucedió, Abby? ¿Qué dijeron tus padres? –pregunté, manteniendo baja la voz.
Abby suspiró.
—Que no volveré a ver a un chico en un largo tiempo –respondió, sentándose en el pasto.
Yo me senté junto a ella.
—¿Qué? ¿Cómo harían eso? Quiero decir, en unos meses te irás a la universidad.
—Exacto. Encontraron una universidad sólo para chicas en Colorado. Viviré en el campus y el dinero que me enviarán alcanzará sólo para gastos esenciales. No podré ni pagar un taxi para ir a la ciudad, mucho menos a un bar o a una fiesta, esas fueron las palabras de mi padre.
—Pero no pueden decidir así como así a qué universidad irás, es tu futuro.
—Sí pueden, Eva, es eso o irme de la casa y arreglármelas por mi cuenta. Y no estoy lista para eso. Nadie me daría un trabajo en este pueblo podrido y no tengo a dónde ir fuera de aquí tampoco.
Eso me dolió muchísimo. Abby sólo tenía 18 y su futuro ya había sido decidido por ella, y lo que es peor, pensado como un castigo. Pero aún peor, era el hecho de que esto arruinaría la relación que tenía con sus padres, probablemente para siempre.
—Lo siento mucho, Abby –dije, poniendo mi mano sobre la suya, que reposaba sobre el pasto.
—Es mi culpa. No quise creer que reaccionarían así. Creí que habría gritos y sermones, y que luego me castigarían por un mes o algo. Pero mamá solo lloró y papá me miró con asco. Eso fue lo peor.
Al oír eso las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. ¿Realmente merecía todo lo que le pasaba sólo por elegir vivir su vida a su manera? No lo creía, y no lo creería nunca.
Al verme llorar, Abby comenzó a llorar también –algo que nunca la había visto hacer hasta entonces– y ambas nos quedamos como congeladas en ese momento, ni siquiera sé por cuánto tiempo, sólo llorando en silencio.
* * *
Dos semanas después de que Abby se fuera, yo ya sentía que habían pasado siglos desde la última vez que nos habíamos visto. Y aunque Caleb trataba de animarme, diciendo que cuando fuéramos a la universidad –lo cual pasaría en poco más de 1 mes–, visitaríamos a Abby los fines de semana, yo sabía que no era muy probable que eso pasara. Habíamos planeado asistir a la misma universidad los tres, pero ahora su universidad ni siquiera estaba en el mismo estado.
Aún así, apreciaba sus esfuerzos por animarme y comenzamos a pasar más tiempo juntos que nunca. Con la ausencia de Abby, recordé que Caleb no sólo era mi novio, sino también mi amigo de toda la vida, y sabía que era muy afortunada por tenerlo.
Un sábado por la tarde, caminaba hacia la vieja casona a encontrarme con él, cuando de repente comencé a escuchar pasos detrás mío. Llovía bastante y hasta ahora no me había cruzado con nadie en la calle, pero lo que escuchaba, casi ahogado por el sonido de la lluvia golpeando mi paraguas, definitivamente eran pasos, y cada vez parecían estar más cerca. Volteé, y si había alguien a quien no esperaba ver, ese era James.