CAPÍTULO 30: La verdad
—¿Jake? ¿Qué haces aquí? –pregunté, sin entender nada.
Él se veía tan confundido como yo me sentía.
—¿Eva? ¿Cómo me encontraste? –preguntó a su vez, encendiendo el velador en su mesa de noche.
—Pues… no te encontré, quiero decir, no te estaba buscando. Menos aquí –respondí, acercándome a la cama.
Jake tenía raspones y moretones en los brazos y el rostro, y un yeso en la pierna izquierda, que iba desde debajo de la rodilla hasta pasar el tobillo, abarcando parte del pie.
—¿Qué te sucedió? –pregunté, arrodillándome en la alfombra a su lado.
Jake bajó la mirada, y cuando respondió, pareció hacerlo con vergüenza.
—Tuve un accidente en mi auto –dijo, y entonces todo tuvo sentido.
—Espera, ¡¿eres el hijo mayor de Harrison?!
—¿Conoces a mi padre? Bueno… de seguro estás aquí por él. Debe haberte avisado del accidente. Aunque es extraño que él haga algo así por mí.
—Jake –lo interrumpí, antes de que continuara–, no estoy aquí por tí. Conocí a tu padre en mi trabajo, me despidieron y él me ofreció un puesto como su asistente. Por eso estoy aquí.
—¿Qué? ¿Se conocieron por casualidad? ¿Y no sabías que era mi padre?
—No tenía idea, nunca supe su apellido.
—¿Aún así aceptaste trabajar para él?
—No me juzgues, no conoces toda la historia.
—Lo siento, no fue mi intención. Sólo creí que era inusual. Pero entonces, ¿mi padre estuvo en California? ¿Lo conociste en el Hotel?
—Pues sí, se hospedó allí varias veces. Nosotros… conversábamos y así se enteró de que me despidieron.
—Eso es extraño. ¿A qué habrá ido a California?
Ni yo tenía la respuesta a eso.
—Espera… ¿por qué te despidieron?
—¡Pues intenté llamarte para contártelo! ¡Connor hizo que se llevaran a Emily a una residencia para personas mayores! Me fui del trabajo sin avisar para intentar impedirlo y por eso me despidieron. ¡Y ni siquiera llegué a tiempo! –exclamé por lo bajo.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡Pensamos que su nieto ni siquiera sabía de ella! –dijo, tratando de incorporarse más en la cama–. ¡Auch!
—¡Jake, quédate quieto! Debe dolerte todo el cuerpo.
Puse mi mano con gentileza sobre su pecho, haciendo que volviera a recostarse, y entonces recordé lo que Harrison había dicho.
—¿De verdad tuviste el accidente por conducir ebrio? –pregunté, esperando una explicación distinta.
—¿Mi padre te contó eso? ¿Por qué lo haría?
—Sólo lo comentó. Aunque nunca dijo tu nombre, así que no sabía que se trataba de tí, por supuesto. ¿Pero es verdad?
Jake sólo volvió a bajar la mirada y asintió con la cabeza.
Eso me dolió. El Jake que conocía, al que mi hija había llamado padre, no era así. No se emborrachaba en fiestas y conducía luego, poniendo en peligro su vida y la de otros.
—¿Estás decepcionada? –preguntó, aún sin poder mirarme.
—Mucho. Jake, ¿qué te sucede? ¿Por qué actúas así? –pregunté, quitando mi mano de su pecho.
Realmente no quería el contacto ahora.
—¡Es difícil no tener el control sobre mi vida, Eva! ¡No poder hacer lo que me apasiona, ni estar con la mujer que amo! –respondió, finalmente viéndome a los ojos–. Las extrañaba demasiado, a tí, a Lili, a Emily. No lo entenderías porque tú sí tuviste el valor para irte y dejarlo todo atrás.
—¡¿Y crees que por eso tengo completo control sobre mi vida?! Tuve que dejar California, ¡y a Emily!, para venir a vivir a la casa de un extraño con mi hija porque no tengo alternativa. ¡Así que no digas que no sé lo que se siente! –dije, de repente furiosa.
—Eva, ¡lo siento! No sabía que… debías vivir aquí. Ningún empleado de mi padre vive aquí a menos que trabaje en la casa a tiempo completo. Discúlpame.
—No importa. Sólo no digas cosas como esa –respondí, y vi que Jake parecía haberse quedado pensando en algo.
—¿Qué? –pregunté, aún más irritada porque no decía nada.
—Nada. Es sólo… demasiada información que asimilar –se apresuró a explicar–. Quiero decir, ¿Connor apareció? ¿Después de todos estos años? El investigador que contratamos ni siquiera lo encontró aún y él, ¿de pronto sólo aparece?
—Lo sé. Yo tampoco logro entenderlo.
—Y aún más extraño –continuó–, ¿mi padre ayudando a alguien? Creo que me es más fácil de creer lo de Connor.
—No digas eso. Harrison quizás…
—¿Lo llamas por su nombre? –preguntó, intentando incorporarse en la cama por segunda vez.
Por fortuna lo detuve antes.
—¡Quédate quieto! Y sí, ¿cómo más lo habría llamado si no conocía su apellido?
—Eva, esto es muy extraño. No sé cómo te convenció de venir, pero créeme, no es una buena persona. Si está fingiendo serlo es por algo.