CAPÍTULO 24: Lilith
Al día siguiente, Jake y yo estábamos en el parque, cuando de repente comenzó a llover. El cielo había estado algo nublado toda la tarde, pero creímos que al menos llegaríamos a terminar nuestros helados antes de que las primeras gotas comenzaran a caer.
—Mi bañado de chocolate se arruinó –dije riendo, mientras buscábamos refugio sin éxito.
—Con tanta agua tienes suerte de que el cucurucho no se deshiciera por completo –respondió Jake, conteniendo una sonrisa mientras arrojaba lo que quedaba de su helado a un cesto de residuos al lado del camino.
—¡Mira! ¡Allí hay un puente!
Se encontraba en un sector del parque menos frecuentado por la gente y parecía que, debajo de él, apenas entraríamos los dos de pié. Pero de inmediato nos dirigimos allí, yo luchando por no soltar mi helado, y Jake luchando por no soltar mi otra mano, la cual había insistido en tomar desde que comenzó a llover. Dijo que el piso se pondría resbaladizo y tenía toda la razón. Varias veces hubiese resbalado, si no fuese porque él me sujetaba con fuerza.
Cuando llegamos, comenzamos a reír porque parecíamos dos patos mojados. Mi vestido se pegaba a mi cuerpo como aquella primera vez que Jake me recogió en su auto, pero ahora su camisa y pantalones claros también se pegaban al suyo. Y eso era nuevo para él.
Luego de posar desnuda una docena de veces en las clases de arte, yo ya me sentía bastante desinhibida. Pero Jake parecía demasiado consciente de su cuerpo y claramente avergonzado.
—Jake, no seas tan tímido conmigo, ni siquiera se ve tanto. Espera… ¿eso es un tatuaje? –pregunté, sorprendida de ver la marca negra a unos diez centímetros por debajo de su clavícula izquierda.
—¡Hey! ¡Dijiste que no se veía tanto! –respondió, cubriéndose con la mano.
—No tienes por qué esconderlo, ¡me gusta! De hecho te da un aire de rebeldía. ¿Puedes enseñármelo?
Jake pareció pensarlo un segundo. Pero luego comenzó a abrir los primeros botones de su camisa.
No pude evitar qué mi corazón se acelerara al ver eso. Jake realmente me gustaba y mi mente comenzaba a imaginar otras circunstancias en las cuales podría quitarse la camisa en frente mío.
—Es algo sin sentido en realidad –dijo, exponiendo parte de su pecho para que pudiera verlo.
Me acerqué y me incliné un poco hacia adelante para ver los detalles, pues era de no más de ocho o diez centímetros y bastante intrínseco. Se trataba de una bella y exótica flor, y podía jurar que la había visto antes.
—Es precioso, Jake. ¿Por qué dices que es algo sin sentido? –pregunté, volviendo a incorporarme.
Jake se encogió de hombros.
—Pues, lo dibujé en una sesión de terapia, cuando tenía 6 años. Pero no sé de dónde lo saqué, ni qué significa.
Eso era extraño. Si lo dibujó en terapia debía ser algo importante. Y aunque no lo admitiera, en el fondo también él debía creerlo, o no se lo hubiera tatuado.
Bajé la mirada para volver a ver la extraña flor, y casi moviéndose por voluntad propia, mis dedos comenzaron a trazar suavemente las líneas del tatuaje hasta completar su contorno. Debajo, pude sentir cómo el corazón de Jake empezaba a acelerarse.
Miré hacia arriba y ví el deseo en sus ojos. Pero no parecía salvaje o desesperado, sino profundo y devoto –si es que eso tenía algún sentido–. Y entonces me decidí a dar el primer paso.
Uní mis labios a los suyos y Jake respondió de inmediato. Parecía haber querido esto incluso más que yo, porque me besó como si su vida dependiera de ello. Fue intenso y húmedo y todo en ese beso me hacía desear más.
De pronto, rodeó mi cintura con sus brazos todo lo que pudo –que no fue mucho con mi vientre del tamaño que estaba– y yo intenté tomar su rostro entre mis manos, olvidando por completo que en una de ellas tenía el helado. Jake rompió el beso cuando la fría crema tocó su mejilla.
—¡Lo siento mucho! –me disculpé de inmediato.
—Es sólo helado, no te preocupes –respondió riendo, mientras se limpiaba el poco de crema que había quedado en su rostro, con la mano.
Estaba en proceso de bajarla, probablemente para limpiarla en su pantalón, cuando algo desconocido se apoderó de mí y lo detuve. Tomé su mano en la mía, y dí una pequeña lamida al helado en sus dedos.
Jake inhaló con fuerza, pero no movió ni un músculo, mientras veía como hipnotizado, ese pequeño pero sugerente gesto que ni yo misma podía explicar de dónde había salido.
Volvió a besarme apasionadamente y ambos nos hicimos hacia atrás, hasta que mi espalda tocó la pared de piedra, incrustada en la tierra, que soportaba y daba su forma al pequeño puente.
—Eva… –susurró Jake contra mi boca.
Nunca el sonido de mi propio nombre me había parecido tan erótico como entonces.
Mi helado cayó al piso, y allí quedaría olvidado, cuando lo solté para poner ambas manos en el cuerpo que deseaba tanto sentir contra el mío. Mi vientre, obviamente limitaba el acceso, pero me las arreglé para acariciar lo que pude de Jake, y al parecer, él había pensado lo mismo.
Sentí sus manos recorrer mis flancos, desde debajo de mis brazos, a la altura de mis pechos, hasta más abajo de mis caderas, y mi cuerpo dejó de entender de cómos y porqués y me decía que estaba lista para hacerlo con él.