Sole contuvo un grito con ambas manos.
La chica de las gafas se plantó entre ambos y le dio un empujón.
—¡Oye! ¡qué te pasa!
Pero Maggie no se movió, ni lo soltó, incluso cuando ella, la sostuvo del brazo.
Él levantó ambos brazos en señal de rendición y retrocedió un paso.
—Pero compañera, no lleguemos a esto—rio nervioso.
—Ya, si no fue para tanto—le calmé, poniéndome entre medio.
No tanto como una sanción grave, por pelear en el campus, que le podía significar la expulsión inmediata.
Maggie se soltó del agarre de la amiga y le apuntó a él, con el índice.
—¡No hables de cosas que no sabes! ¡Te juro que, si te vuelvo a escuchar diciendo una mentira, de cualquiera de mis amigas u opinando de ellas, no te vas a escapar así!
Y de un empujón, lo soltó.
El rio. Susurró algo a su amiga por lo bajo y ella también se relajó.
El ambiente se distendió, pese a que Maggie aún se notaba tensa.
Al menos él se lo había tomado a la ligera y el asunto no escaló.
—Vamos, vamos—les propuse.
Maggie asintió, sin decir una palabra y las tres nos alejamos del lugar. No quise ni mirar su reacción.
Avanzamos un poco, por el camino de grava que nos separaba de la cafetería.
—¡¿Viste su cara?!—rio Maggie de pronto, cuando nos habíamos alejado lo suficiente.
Sole y yo respiramos aliviadas.
—¡No vuelvas a hacer eso, por favor! —le rogó Sole.
Yo la secundé con un asentimiento, tenía el corazón en la mano.
—Uff, es que no me podía quedar así. Ya me tenía crispada por lo de Sole, luego se le ocurre darnos su charlita amistosa y entonces se ponen a esparcir rumores sobre Dana. ¡Qué onda tus "amigos", Sole!
—No son mis amigos—respondió ella cabizbaja.
Maggie la abrazó.
—¡Y qué bueno! Ellos se lo pierden, pero tú no pierdes nada.
—Menos mal que se lo tomó bien.
—Ejeje, la verdad es que tenía la impresión de que él no iba a responder, pero de la amiga no estaba segura.
—¡Dioses, Maggie! Si hubiera escalado, podrías haberte ido con una sanción disciplinaria —le reproché.
—¡Ay, lo sé! Pero, el amigo tenía que enterarse de que no puede ir por ahí, esparciendo mentiras de mis amigas.
Suspiré profundo.
—Bueno... tampoco es que sea taaan mentira—sonreí culpable.
Ambas me dirigieron una mirada de sorpresa.
—¿En serio?
—Yo pensé que sólo habías salido con ese tipo, con el que siempre te estás hablando y "deshablando" ¿Cómo se llama? ¿Víctor?
—No, Vicente. O sea, fue como el oficial del año pasado, pero empezamos y terminamos 3 veces. Y entre medio, salí con un par más. No fue la gran cosa. Fue un mal año—rematé.
—¡Aah! Uno de esos, fue el amigo de los patéticos.
Asentí.
—Si el problema no es que sea verdad o mentira. Es que, en teoría no debían saber—suspiré—, pero aparentemente yo soy la única que mantiene su palabra.
—Uff, qué mal.
—Aaah, da lo mismo—cortó Maggie—. Igual se lo merecía. No tiene por qué andar hablando de la gente.
—Debí sospecharlo, no parecía del tipo que guardara una promesa. Era un tipo... no sé cómo decirlo... de esos que hablan mal, hasta de sus amigas, ya sabes...
—Un idiota.
Reí.
Caminamos hacia la salida. Creo que las tres coincidíamos, en que ya habían sido suficientes sobresaltos, para un día.
—¡Su cara, Maggie! —me permití reír, finalmente.
—¡Pensé que se iba a desmayar!
—¡Ay, chicas!
Las tres soltamos una carcajada, que fue cortada por una notificación de mensaje, del celular de Sole.
—Me están esperando afuera—avisó y apresuró el paso—. ¡Nos vemos más rato!
—¡A las 5! —le recordó Maggie—. Para que revisemos lo del demonio.
—¡Si!
—¡Dale saludos al ogro!
—¡Ay, Maggie!
Maggie tomaba la micro al sur, yo iba hacia al lado contrario, así que nos despedimos en el paradero.
Mientras esperaba que el chófer iniciara el recorrido, y antes de olvidarlo, busqué mi celular y escribí.