Lazos de familia: Entre amores y engaños

CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 25: Compromiso

—A-bue…

—A-buu…e.

—La.

—¡La!

—¡Abuela!

—¡Abeela! –repitió Lili con emoción, como si lo hubiese logrado a la perfección.

Emily lucía más feliz que nunca y se deshizo en aplausos para celebrar su logro.

—¡Excelente, Lili! ¡Excelente! –dijo, mientras besaba sus cachetitos–. ¿Lo oíste, Eva? ¡Ya no seré abubu! Lo presumiré con mis amigas de la promoción.

No pude evitar sonreír.

—¿Ya se unieron al grupo de chat las que faltaban? –pregunté, mientras estiraba la masa para la pasta.

—Casi todas, pero seguimos sin encontrar a alguien que nos dé el número de Nora. ¿Sabes lo que pienso?

—No, Emily, no te imagines lo peor.

—Pues sí, sus nietos la deben haber enviado a un hogar de ancianos –dijo, mientras sentaba a Lili en el sillón–. Y lo entendería perfectamente si Nora hubiese necesitado cuidados especiales. Pero Catlyn dice que estaba muy bien de salud hace unos meses cuando se cruzaron en la calle.

—¿Pero entonces por qué la enviarían?

Emily vino hasta mí en la cocina.

—Dinero –dijo susurrando, como si no quisiera que Lili oyera la palabra–. Nora heredó una gran fortuna de sus padres cuando era joven, y su único hijo falleció hace unos años. Sus nietos deben haber querido disponer de su herencia.

—Eso es horrible, Emily –dije, sintiendo una gran pena por su amiga.

—La gente hace cosas horribles por dinero, Eva. Nunca lo olvides.

—¿Y no hay nada que alguien pueda hacer por ella?

—Lo propuse esta semana en el grupo –dijo, mientras removía la salsa–. Pero el hijo de una de las mujeres es abogado y le dijo que sólo un familiar directo podría sacarla. Y sus nietos no nos responden el teléfono, por eso pensamos que fueron ellos quienes la enviaron a un hogar y no quieren decirlo. Si hubiese… pasado lo peor –susurró de nuevo– nos lo hubieran dicho.

Emily tenía un buen punto. Definitivamente no todas las familias eran el espacio seguro y de contención que deberían ser.

Pensaba en esto, cuando de repente sonó el timbre.

—¡Debe ser mi yerno! –dijo Emily, con una felicidad renovada.

—No le digas así, Emily. Podría oírte.

—¡Pues que lo haga! A ver si se decide a proponerte algo –continuó diciendo, mientras se dirigía a la puerta.

—¡Emily!

—No pido una boda, Eva. Sé que los tiempos cambiaron. Sólo pido una cita, o algo… ¿es mucho?

No pude evitar reírme.

—Ah, y hablando de citas. ¿Sabes que puede quedarse a dormir, no es así?

—¡Dios mío, Emily! –exclamé alarmada.

Mi rostro debió estar más rojo que la salsa.

—Sólo lo menciono. Mi cuarto de todos modos está cruzando toda la casa y tengo el sueño pesado.

Cómo se le ocurrían esas cosas a sus 80 años era asombroso. Emily era una mujer muy moderna.

* * *

—Mamá… ¡passa! –dijo Lili, alzando su platito.

—Pas-ta, Lili –pronuncié claramente para que me imitara, mientras le servía otro poco.

—Pass‐ta –repitió, y Emily y Jake comenzaron a felicitarla.

—Nuestra pequeña irá a Harvard, Eva. Debemos crear una cuenta de ahorros para sus estudios –dijo Emily, emocionada.

—Yo quisiera aportar también –aseguró Jake, cortando los fideos por Lili en pequeños pedacitos.

—Aaahhh –dijo mi pequeña abrirndo la boca, claramente esperando que además le diera de comer.

Jake sonrió y, como siempre, le dió con el gusto.

—Sólo el primero, Jake. La vas a malcriar si no.

—De acuerdo, sí, sólo este –dijo, llevando el pequeño tenedor plástico como si fuera un avioncito.

Lili parecía querer seguir su movimiento hasta con el cuerpo, hasta que finalmente el tenedor llegó a su boca y ella dió el bocado.

Luego, Jake puso el tenedor en su mano.

Todos nos disponíamos a servirnos otro plato, cuando de repente, la oímos decir:

—Máss… papá.

Y el silencio se apoderó de la habitación.

Emily se emocionó al punto de las lágrimas y a Jake le brillaban los ojos. Yo en cambio estaba aterrada.

Por fortuna, mi pequeña no había sentido el abandono de quienes nunca formaron parte de su vida en primer lugar. Pero estaba claro que le había tomado demasiado cariño a Jake si lo llamaba así, y no era seguro que él se quedaría. El sólo pensar cuánto sufriría si Jake se iba ahora, me daba muchísimo miedo.

—Yo no le enseñé esa palabra, Eva. Lo juro –dijo, por lo visto interpretando mi expresión a la perfección.

—Yo le leí un libro de cuentos el otro día. Era sobre una familia de osos. Allí estaba la palabra –explicó Emily, en su defensa.




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