Le dicen El Demonio

Capítulo 1

La imagen tiene un fondo negro. De izquierda a derecha se muestran cuatro círculos con fotos de personajes y escenarios. La primera imagen de izquierda a derecha muestra a un hombre adulto y joven, moreno de cabello oscuro y corto, con una barba corta que se extiende a los largo de la línea de la quijada. Usa una chaqueta de jeans con forro de chiporro. Está sentado y mira el teléfono celular en su mano. la segunda imagen muestra a una joven de cabello rubio platinado, atado en un tomate sobre la cabeza. Usa una camiseta con los hombros descubiertos. La luz ingresa desde la izquierda y se ve una sombra sobre la otra mitad del rostro. La tercera imagen muestra un bus y un auto en la calle, con sus focos prendidos, en medio de la noche. Sobre esta imagen se ve el título de la novela "Le dicen el demonio". La cuarta imagen muestra a una joven de perfil. Tiene el cabello largo y oscuro, atado en un tomate. Sobre el rostro tiene lentes de montura gruesa y oscura. Usa un abrigo con capucha. Mira el teléfono celular entre sus manos.

De mirada altiva y desafiante. Implacable como su sonrisa. Se pasea por la Universidad como un dios omnipotente. Lo odian y admiran en partes iguales. Nadie es indiferente a su presencia.

De mirada altiva y desafiante. Implacable como su sonrisa. Se pasea por la Universidad como un dios omnipotente. Lo odian y admiran en partes iguales. Nadie es indiferente a su presencia.

Su ramo, Análisis Cualitativo de la Estadística (ACE), en el último año, es lo que todos conocen como el colador. Sólo la mitad de los estudiantes son capaces de aprobar con él.

Para la universidad representa una posibilidad de reducir al máximo los egresados. Cada año al menos 50 estudiantes de seis carreras toman su ramo. Para el cuarto miércoles de julio, sólo quedan en pie 25 de cada carrera. Veinticinco cansados, estresados y enemistados estudiantes que deben enfrentarse a la Prueba Integral de Conocimientos (PIC), que determinará si podrán o no continuar hacia el último tramo de la tesis de grado. Reprobar significa perder el año.

—¡¿No hay otra opción?! —exclamé afligida.

La Jefa de Carrera, aplicando todas sus habilidades interpersonales, se disculpó con la mirada y negó con la cabeza.

—Es un buen profesor. Sus estudiantes al finalizar el semestre egresan con mejores puntajes en la PIC, si los comparamos con sus compañeros.

«Si es que salen»

—Le dicen El Demonio —suspiré.

Ella rio por lo bajo. Por supuesto que sabía cómo le llamaban.

Llegado a tercer año, no hay un sólo estudiante que no haya escuchado su nombre.

«Este profe es terrible, pero nunca como Arnau»

«Dices eso porque no has tomado un ramo con El Demonio»

Santiago Arnau. En sus 30. Estudiante de excelencia, un año como ayudante del ramo, siete años como docente adjunto. Cualquier estudiante de quinto año te podría decir que su apodo era el adecuado. Tomar su ramo era un accidente con consecuencias catastróficas.

—Son habladurías —desestimó con un gesto—. La gente inventa cada...

—Es mi último año —la interrumpí con la voz quebrada—, tengo que trabajar y estudiar.

—Entiendo tu dilema, Dana. Pero quizás deberías tomarlo como una oportunidad. Ninguno de tus compañeros tendrá esta posibilidad.

«¡Resulta que ahora se trata de buena suerte!»

A ese punto de la conversación tenía unas terribles ganas de llorar. El año recién pasado había sido una pesadilla. Volver y encontrarme con eso me dejó una sensación de angustia horrible. Era como si todo se hubiera puesto en mi contra.

—Este año tomaré siete ramos, para poder titularme con mi generación.

La mujer se levantó de su asiento, rodeó la mesa y, en un despliegue de todas sus habilidades de contención emocional, me dio una palmada poco confortable e incómoda en la espalda.

—Sé por todo lo que has pasado y hemos hecho lo posible para organizar tu año de la mejor manera, pero esto se escapa de nuestras manos.

Le dirigí una mirada suplicante.

Ella negó con la cabeza, inalterable, y volvió a su asiento.

—Esta es la única solución. No tengo ninguna forma de inmiscuirme en lo que la plataforma ya determinó por diseño.

La toma de ramos se realizaba desde la primera semana de marzo. La plataforma que se utilizaba para este fin, abría las inscripciones a las 00:00 del primer lunes del mes. Desde ese minuto, los servidores de la Universidad se colapsaban de estudiantes de quinto año, dispuestos a gastar hasta sus últimos datos para escapar de esa tragedia.

Mi carrera tenía dos profesoras de Análisis Cualitativo de la Estadística, una para la jornada diurna y otra para la jornada vespertina. Estas señoras de sonrisas amables y paso lento, tenían 35 cupos en su clase. Como mi carrera estaba compuesta por sólo 50 estudiantes, los cupos que sobraban eran tomados por estudiantes desesperados de otras áreas.

Los cupos de la carrera se salvaguardaban para aquellos que, al igual que yo, se matriculaban tarde. Ese año por algún error sin precedentes, mi cupo fue entregado.

—Dana, no quiero darte falsas esperanzas. La realidad es que; no me quedan cupos en la vespertina de tu carrera, sólo puedo ofrecerte hacerla en otra carrera y todos los cupos, con los otros profesores, ya se han llenado.




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