CAPÍTULO 13: La primera vez
Tomé la iniciativa y traje su rostro hacia el mío tomándolo entre mis manos. Lo besé con pasión, y como cada vez, Caleb respondió. Sus manos temblorosas comenzaron a recorrer mi cuerpo como explorándolo, y después de todo lo que había trabajado en la granja ese verano, era de esperarse que la punta de sus dedos se sintiera áspera sobre mi piel sensible. Pero la fricción que creaba tal contraste, era perfecta.
Jamás había sentido tanto, en tantas partes de mi cuerpo, pero cada centímetro de mí parecía encenderse cuando Caleb lo acariciaba. Todo mi cuerpo se estremecía ante el contacto, y no sabía exactamente qué quería, pero “más”, era un buen punto de partida.
Me quité la ropa –de repente, demasiado consciente de que no habría vuelta atrás después de esto– y me recosté en la cama. Caleb había seguido con la mirada el movimiento de mis manos al deshacerme de cada prenda y ahora se quitaba su propia ropa de manera apresurada y algo torpe. Podía notar que estaba nervioso, pero la urgencia de sus movimientos me decía que quería esto tanto como yo.
Finalmente, se recostó sobre mí, y sentir su firme cuerpo sobre el mío, sin capas de ropa de por medio y sólo piel contra piel, fue lo más excitante que había experimentado en toda mi vida. Continuamos el beso que habíamos comenzado, hasta que el aire mohoso de la vieja casona no parecía suficiente, y en algún punto, nuestros cuerpos comenzaron a moverse rítmicamente, cómo si de alguna manera supieran qué hacer antes que nosotros mismos. No mucho después… pasó.
Caleb y yo finalmente nos volvimos uno ese día, y aunque esa idea siempre sonó muy romántica en mi cabeza, la realidad fue mucho más erótica. Pero descubrí que estaba bien con eso. Podía disfrutar de momentos románticos cuando Caleb me dedicaba una canción, o cuando mirábamos una película juntos acurrucados en el sillón. Pero cuando lo hacíamos “erótico” era la palabra que mejor describía la experiencia. Y ahora era mi segunda palabra favorita.
* * *
Esa noche, cuando volví a casa, traté de ni siquiera cruzarme con mis padres, en caso de que notaran algo diferente en mí, en especial mi madre. Me sentía como en las nubes y no creí poder disimular la sonrisa en mi rostro.
Caleb era el mejor novio que una chica pudiera pedir. Había sido tan cuidadoso y gentil que en un punto debí decirle que no era de cristal y que no me rompería si lo hacía más fuerte. Me reí por lo bajo, en la seguridad de mi habitación, al recordar ese momento.
Me duché, me puse el pijama y me acosté. Y cuando mi madre entró para preguntarme si quería cenar, le dije que no me sentía muy bien, que probablemente me estaba dando un resfriado o algo así y prefería quedarme acostada. Eso pareció ser suficiente explicación para ella, y sin decir mucho más, me dejó descansar.
Entonces tomé el teléfono y le escribí a Abby para contarle lo que había pasado esa tarde. Que Caleb y yo finalmente lo habíamos hecho, pero también, que me había encontrado con James y lo que había sucedido.
No sabía por qué él me besaría, pero estaba segura de que yo no le gustaba, por el contrario, parecía odiarme profundamente y con toda su alma. Y después de que Caleb lo golpeara, temía que pudiera intentar hacerle algo para vengarse. Definitivamente no quería pensar en algo como eso esta noche, pero quería contarle a Abby lo sucedido. De otro modo, sentiría que se lo estaba ocultando.
Sin embargo, jamás recibí una respuesta de ella. Es más, mis mensajes aparecían enviados, pero no entregados. Como si su teléfono no tuviera internet o estuviera apagado. Eso me preocupó muchísimo, y decidí que le preguntaría a mamá si podía averiguar algo de la mamá de Abby. Mis padres me habían prohibido continuar mi amistad con ella, pero estaba segura de que eso había sido idea de mi padre. Mi madre era más comprensiva, y si bien había estado de acuerdo con la decisión de papá, no veía mal que continuáramos escribiéndonos.
* * *
—Lo siento, hija. Su madre dice que la universidad de Abby exige a los estudiantes entregar sus celulares luego de terminado el proceso de admisión –dijo mamá, mientras preparaba la cena al día siguiente.
Eso me dejó perpleja.
—¡¿Pueden hacer eso?! ¡¿Qué tipo de universidad es esa?!
—Al parecer tienen una política de no tecnología y los estudiantes sólo pueden tener acceso a sus teléfonos en caso de una emergencia o durante el receso escolar –continuó, escondiéndose de hombros.
Yo no podía creerlo. ¿No podría comunicarme con Abby sino hasta las vacaciones? ¿Y qué hay de sus padres? De seguro tampoco ellos podrían comunicarse con ella regularmente. ¿Eso no les importaba?
Molesta con la situación, me levanté sin decir nada y me fuí a mi habitación. Rebeca también había tratado de comunicarse con Abby todo el día, desde que le conté que yo no podía. Así que debía avisarle lo que acababa de enterarme.
* * *
Tres semanas después, Caleb y yo estábamos listos para decir adiós a este pueblo y a la vieja casona, y nos encontramos allí –como cada sábado– esta vez para despedirnos del lugar en el que nuestra relación de amigos había evolucionado a algo más.
—¿Crees que me hubieras besado en cualquier otro lugar? –preguntó Caleb, mirando con nostalgia la gran recepción.