Lina escuchó con seriedad lo que le conté. Eran las 19:45 y me faltaban 15 minutos para salir del trabajo. Nuestros horarios nos había impedido coincidir en una conversación antes, pero la espera se había arrastrado demasiado y necesitaba su consejo más que nunca. Por eso, aprovechando un espacio libre en el negocio, me senté en una desvencijada silla tras el mostrador y la llamé.
Con Maggie me llevaba bien, pero había situaciones que me daba vergüenza comentarle. Lina era la única persona con quien podía hablar sin problema. Nos conocíamos desde que habíamos ingresado a la universidad y a diferencia de Maggie, ella conoció cada detalle de mis relaciones frustradas en el minuto en que sucedieron, lejos de la interpretación personal que le di después.
Contar mis historias era un ejercicio que me entretenía cuando conocía nuevas personas, pero el tiempo había diluido el daño y dolor real y les había transformado en simples anécdotas, donde me mostraba más fuerte, resuelta y audaz de lo que realmente era.
Me gustaba ese dibujo, pero no era útil cuando tenía que tomar decisiones.
—Ese Lucas —rio —. Es que nunca tuvo muchas luces. Y se le ocurrían ideas extrañas. No sé qué estabas pensando cuando decidiste salir con él.
—Seee, es que igual tenía esta historia de "nunca soy el elegido", "las chicas nunca escogen a los buenos", que me daba pena, y me caía bien en primera instancia. Es gracioso. Pero supongo que algunas cosas que son graciosas, cuando eres su amiga, no son graciosas cuando decides ser otra cosa.
—Buena lección, la tendré en cuenta cuando decida dar ese paso con un amigo —rio—.Y hablando de idiotas ¿has sabido algo de Vicente?
Sonreí. Se sentía bien hablar con Lina.
—No, nada. No me ha hablado desde esa vez que fui con Maggie al Puerto y le dije que estaba ocupada. Quizás espera que le hable primero.
—Y no lo harás, supongo...
—No, por supuesto que no.
—¡Esa sí que es una buena noticia!
Suspiré.
—¡Ay, Dana!, no me digas que lo extrañas, porque te juro que me subo en el primer vuelo para allá y te mato.
—No, nada que ver —reí nostálgica—. Sólo se siente extraño.
—¿Qué cosa?
No respondí de inmediato, en cambio froté mis zapatillas contra el piso, con la mirada fija sobre ellas. No sabía con certeza lo que quería decir. Sentía las palabras atoradas y temía que en cuanto abriera la boca se escaparan descontroladas. Quería hablar con Lina, pero no quería llegar al punto de preocuparla.
—No sé explicarlo —le dije, más medida de lo que necesitaba.
Lina meditó un segundo, dejando escapar un sonoro "Mmmh". Luego decantó por lo práctico:
—Cuéntame y si no entiendo te pregunto, ¿te parece?
Asentí
—Es como que un día éramos Paula, tú, Vicente y yo para todas partes y ahora, siento como si no fuera la misma persona de hace, no sé, 2 años —le expliqué finalmente—. Ahora somos Maggie, Sole, Benja, Joshua, Joaquín y Matías. Y no los conozco tan bien, entonces cada semana parece que son distintos y no termino de adaptarme y resulta que Benja está casado y no sé qué pase la semana que viene. ¿Me entiendes?
—Uff, si Dani, mucho —me dijo con alivio.
—Lina te extraño —lancé finalmente con un tono lánguido y supe que eso era exactamente lo que quería decir—. Si estuvieras acá, estoy segura que todo sería más fácil. A veces me cuesta saber qué soy en estos días.
—¡Ay, Dana, linda! Yo igual te extraño. —La voz de mi amiga sonó afectada—. En verano me iré a dar una vuelta, para que celebremos, cuando apruebes la tesis. Nos divertiremos un montón.
—¡Si! —exclamé tratando de despejar la sensación opresiva que tenía en la garganta y le conté para distraerme—: Abrieron una pista de hielo y hay un nuevo cine. Y a fin de año abren un nuevo boulevard de tiendas. Todo está muy cambiado.
—Tú mami me va a tener que aguantar todo el verano, entonces... —sonrió.
—¡Mi mamá va a estar feliz!
Y lo iba a estar. Los turnos nocturnos de mi mamá y mi trabajo y estudios nos mantenían la mayoría de las veces en una rutina de vaivén. Yo entraba y ella salía. Y viceversa. Esta convivencia me hacía sentir sola a veces y estoy segura que mi madre también se sentía así. Las pocas veces que coincidíamos, los fines de semana, ella añoraba un trabajo que le significara menos tiempo fuera de casa u horarios más coincidentes. En el verano, mi estadía sería más larga. Este verano, si todo salía bien, sería mi último verano en la tranquilidad del sistema de estudio. En marzo empezaría mi práctica final y pasado este tramo, tendría que empezar mi vida laboral profesional. Tener a Lina por aquí nos haría sentir más acompañadas, porque dos personas solitarias, no se acompañan realmente, sólo se juntan en su soledad.
—Entonces —me atajó Lina, para darle cauce a lo que realmente nos había puesto en contacto—, cuéntame sobre Arnau. ¿Qué onda eso?
Eso mismo me preguntaba yo. La sensación que su actitud me generaba, estaba ocupando mis pensamientos, tratar de entenderlo ocupaba mi tiempo y todo esto resultaba agotador. Tenía cosas más importantes que hacer, que ocupar mis esfuerzos en dilucidar ese misterio y aventuraba que resultaría difícil, si él mismo no cooperaba.