Lazos de Sangre

Capítulo 11: ¿Escape nocturno?

—¿Te callaras? —me preguntó con un tono molesto

No quería obedecer. En verdad no quería callarme, tenía mucho que reclamarle a ese zopenco por dejarme encerrada. Pero él no sacaría su mano de mi boca de no asentir. Idiota. Asentí de mal modo. Aston me soltó. 

—¿A donde crees que vas? —preguntó cuando di un par de pasos en otra dirección.

—A donde no te importa —espeté siguiendo mi camino, bueno no tenía un camino, a las justas y podía ver, pero iba a alguna parte que no estuviera ese tipo. Si tan solo pudiera saber donde estaba la salida.

—Regresa a tu recamará —ordenó agarrándome del brazo. Rodé los ojos. ¿Cuántas veces haría eso?—. Margaret ya se dio cuenta que no estas. Nos meterás en un lio a todos sino vuelves.

—Piérdete —demande soltándome con fuerza—. No me importa.

—A mí sí —aclaró—. No echaras todo lo que hemos logrado por la borda.

Yo fruncí el seño. ¿Lo que han logrado? ¿Qué cosa han logrado? No es algo que me importe. Necesito salir de aquí. 

—No sé de lo que hablas.

—Vuelve a tu recamara sino quieres tener problemas —comunico con un tonito que no pude pasar por alto.

No me culpen. No soy alguien que se quedé sin responder cuando me provocan.

—¿Problemas? —me reí en su cara. Este no sabe con quien esta tratando—. ¿Me estas amenazando? —mi tono casi burlón y casi molesto.

—Tú te lo buscaste —susurró con una mirada de piedra mientras me sujeto del brazo esta vez con mucha más fuerza que las veces anteriores.

¿Qué demonios planeaba hacer?

No creía que fuera a hacerlo. Era estúpido negarlo. Me delataría con Margaret. Estábamos a solo unos pasos de ella. Intentaba zafarme a toda costa, pero nada resultado. Si esa mujer me veía sería mi fin. No podría escapar esta noche. Con cada paso que Aston daba me indicaba que así acabaría esta noche. MaldiciónMaldición. Maldición.

—Encontré a esta muchacha deambulando por los pasillos. ¿Es a la que estaba buscando, señora Margaret? —preguntó sin mirarla a los ojos.

La mirada de la mujer se ilumino al verme, pero de inmediato se tiño rabia y enojo.

—¿Quién te dijo que podías escapar? —reprocho a viva voz—. ¿Tienes idea de los problemas que pude tener por tu culpa? —estallo de nuevo con furia en el rostro. Si mi padre no me hablara de ese modo todo el tiempo hasta me habría asustado.

—Solo quise caminar un poco —mentí con descaró rodando los ojos—. ¿Qué? ¿Acaso esta prohibido? —interrogue al no oír alguna critica por parte de esa mujer.

—Lo esta —respondió con un tono crudo—. Nadie sale en las noches. De sus recamaras a la salas de estudio y de las salas de estudio a sus recamaras. No tienen permitido ir a ningún otro lado —explicó como si esa fuera la cosa más razonable del mundo.

—¿Qué? —la incredulidad reinaba en mis grises ojos—. ¿Qué clase de reclusorio es este?

Estoy seguro que ni el internado militar en Rusia sería tan duro. Al menos ahí podría hacer algo más que estar encerrada entre cuatro paredes. No es mi culpa no estar a gusto en una jaula de oro. Hay personas que no nacimos para estar detrás de un escritorio.

—Uno al que estarás confinada por cinco años.

—¡¿Qué?! —chillé a todo pulmón—. ¡Yo no me quedaré aquí tanto tiempo! ¡Primero muerta antes que hacerlo! —la enfrente clavando mis ojos en los de ella.

¿Cinco años? ¿Cinco años en este vejestorio? Agite mi cabeza en total desacuerdo. ¿Quién podría aguantar esto. Yo no. En absoluto yo no.

—Entonces ¿Si es ella? —volvió a interrogar Aston al ver con cierto reproche la forma tan descarada de hablarle a la tal Margaret.

—Lo es —respondió mientras me miraba con diversión, no tenía idea que le pasaba por la cabeza, pero saltaba a la vista que no sería nada bueno para mí—. Buen trabajo Aston —lo felicitó como si yo fuera ex convicta que había sido finalmente atrapada. Patrañas.

Ahora la tal Margaret me cogió del brazo y Aston me soltó. ¿Qué creen que soy? ¿Un tipo de paquete o algo parecido?

—Ni una palabra a la rectora —ordenó dejando de lado el tono amable por un tono más duro y áspero.

—Como usted diga —respondió Aston con una mirada sumisa.

¿A qué estaba jugando ese tipo? ¿Para qué me escondió si al final iba a entregarme? Bueno en este punto no tenía nada que perder. Nada podría empeorar más la situación. ¿Talvez para él sí?

—Si claro, tan correcto —me burle—. ¿Por qué no le cuentas la verdad? No eres más que un lame botas. Tu me escondiste y trataste de amenazarme, como no obedecí me echaste de cabeza con ella —avisé volviendo mi mirada a Aston esperando encontrarlo con el rostro tan pálido como la nieve.

¿Qué? ¿Por qué no se veía nervioso? Lo delaté. Debería estar temblando de miedo que su teatrito cayera. Debía estar inventando escusas ilógicas para desbaratar mi testimonio. No había nada de eso. Al contrario, me lanzó una mirada de superioridad sin expresar ni el más mínimo atisbo de temor. Que demonios. Volteé mi mirada hacia Margaret. No aparecía ni una pizca de asombro en su mirada, en cambio había enfado, pero no miraba a Aston sino a mí. ¿Qué estaba pasando aquí?

—Puedes retirarte —avisó mientras me obligaba a caminar junto a ella. 

—¡¿Qué?! ¡¿No oyó lo que le dije?! —chillé al ver marcharse a Aston como sino hubiera echo nada malo. Claro que yo no era la eminencia de la moralidad, pero al menos debió recibir un castigo y no solo porque me gustaría ver una horrenda mueca en esos horribles labios.

—Avanza —demando la mujer

—¡¿Por qué no me cree?! ¡Le estoy diciendo la verdad! ¡Debe creerme! ¡Mi palabra tiene tanto peso como la de él! ¡Créame! ¡No estoy mintiendo!

Nada funcionó. Por más cosa que dijera nada funcionaba. La mujer solo fingía ignorarme mientras caminaba cada vez más rápido. Al parecer quería deshacerse de mí cuanto antes. Bufé cuando llegamos hasta la puerta. La mujer metió su mano izquierda en su bolsillo, saco unas llaves y abrió la puerta. 




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