Lazos de Sangre

Capítulo 21: Aeropuerto

Amalia

—Lía, sí están ahí —aviso Giorgi regresando a toda prisa al interior del auto.

—Maldición, no te dejaran pasar si.... —Mi mirada viajo hasta el aeropuerto y luego volvió a mi amigo—. ¿La rectora?

Él comprimió el rostro. Claro, Giorgi ni siquiera sabe de quien estoy hablando.

—Es una mujer rubia, alta, con un horrendo moño en el cuello y que da ordenes a todos como si fuera militar.

Giorgi se quedo pensativo por unos segundos y sacudió la cabeza.

—No, no hay nadie así.

Bien. Al menos teníamos eso a nuestro favor. Al parecer Aston lo había conseguido. Después de todo haber fingido ser el alumno perfecto e intachable durante años rendían sus frutos. Aunque estrictamente hablando él ya no era un alumno. Ahora formaba parte de la seguridad de la institución.

Después de todo ya ninguno de los cuatro éramos unos niños. Si continuábamos en aquel penitenciario era en calidad de casos perdidos. Casi todos los alumnos ya se habían reformado y vuelto a sus respectivas familias. Nosotros habíamos decididos quedarnos en ese lugar. Después de todo ninguno de nosotros sería bien recibido en su casa. Ni siquiera Aston, al ser el hijo menor y por tanto no recibir el titulo, parecía que su vida perdía relevancia en la nobleza.

—Navani. Llámalo —ordené—. Necesitamos saber si esta en este aeropuerto.

La morena asintió y extrajo el móvil del bolsillo de su pantalón.

Técnicamente solo habían dos aeropuertos donde nos podían ir a buscar. Esperaba que Aston estuviera en este. De no estarlo... siempre teníamos el plan de respaldo.

—Sí, esta montando guardia en este —aviso la morena con un mejor animo y una boba sonrisa en todo el rostro.

Quinta fase del plan, hecho. 

Tan pronto como logramos bajarnos del auto nos dimos cuenta del enorme error que cometimos. Talvez el pelinegro estaba en este lugar. Pero aquel guardia que pedía los documentos de cada uno de los que entraban no sería de ayuda.

Bufe al no considerarlo. Al menos el usurpador no estaba cerca, tenía que devolver el auto o algo parecido. ¿Quién prestaba atención a lo que ese soquete hacía o dejaba de hacer? Bufe de nuevo.

Por unos momentos mi mirada recayó sobre Navani. Talvez si... no. Los guardias la conocían demasiado bien como para no reconocerla con un par de gafas negras.

Talvez si hubiera un disturbio que los...

—Giorgi —hable de inmediato mientras me acerqué a su oído—. ¿Qué tan fanático de las peleas eres?

—Sabes que las odio —susurró con una sonrisa sin gracia.

—¿Y si no fuera una pelea? —sugerí con mis ojos grises clavando en los suyos.

—Te escucho —respondió con los brazos cruzados sobre el pecho con un tono de completa curiosidad.

Sabía que podía contar con él. Tan pronto como acabe de contarle lo que haría, el plan se puso en marcha.

—¿Qué hiciste? —me pregunto Navani con cautela luego de ver como Giorgi desaparecía entre la multitud—. ¿A donde va?

—Ya lo veras —respondí con una sonrisa ladina—. Hay que entrar, pero... —me puse en cuclillas para sacar algo de una de las maletas—No servirá de mucho, pero toda ayuda es buena —traté de sonar convincente mientras le colocaba un gran sombrero de playa, una chalina alrededor del cuello y las gafas negras más grandes que tenía—. Ahora a la fila —pedí mientras la mostraba con mi mano por donde tenía que ir. No era de extrañar que no viera nada con todo aquello en la cara.

Un minuto. Dos minutos. Tres minutos.

—¡Hey! ¡Ladrón! ¡Deténganlo! ¡Deténganlo! —grito el guardia a todo pulmón, mientras él junto con otros dos más corrían tras un bandolero que acaba de robarle la billetera o cualquier objeto que fuera tan valiosos como para hacerlos correr por sus vidas.

Al instante cogí la muñeca  al morena—. Ven corre —susurré apresurando el paso y colándome por los demás hasta llegar a la puerta. La mayoría ni siquiera entendía lo que pasaba. Mejor así. Mejor para nosotras.

—Lía... —balbuceaba mientras me seguía con pasos torpes hacia dentro del aeropuerto.

—Apúrate Nani, no se cuanto tiempo más Giorgi los podrá distraer—avise corriendo a toda velocidad.

Una vez que estuviéramos dentro del avión. Le contraía todo. Ahora, lo único que tenían que trabajar eran sus piernas.

—Vamos, Nani, no te quedes atrás —alenté esquivando a cada persona que caminaba en nuestra dirección.

La mayoría nos miraban raro. Otros nos lanzaban insultos por tumbar sus bebidas. Y algunos nos daban paso para no chocar contra ellos.

La morena no protestó más por el resto de la maratón. A unos pocos metros veía a una mujer comprobando los boletos. Estando del otro lado podremos disminuir la velocidad. Estando del otro ladrones podremos sentirnos seguras. Estando de este lado la adrenalina sería nuestra única ayuda. A lo lejos una voz gritaba. Talvez sería el guardia. Talvez Giorgi. Giorgi sabría como escapar. Él era excelente en eso.

—Boletos —hablo la mujer con un uniforme de color naranja. Su mirada era severa, como de reproche.

Se los entregamos y cuando menos lo esperamos ya estábamos abordando el avión. 

Sexta fase del plan y ultima, hecho. El plan fue un éxito.

Pero eso no lograba que el nudo en mi estomago se desvaneciera. Siendo exactos aún faltaba unos diez minutos para que el avión despegará. Tiempo suficiente para que Giorgi logrará abordar.

Unos minutos después llegó el bastardo y se sentó detrás de nosotras. 

Mi cara aún estaba roja, mi corazón palpitaba, mi respiración estaba muy lejos de ser uniforme. Aquel maratón en serio fue demasiado. ¿Quién hace aeropuertos tan grandes?

—Lía —hablo la morena percibiendo mi preocupación—. ¿Dónde esta Giorgi? —preguntó cuando el avión ya estaba casi repleto.

—Vendrá, no te preocupes —avise en un tono relajado, ocultando el profundo desazón en el pecho.




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