Lazos de familia: Entre amores y engaños

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 21: Una cita

—Eva, es ese chico, Jake. Está afuera –dijo Emily, espiando por la ventana.

—¡Gracias Emily! –respondí, llegando a la sala justo a tiempo para encontrarla infraganti.

Al parecer sentía mucha curiosidad por el chico que desde hace dos semanas me pasaba a buscar.

—Emily, está en su propia casa, no necesita espiar. Podría sólo asomarse a la ventana –dije, conteniendo la risa.

—Aunque lo hiciera, no lograría verlo. Nunca baja de su auto. Dile que la próxima vez pase a tomar una taza de té.

—¿Y por qué tiene tanto interés en verlo? –pregunté intrigada.

—Pues ya me has mostrado una fotografía de ese tal Caleb, ahora quisiera saber cómo lucirán los futuros hermanitos de la pequeña Lili –respondió, con una pícara sonrisa.

—¡Emily! Jake y yo sólo nos estamos conociendo como amigos.

—Y haces bien mi niña. En mis tiempos te casabas para conocerte después. No podíamos tener citas, a no ser que estuviéramos en compañía de una chaperona, claro.

—Esto no es una cita. Quiero decir, sí, nos citamos para ir al parque juntos, pero no es una cita romántica –dije, mientras tomaba mi cartera.

Emily no pareció convencida.

—Me agrada este chico, Eva. Y nadie te juzgaría por querer empezar de nuevo. Mucho menos yo. Lo sabes, ¿no?

Eso me conmovió. Ningún adulto hasta el día de hoy me había aceptado tanto como Emily.

—Lo sé, Emily. Y no le voy a mentir, creo que él me gusta. Pero quisiera conocerlo mejor y saber si yo le gusto también. Además, vengo con paquete –dije, tocando mi vientre con gentileza.

—Pues estoy segura de que él lo sabe –respondió Emily, y ambas comenzamos a reír.

* * *

El parque estaba lleno de gente. Era hermoso ver a las familias, e incluso parejas jóvenes, pasando un lindo momento en un lugar como este. Muchos elegirían algún centro comercial o algo por el estilo, pero todas estas personas habían optado por una salida al aire libre para apreciar la naturaleza del parque.

—Aquí está. Es el árbol del que te hablé –dije, señalando el precioso árbol de flores lilas al que habíamos llegado.

—“Jacaranda, originario de América del Sur” –leyó Jake en voz alta, del pequeño cartel clavado junto a él–. Es realmente hermoso.

—Y cuando sus flores caen, parece como si alguien hubiese desplegado una enorme alfombra mullida de color lila en el suelo. Es todo un espectáculo.

—Pues tendré que volver para verlo –respondió con una sonrisa.

Por alguna razón mi corazón latía fuerte cuando estábamos juntos. Y en momentos como este, bajo estas hermosas flores, no podía evitar pensar en besarlo.

—Ven, hay muchos otros árboles que quiero enseñarte –dije, tratando de distraerme de esa idea.

Caminábamos por los senderos de piedra que conectaban las distintas áreas del parque, hablando de todo un poco, cuando de repente, Jake sacó un tema que hasta ahora nunca había mencionado.

—¿Puedo preguntar por el padre de Lili? –dijo, sonando inseguro al pronunciar las palabras, como si no supiera si se estaba pasando de la raya o no.

Pero yo había estado esperando una oportunidad como esta para contarle sobre él.

—Su nombre es Caleb, y es un chico de mi pueblo. Fuimos amigos desde la infancia –dije, con un repentino nudo en la garganta, porque al parecer, su amistad fue lo que más me dolió perder–. Nos enamoramos y comenzamos a salir en secreto porque nuestros padres jamás lo hubiesen aprobado.

—¿Por qué no?

—Porque son conservadores, y del tipo bastante extremo. Así que se suponía que fuéramos a la universidad primero y luego comenzáramos a salir con quién fuéramos a casarnos. Y hasta entonces, no podíamos…

—¿Tener relaciones? –preguntó Jake, y podía jurar que ví color aparecer en sus mejillas.

—Exacto. Pero como ves, nos las arreglamos –respondí, de seguro ruborizándome también.

—¿Y qué hizo cuando se enteró de que tendrían a Lili?

—Bueno, no lo dijo abiertamente, pero insinuó que debería abortarla.

Jake se frenó en seco.

—¡¿Te pidió que abortaras a Lili?! –preguntó, sonando enojado.

Nunca lo había oído o visto enojado, pero parecía nacer en él, un instinto sobreprotector cuando se trataba de ella.

—También mis padres lo hicieron –dije, recordando el dolor que sentí en ese momento–. Pero ya quedó en el pasado. Ahora tengo a Emily.

Jake me miró fijamente, como si quisiera decir algo más pero no se atreviera a hacerlo.

Al final, continuamos caminando bajo esos majestuosos árboles, mirándonos cuando creíamos que el otro no lo notaba.

* * *

Al día siguiente, durante la clase de arte, Jake apenas podía mirarme. Levantaba la mirada de su lienzo y de inmediato volvía a bajarla. Parecía nervioso, y evidentemente le sudaban las manos, porque continuaba secándoselas en su pantalón. Supe entonces que ya estaba enamorado de mí. Y el hecho de que se robara toda mi atención, incluso cuando no estábamos juntos, significaba que yo también me había enamorado de él.




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