CAPÍTULO 15: La noticia
En ese momento, sentí que mi alma dejó mi cuerpo.
—Disculpe, ¿qué? –pregunté, no pudiendo asimilar por completo sus palabras.
—Entonces no lo sabías –respondió, sentándose en la silla que había en el cuarto para la visita. Eva, estás embarazada.
—¿Embarazada? ¿Yo? Pero tuve mi último período hace algunas semanas.
—¿Cuántas semanas?
—No lo sé exactamente. Tres, tal vez tres y media.
—¿Y tuviste relaciones después de eso?
Asentí con la cabeza. Esto no podía estar pasando.
—Pues podrías haber quedado embarazada hace seis o siete días, eso es suficiente para que lo revele un análisis de sangre.
Yo estaba completamente en shock. Caleb y yo lo habíamos hecho por primera vez la semana anterior. Y no lo habíamos hecho de nuevo desde entonces por estar demasiado ocupados preparando nuestras cosas para la universidad. Pero siempre creí que la primera vez no podías quedar embarazada.
—Imaginé que no lo sabías –continuó diciendo la doctora. Cualquier mujer embarazada que acabara de salir de un incendio preguntaría si su bebé está bien, y tú no lo hiciste. Por eso quería llamar a tus padres.
La sola mención de ellos me dejó helada.
—¡Mis padres no pueden saberlo! –exclamé, comenzando a entrar en pánico.
La doctora acercó la silla a la cama.
—Tranquila, me pediste que no los llamara y no lo haré. Pero debes decirles. Van a notarlo eventualmente.
—Usted no entiende. ¡No puedo decirles algo como esto a mis padres!
—Escucha, soy de California, pero sé cómo son las cosas en este pueblo. En otros estados tendrías opciones, Eva. Pero no en Alabama.
—Ni siquiera lo había pensado –dije, tratando de hacerme la idea en la cabeza.
Acababa de enterarme que sería madre y 5 minutos después de que podría elegir no serlo con sólo irme a otro estado. No sabía por qué, si el bebé probablemente tenía el tamaño de un carozo de aceituna, pero la idea de perderlo de repente me pareció inconcebible.
—Creo que quiero quedármelo, doctora. No sé qué es lo correcto, pero sé cómo me siento, y no quisiera perderlo.
La doctora sonrió con una mezcla de ternura y amargura. Algo me decía que tenía experiencia en este tipo de casos y quizás no todos habían tenido finales felices. De alguna u otra manera.
—De acuerdo, entonces te daré unos folletos para que vayas sabiendo qué esperar estos primeros meses. Y te daré un turno para dentro de 3 semanas, para un chequeo. ¿Te parece bien?
—Sí, muchas gracias –respondí, sin decirle que en 3 semanas se suponía que estaría en la universidad.
La vida acababa de dar un vuelco de 180° grados para mí. Todos mis planes se habían deshecho en un instante y ya no veía mi futuro claramente como hasta antes de este momento. Tener este bebé definitivamente sería un desafío, pero no debía olvidar que Caleb estaría conmigo a cada paso, ¿o no? Juntos podríamos lograrlo.
* * *
—Iniciarán una investigación sobre el incendio, Eva –dijo Caleb, por lo bajo.
Sus padres me habían permitido subir a su habitación a verlo, ya que con el pié esguinzado, él aún no podía bajar las escaleras.
Habían pasado dos días y yo aún no le decía lo de mi embarazo porque no había querido hacerlo por mensaje. Pero estando aquí, con sus padres abajo y su hermano en el cuarto de al lado, comenzaba a pensar que un mensaje no era tan mala idea.
—Los bomberos descubrieron que las ventanas fueron trabadas por fuera y que el incendio fue intencional, claramente con la intención de matarnos. Y ahora la policía nos buscará para tomar nuestra declaración.
—¿Quién te dijo todo eso?
—Mi primo. Trabaja en el hospital, ¿recuerdas? Dijo que la policía estuvo ahí ayer y preguntó nuestros nombres.
Eso me asustó. Pero al mismo tiempo, me sentí aliviada.
—James tiene que pagar por lo que hizo, Caleb. Podríamos haber muerto –respondí, sin una nota de simpatía en mi voz.
—Pero, ¿qué hay de nuestros padres? Se enterarán de lo nuestro. Y si la policía atrapa a James, ten por seguro que hablará de todo lo relacionado a la hostería.
—Se enterarán de todos modos –dije sin poder evitarlo.
Caleb parecía confundido.
—¿Qué? ¿Por qué lo dices?
—Por nada, no importa. Dime qué les dijiste sobre cómo te esguinzaste el pié y te quemaste la mano.
Caleb esbozó una sonrisa y estaba feliz de verlo bajar la guardia un poco.
—Dije que me tropecé en las escaleras de Daisy's y caí sobre una mesera que llevaba café caliente.
Eso me hizo reír.
—Sólo a tí se te ocurriría una historia para explicar dos lesiones tan diferentes.
—Y por eso estudiaré escritura creativa en la universidad –dijo con una amplia sonrisa.