CAPÍTULO 16: Revelaciones
Dos días después, recibí un mensaje de Caleb diciendo que la policía había estado en su casa. Siguiendo mi consejo, había pedido a sus padres que lo dejaran hablar a solas con ellos, y así lo hicieron.
Dijo que ambos oficiales se habían mostrado muy comprensivos ante nuestra situación, y como ya teníamos 18, decidieron que nuestras declaraciones serían suficientes, al menos por el momento, y no sería necesario involucrar a nuestro padres. Después de todo, la historia de Caleb coincidía con lo descrito por los bomberos y la información aportada por los doctores, sobre nuestro estado al llegar al hospital.
Dicho esto, aún no tenían pistas sobre quién podría ser el responsable de iniciar el incendio, más que nuestras sospechas de que se trataba de James. Pero como ni siquiera podíamos declarar haberlo visto ese día, estaba claro que la investigación no avanzaría mucho más. No había cámaras de seguridad en esa zona del pueblo, ni en calles cercanas, y cualquier rastro de ADN que James pudo haber dejado en las ventanas al cerrarlas, se habría quemado con el incendio.
Aún así, por supuesto, ese mismo día por la tarde, los dos oficiales se presentaron en mi casa. Al igual que Caleb, pedí hablar con ellos a solas y conté la misma historia. Los oficiales me explicaron lo mismo que le habían explicado a Caleb, y para ser sincera, no tenía cabeza para preocuparme por James en ese momento.
Todavía no tenía ninguno de los síntomas de embarazo que decía el folleto que me había dado la doctora, pero según leí, pronto los tendría. Así que decidí que no podía postergar esto más tiempo, y le escribí a Caleb para decirle que nos reuniéramos al día siguiente, en la higuera a la que siempre iba con mis amigas. No era tan privado como la vieja casona, pero no teníamos muchas otras alternativas.
* * *
—Eva, ¿está todo bien? ¿Pasó algo? –preguntó Caleb, ni bien llegó a nuestro sitio de encuentro.
Sonaba preocupado.
—No, no pasó nada. Y la visita de los oficiales fue como esperaba –dije antes que nada, para tranquilizarlo. Aunque mis padres aún están molestos de que les pidiera irse. Me preguntaron un millón de veces de qué se trataba todo esto.
Caleb suspiró.
—Los míos también. Obviamente saben que oculto algo. ¿Deberíamos decirles de una vez que estamos saliendo? ¿Por qué esperar a la universidad?
Tragué saliva.
—Caleb, hay algo más que debemos decirles. Algo que no te he dicho aún, pero necesito hacerlo.
—¿Qué es? Sabes que puedes decirme lo que sea.
¿Por qué esto era tan difícil? Nada me hubiera gustado más que no estar en esa situación ni tener que pronunciar las palabras que pronuncié a continuación.
—Estoy embarazada –dije finalmente, armándome de coraje.
Caleb parecía tan shockeado como yo cuando la doctora me dió la noticia.
Pasaron varios minutos quizás, antes de que dijera algo.
—¿Embarazada? Pero… ¿cómo? Quiero decir, solo lo hicimos una vez.
—Al parecer eso basta.
—¿Y estás segura? –preguntó, inútilmente dirigiendo la mirada hacia mi abdomen.
—Cuando nos llevaron al hospital me hicieron un análisis de sangre. Entonces lo supieron. La doctora que me atendió me dió la noticia.
Caleb, al parecer, no sabía qué decir.
—Escucha, sé que es aterrador. Créeme, estoy muerta de miedo. Pero vamos a poder hacer esto.
—¿Hacer qué?
—Pues… criar a este bebé –dije, de repente algo confundida.
—Eva, no podremos criarlo –respondió Caleb, mirándome como si hubiese dicho una locura.
—Somos sus padres, Caleb, ¿cómo que no podremos criarlo? ¿Qué otra opción tenemos?
—Sabes qué otra opción, Eva.
—¡¿Quieres que lo aborte?! –dije, levantándome violentamente de las raíces de la higuera.
—Es que, Eva, ni siquiera le dijimos a nuestros padres de nuestra relación, y no tenemos trabajo. ¿Cómo lo lograríamos sin el apoyo de nadie?
—Bueno, nos tenemos el uno al otro, ¿no es así? Yo puedo trabajar al menos hasta el octavo mes, no será un problema.
Caleb se levantó también y tomó mis manos en las suyas.
—No es tan sencillo. Nuestros padres nos echarán de casa si se enteraran y no tendríamos a dónde ir. Se necesita un depósito para alquilar un departamento y no tenemos ese dinero. Además están los gastos médicos.
—Nunca dije que fuera a ser fácil. He estado pensando en todo lo que nos espera, los últimos cuatro días. Pero no voy a renunciar a nuestro hijo. O hija.
Caleb me miró asustado.
—Eva, no estamos listos para esto, por favor, escúchame. Debemos ir a la universidad, conseguir trabajo y entonces podríamos casarnos y tener hijos.
Caleb tenía razón, probablemente esa era la opción más inteligente. Pero, ¿por qué se sentía tan mal?
—Quiero tener a este bebé, Caleb. Es lo que siento y no debería tener que racionalizarlo para tí. Pero tú puedes elegir también. ¿Quieres ser parte de la vida de esta criatura o no? –pregunté, conteniendo la respiración.