Tenía la mirada sobre el celular y me tomé un par de segundos más de los usuales en levantar la vista, pese a que sabía que era él, apenas se paró frente a la mesa, que yo ocupaba en el helado salón del sindicato.
Una hora antes la calefacción del sindicato había fallado. Un par de cañerías exteriores habían explotado. La razón probable era que las temperaturas habían alcanzado unos peligrosos 8 bajo cero y ahora habían subido abruptamente, para dar paso a una lluvia tupida y helada. Yo tiritaba ligeramente bajo el abrigo. Había tenido la estúpida idea de ponerme un vestido tejido, apropiado, quizás para inviernos menos intensos y unas botas altas.
No mentiré en que las razones del atuendo eran premeditadas y tenían que ver con el sujeto frente a mí.
Habíamos hablado durante la tarde y le había contado que me juntaría con Maggie y los chicos. Que prefería que nos viéramos después y que tuviera cuidado.
Los últimos días, tras haber tenido tiempo de reflexionar sobre la conversación con Ali, me había quedado con una pésima sensación respecto a nuestros encuentros. Tenia la impresión de que no habíamos tenido el suficiente cuidado.
—¿Qué haces aquí, Santiago? —pregunté, pese a que no era un secreto para ninguno de los dos, y ambos sabíamos que este encuentro iba a ocurrir, aun cuando no lo habíamos planeado.
Ya casi, no había gente en el lugar. La presentación se había cancelado y la razón de por qué yo, aún seguía ahí, tenía que ver con que no había podido contactar con ningún taxi. El sistema estaba colapsado de personas queriendo volver a su casa.
—Sólo paso el rato.
—Tú hermano, está aquí. Lo sabes ¿cierto?
Afortunadamente nadie más había alcanzado a llegar, antes de la suspensión.
—Por supuesto, tenía una presentación, hoy.
Tomé un sorbo de cerveza de mi botella y me crucé de piernas. Él me dirigió una mirada llena de intensidad.
—No tengo la intención de ser la culpable de revivir, lo que sea que los tiene enemistados.
Santiago lanzó una carcajada.
—Para revivir eso, tendría que estar muerto, primero.
Arqueé la ceja, pero no pedí explicaciones.
Ese no es tu asunto, Dana.
—Baja el tono —le ordené, en cambio. El lugar estaba tan vacío que cualquiera podía escucharlo—. No quiero preguntas incómodas después. —Como aquel comentario que me había dirigido Ali y cuya conclusión, no supe, de dónde había conseguido.
—¿Preguntas incómodas de quién? —sonrió divertido.
Le devolví una mirada de obviedad.
De nadie.
—¿De Benjamín? ¿Es él, el que te preocupa? ¿O Matías, quizás?
No quise ser parte de esas insinuaciones, sólo lo ignoré y volví a bajar por las publicaciones en mi celular.
[27/06 22:00]
YO: la presentación se canceló
[27/06 22:00]
YO: yo pienso que mejor lo dejamos para otro día.
Maggie llevaba una hora tratando de conseguir locomoción y sus intentos habían sido infructuosos.
[27/06 22:00]
YO: mejor vuelve a casa
[27/06 22:00]
YO: otro día más lindo nos juntamos
[27/06 22:00]
Maggie: pucha, Dana!
[27/06 22:00]
YO: no te preocupes por mí, pediré un taxi
[27/06 22:00]
YO: en media hora estaré en mi casa mirando la tele 😚
Eso me parecía, un mejor panorama que estar congelándome en ese lugar.
—O quizás —continuaba Santiago— te preocupan las preguntas incómodas, de Margaret Araujo.
Mi mirada volvió rauda sobre él.
Si quería captar mi atención, había escogido las palabras correctas.
Santiago sonreía, como si hubiera descubierto un punto débil en mi intenso interés de jugar a la indiferencia, con él.
—¡Vamos! Es evidente que lo que te preocupa, es la opinión de ella ¿no?
¿Qué si me preocupaba?
La respuesta llegó con la forma de un retorcijón en el estómago.
—Es la señorita "voz de la conciencia" —explicó—. ¿Qué crees que pensaría si descubriera que Dana Benavente tiene algo con su profesor?
Margaret era demasiado correcta. Para ella, algo así, era un NO de proporciones.
—¿Qué quieres, Santiago?
—Quería verte.
No había ni siquiera un dejo de ironía en ello. Y en respuesta, le torcí una sonrisa involuntaria.