Lazos de Sangre

Capítulo 4: Mía

Ashly:

Observaba como ambos peleaban, Diego no le daba tregua a cada golpe que impactaba contra el cuerpo de Santiago. Santiago es mi amigo, el único amigo que tenía, la única persona que a pesar de todo siempre estuvo para mi, lagrimas salían de mis ojos y se escurrían por mis mejillas al ver su rostro tan golpeado por alguien que no valía la pena.

Él también trataba de defenderse, pero no lo conseguía; yo no podía hacer nada, los demás compañeros tampoco hacían nada, solo miraban contemplando la situación con algarabía como si de un espectáculo se tártara, me sentía impotente, me dolían los golpes que ese demonio le propiciaba, sabía que de llamar a algún profesor o intentar si quiera defenderlo Diego me haría pagar por eso después y no quería, no quería que siguiera conmigo, me daba terror cada vez que nos quedábamos solos.

Le dije varias veces a Santiago que no se metiera en eso, que no se metiera con Diego, que no era alguien con quien se pueda tratar, pero no me hizo caso, ahora esta ahí aguantando una paliza por culpa de Amalia, ella no lo merece, él es bueno y gentil con ella, pero Amalia solo lo ve sobre el hombro, se aleja de él, se burla, lo humilla y lo trata como si fuera basura.

Ay... Tiago... si tan solo pudieras abrir los ojos y ver que ella no te conviene... hubiera sido mejor que Amalia se hubiera escapado con Diego, así mi martirio hubiera acabado, tu habrías dejado de ser tan maltratado por tu hermana ¿Por qué tuviste que impedir que se escapará? Es su vida... ella manda en su vida, como quisiera mandar en la mía...

Al cabo de media hora por fin el pelinegro, al que estaba obligada de llamar hermano, se detuvo con la golpiza. Corrí directo hacia mi amigo, no podía aguantar verlo en tal mal estado.

-—Tiago... —Corrí a sus brazo, pero me separé al instante para no lastimarle—. Perdón, no... perdón.. perdóname —le supliqué apenada

—Descui...

Pero de pronto alguien me sujeto de mi brazo con fuerza, mi piel se erizo y comencé a temblar. Me levanto con brusquedad.

—Quítate de ahí —me ordenó furioso—. Camina —me susurró en mi oído—. No creas que te salvaste, tú se lo dijiste, no tengo duda alguna, pagaras como solo tu sabes hacerlo —volvió a susurrar haciendo que me estremeciera por lo que me esperaba

Diego comenzó a caminar rápidamente mientras me obligaba a caminar junto a él.

—¡¿Ustedes que miran?! —espetó con una mirada voraz—. ¡Métanse en sus asuntos! —rugió a todas las miradas curiosas que nos apuntaban.

Diego:

Estaba estresado y con mucha frustración a flor de piel por no estar con Amalia, me pasé más de 5 meses enamorando a esa chiquilla boba como para que ahora todo haya sido una completa perdida de tiempo. 

Mejor les pondré en contexto para que lo entiendan, nuestras familias eran muy cercanas debido a que nuestros padres eran muy amigos, lo que llevo a que pasáramos varios veranos juntos de pequeños, al principio yo y Amalia nos llevábamos bien, aunque era menor que yo entendía mis bromas y la pasábamos excelente, no se molestaba por el humor negro que utilizaba o se ponía a llorar como otras niñas mimadas que venían a jugar conmigo, me agradaba estar con ella. Pero cuando el padre de Amalia decidió adoptar a Santiago, él comenzó apartarla de mi, ahora cuando juagábamos todo era Santiago, no podía jugar como yo quería porque el idiota de Santiago era o muy llorón o muy asustadizo para soportarlo, con el tiempo nuestros padres dejaron de reunirse para que jugáramos, mientras yo y Amalia nos distanciábamos, Santiago se acercaba más y más a ella.

Después de unos años mis padres decidieron adoptar a Ashly que resulto ser aún más miedosa y asustadiza como el idiota de Santiago. Yo por mi parte prefería estar solo, pase mi adolescencia metiéndome en un deporte u otro, eso fue hasta que conocí la hermosura de las fiestas y las mujeres, descubrí que yo tenía cierto encanto que hacia que las mujeres se postraran a mis pies, nunca pasaba suficiente tiempo con alguna de ellas para no encariñarme y después estar triste como lo estuve por Amalia, así me convertí en un mujeriego de primera, pasando cada una de mis noches con una mujer diferente, cada una más hermosa que la anterior. Hasta que hace 6 meses algo cambio por un mero accidente en una tienda comercial.

Flashback:

Yo me encontraba caminando por una de las tiendas pues había quedado de reunirme con una amiguita que conocí en la fiesta anterior. Paseaba sin interés mientras la buscaba con la mirada hasta que choque con una fémina de hermosa cabellera dorada y unos ojos que me impactaron a primera vista. No se enojo en seguida, parecía aturdida y un poco triste.

—Discúlpame preciosa. —Agarre su mano y la bese para presentarme como todo un caballero—. ¿Puedo saber cual es el nombre de la preciosura con la que me debo disculpar? —pregunté con coquetería sin dejar de mirar esos ojos grises, tenía algo que me intrigaba

Ella rio ante mi cumplido. Tampoco a parto la vista de mí.—¿Nos conocemos? Siento que ya te visto antes —agregó analizando cada parte de mí

—Lo dudo mucho, de lo contrario no me perdonaría el haberme olvidado de un encanto como la que tengo enfrente mío —agregue acercándome—. Talvez de otra vida, talvez fuimos el uno para el otro en otras de nuestras reencarnaciones, eso explicaría muchas cosas

—¿Como cuales? —preguntó sonriente

—Como las ganas irrefrenables que tengo por besarte —le susurré en su oído

—Tu  voz... la he escuchado antes —decía mientras chasqueaba los dedos como si quisiera recordar algo—. Tu voz... es...—De pronto una enorme sonrisa se formo en sus labios—. Eres... eres Diego, ese es tu nombre—. Se acercó contenta—. Diego ¿No te acuerdas de mí?

Bueno no es mi culpa no acordarme de ella, he estado con tantas que recordar sus nombres sería un desafío. Pero tenía razón su rostro se me hacia familiar, muy familiar.




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