EPÍLOGO
A través de mi nuevo abogado, Jake solicitó legalmente una prueba de ADN y confirmamos que Harrison efectivamente no era su padre biológico, ni compartía ningún parentesco con él.
Mi abogado también descubrió que Harrison había hecho falsificar la firma de Jake para solicitar que Emily fuera enviada a un hogar de retiro. Pero no pudo averiguar el por qué.
Supimos que el padre de Harrison había actualizado su testamento cuando volvió a casarse, para incluir a su hijastro, y que Harrison no estaba dispuesto a perder parte de su herencia porque una “anciana” de otra familia administraría el dinero del bebé Connor, hasta que este cumpliera la mayoría de edad.
En su mente torcida, adoptar al bebé de su hermanastro le aseguraría el recuperar la herencia que por derecho era suya.
Eso era despreciable, pero podíamos comprenderlo viniendo de él. Lo que no entendíamos era por qué después de 20 años, Harrison querría perjudicar a Emily o acercarse a mí.
Pero yo creía que podía tratarse de algún tipo de resentimiento que guardaba contra su hermano y que canalizaba desquitándose con su hijo, Jake.
Tanto Emily como Lili y yo, nos habíamos convertido en personas importantes para Jake y Harrison se había asegurado de que, de un momento a otro, desapareciéramos de su vida de cierta forma.
Pero por fortuna, ahora nos tenía a Lili y a mí e íbamos en camino a recuperar a Emily.
—¿Estás más nervioso por verla ahora que sabes que es tu abuela? –le pregunté, acariciando su brazo mientras conducíamos hacia el hogar de retiro para buscarla.
Jake pareció pensarlo.
—Quizás. No lo sé. Es extraño porque ahora cada vez que hable de su hija, sabré que está hablando de mi mamá. Pero por lo demás… no me siento diferente. Creo que siempre quise a Emily como a una abuela. Eso no ha cambiado –dijo, con una dulce sonrisa.
—¡Yo también la quiero como a una abuela! –dijo Lili desde el asiento trasero y eso nos hizo reír.
La situación seguía siendo algo extraña, pero nos acostumbraríamos.
Juntos volveríamos a ser una familia.
* * *
—Unas personas vinieron a buscarla, Emily. ¿Preparó su maleta como le indiqué? –oímos a una joven cuidadora preguntarle.
Nosotros esperábamos fuera de la habitación, en el pasillo.
Emily contestó con tono gentil algo que no alcanzamos a entender, y sólo entonces me dí cuenta de lo mucho que había extrañado oír su voz.
—¿Eva…? ¿Jake…? Dios mío, ¡¿Lili?! –exclamó cuando finalmente se asomó al pasillo y nos vió a los tres.
Lili corrió a abrazarla aunque no alcanzaba mucho más que sus piernas, y Jake y yo nos acercamos a hacer lo mismo.
Emily comenzó a llorar y yo en realidad ya venía conteniendo las lágrimas desde el auto.
—Recuperamos tu casa Emily –anuncié, cuando finalmente llegamos.
—Pensé que ya habría un centro comercial aquí o algo así –dijo, mirándola con nostalgia–. Gracias por traerme de vuelta. Nunca entendí qué sucedió. Pero pensaba en ustedes constantemente y no quería que se preocuparan por mí.
—¿Cómo no íbamos a hacerlo, Emily? –dijo Jake, luciendo como si quisiera decir mucho más y entendí que estaba listo para decirle que eran familia.
Así que me llevé a Lili y les dimos espacio.
Emily lloró de alegría casi todo el resto día por haber recuperado a Connor y Jake decidió que de ahora en más lo llamáramos así. Connor.
Era el nombre que le habían dado los únicos padres que en verdad lo amaron y como Emily llamaba a su pequeño nieto. Así que comenzamos a llamarlo a sí. Menos Lili, que comenzó de nuevo a decirle papi.
Una tarde, decidí contarle a Emily todo lo que había sucedido entre Harrison y yo en su ausencia. Me daba mucha vergüenza ponerlo en palabras, pero no quería guardarme nada con ella.
—Sé que me lo advertiste –dije, bajando la mirada–. Me dijiste que ese hombre no te gustaba, y aún así…
—No seas tan dura contigo misma, Eva –respondió Emily, poniendo una mano sobre la mía en la mesa.
Había preparado el desayuno sólo para ambas, porque Jake se había llevado a Lili al parque. Pero ahora, ya nisiquiera tenía hambre.
—Las mujeres somos increíblemente fuertes –continuó–, y parte de esa fortaleza es tener las agallas para admitir que a veces no podemos solas contra el mundo. Tú me ayudaste a encontrar la alegría de seguir viva luego de la muerte de mi hija. Connor te ayudó a salir de una situación desesperada y tú a él a hacer lo mismo. No está mal tener momentos de debilidad y necesitarnos para volver al camino. Es lo que nos hace una familia –dijo, con una cálida sonrisa.
Y supe en mi corazón que había sido increíblemente afortunada de encontrar la mía.
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*Comentario de la autora*
¡Muchísimas gracias a las personas que le dieron una oportunidad a esta historia y llegaron al final!