CAPÍTULO 23: Familia
La idea de Jake fue contratar a un investigador privado. Al principio, creí que era una locura. Pero resultó que muchas personas los contratan para hallar a sus familiares desaparecidos.
Así que accedí y nos contactamos con algunas de estas personas para pedir recomendaciones. Así llegamos al señor George Carter, quién tenía una muy buena reputación y un alto porcentaje de éxito en sus búsquedas.
Sin embargo, cuando lo contactamos, nos explicó que nuestro caso era bastante particular, porque no se trataba de seguir el rastro de una persona, sino de descubrir quién era ahora esa persona, y el estado guardaba dicha información bajo llave cuando se trataba de adopciones cerradas. Aún así lo intentaría.
Sus servicios eran bastante costosos pero Jake ofreció pagar por todo. Yo accedí, con la condición de que me dejara irle devolviendo el dinero poco a poco, en cuanto hubiera comprado todo lo que necesitaba para recibir a Lili, quién estaría con nosotros en más o menos una semana.
Mi doctora me había explicado que la fecha era estimativa, por supuesto, así que en realidad podía llegar en cualquier momento. Pero pasada la semana, inducir el parto sería una opción que deberíamos considerar. Dos semanas sería el límite.
Así que Jake se ofreció a llevarme de compras y dijo que podríamos invitar a Emily a venir con nosotros. Al principio, la idea me había emocionado muchísimo. Pero recordé que sus rodillas le habían estado doliendo toda la semana y pensé que lo mejor sería ir sólos y luego volver a casa los dos para mostrarle todo lo que habíamos conseguido. Y así, Emily finalmente conocería a Jake en persona.
* * *
La tienda a la que fuimos estaba repleta de mujeres embarazadas con sus parejas. Algunas incluso iban además con uno o más niños pequeños. Hermanitos mayores, que no tardaban en guiar a sus padres al área de juguetes. Había tantas cosas para elegir, que podía resultar un poco abrumador. Por fortuna, Jake y yo habíamos preparado una lista a partir de las recomendaciones que me había dado Emily.
—¡Eva, por aquí están las cunas! –dijo Jake, más emocionado que otros padres que habíamos cruzado.
No pude evitar sonreírme.
—De acuerdo, veamos… –dije, acercándome a dónde estaban.
Había muchísimas opciones. Las había de diferentes tamaños, colores y materiales.
—¡Me gusta ésta! –exclamó Jake, señalando una de ellas, hecha de algún tipo de madera y en color blanco–. ¿Ves estos cajones integrados? Creo que pueden ser muy útiles para guardar las cosas de la bebé. Si dormirá en tu habitación, sería bueno que la cuna incluyera su propio espacio de guardado.
Era un muy buen punto.
—Es cierto, no lo había pensado. Porque no creo que una cómoda extra entre en la habitación. Incluso sólo con la cuna estaremos bastante apretadas. Me gusta.
Jake parecía orgulloso de su hallazgo.
Después de inspeccionarla un poco más y probar discretamente su firmeza tratando de moverla, estaba decidida.
—Sí, definitivamente llevaré esta –dije, feliz de tener elegida la primera cosa para la pequeña Lili.
–De acuerdo, le pediré a un empleado que la prepare. Creo que ví los cambiadores y bañeras a la vuelta.
—Yo iré viendo eso –respondí, partiendo con el carrito de compras que ya tenía pañales, talco, shampoo, y una colonia.
* * *
Lo más tierno de todo, fue elegir su pequeña ropita. Incluso Jake parecía un papá baboso por su hija.
—Quiero comprarle éste –dijo, sosteniendo un pequeño vestido color crema con florecitas lilas.
—Jake, no es necesario. No tienes que comprarle nada.
—Por favor, Eva, sólo será este. Mira, las flores son como las de nuestro árbol en el parque –señaló, mostrándome la prenda más de cerca–. Estoy seguro de que también será su favorito.
No dije nada del hecho de que tan casualmente había llamado al jacarandá, nuestro árbol. Pero no pude evitar que una sonrisa se dibujara en mi rostro.
—De acuerdo, pero sólo ese. No vayas a llenarle el guardarropas que la harás una niña consentida.
Jake parecía feliz.
Luego compramos varios bodys, dos jardineros, remeras y pantaloncitos, algunos pares de medias, gorritos y baberos. Y cuando terminamos, ya sólo nos faltaba elegir el carrito de paseo.
Al final, Jake terminó comprándole eso también, porque los precios eran demasiado elevados para lo que yo había llevado –que eran todos mis ahorros–. Por supuesto, insistí en que se lo pagaría, pero Jake dijo que se sentiría muy mal si su único regalo para Lili era el vestido.
No me gustaba sentir que me aprovechaba de él, pero parecía genuinamente feliz de poder ayudarme con los gastos, y siempre que yo mencionaba el tema de que su padre no estaría feliz de saber en qué gastaba el dinero, él respondía lo mismo: “El dinero de los Campbell está sucio. Créeme, este es el mejor destino que podría tener”.
La primera vez que escuché eso, le pregunté si su padre era una especie de mafioso o traficante. Pero al parecer sólo era un empresario que había heredado toda su fortuna de su padre, que a su vez la había heredado de sus padres, quienes se habían beneficiado enormemente de la crisis del ‘29, gracias a algún tipo de trampa legal, a la que llevaron a muchos pequeños inversionistas a caer.