Le dicen El Demonio

Capítulo 26: Julio, segundo viernes

Éramos de inviernos fríos y nevados; cielos blancos y luminosos. Por eso, ese invierno en particular se sintió tan extraño. A veces, cuando rememoro la oscuridad, las lluvias profusas y los ires y venires temperamentales del clima, me pregunto si era tan real o sólo se trataba de mi propio sentir. Calma y tormenta. El Demonio, yo y el segundo círculo.

Cuando bajé del autobús aún se escuchaba el leve tintineo de la lluvia. Minutos antes había caído con tanta fuerza, que se habían formado enormes charcas. Ahora, el sol sobre las cabezas y el cielo despejado, hacía pensar que nada de eso había sido real. Tenía, sin embargo, la intensa sensación de que en cualquier minuto caería otra vez y de manera tan inesperada que no alcanzaría a refugiarme.

Debo haber estado al menos unos 10 minutos, mirando la misma vidriera cuando recordé la razón que me había impulsado a salir de la casa. Y estaba segura de que aquello que buscaba, no lo iba a encontrar en ese pequeño y antiguo almacén de herramientas y todo tipo de cachivaches, así que me di la vuelta y me senté sobre el canto de la ventana. Por suerte, la tienda estaba cerrada, en cualquier otra ocasión, no me habrían permitido apoyarme en ese lugar.

Me había detenido a leer el mensaje que Sole había enviado a nuestro chat de tesis y mi mente se había sumergido en un pensamiento volátil.

[10/07 16:04]

Sole:Arnau ya subió las notas de la prueba

[10/07 16:04]

Maggie: Genial

[10/07 16:04]

Maggie:revisaré

[10/07 16:05]

Yo:miraré igual

Pero no lo hice. No tenía ganas de revisar. No necesitaba una nota tan alta para pasar y estaba segura de que me alcanzaría. Pero también estaba segura de que la prueba rendida el lunes recién pasado, había sido un completo desastre, lejano a mi rendimiento habitual. El no haber estado atenta a la clase, ni a la tarea autónoma, me había pasado la cuenta. 

No había podido concentrarme en el estudio, durante todo el fin de semana, ni siquiera había podido concentrarme bien en el trabajo. Tan evidente era mi estado de distracción, que mi jefe me había permitido retirarme antes, pensando que estaba incubando algún tipo de resfriado.

Sin embargo, no tenía nada más que apuntara a eso. No tenía tos, fiebre, ni romadizo. Si la sensación de opresión en el pecho, la distracción y la labilidad emocional, fueran síntoma de algo, estoy segura de que los analgésicos para el resfriado que tomé, hubieran funcionado.

Aparte de contestarle a Sole y fingir frente a esa vitrina, más interés del que tenía, hice otra cosa también. Entré en la agenda de números del teléfono y cambié aquello, que por tanto tiempo me había rehusado.

[10/07 16:06]

Yo:que estas haciendo?

[10/07 16:10]

Santiago:Estoy pagando cuentas

[10/07 16:10]

Santiago: tú?

[10/07 16:10]

Yo:estoy en Eagle

Santiago se tomó un tiempo para pensar su respuesta, lo sé porque en la pantalla aparecía y desaparecía el mensaje "escribiendo..."

[10/07 16:14]

Santiago:Espérame

Fue decidido. Como suele ser. Y la respuesta me generó más entusiasmo de lo que había presupuestado.

Unos minutos después, aun esperándole, volví al chat de tesis y revisé los últimos mensajes.

[10/07 16:13]

Sole:me saqué un 4,8!!

[10/07 16:13]

Sole:pase!!

[10/07 16:14]

Maggie: Yo igual!!

[10/07 16:15]

Yo:que bueno chicas!

Fue lo que contesté, antes de salir de nuevo del chat. Sabía exactamente cuál era la pregunta que seguía y no tenía la información, ni las ganas de saber la respuesta. El mensaje se iluminó en mi pantalla, pero ni Maggie, ni Sole, podían saber que lo había leído.

[10/07 16:15]

Maggie: Dana como te fue?

—Subí las notas a la plataforma.

Le miré. La figura de Santiago, hacía una pequeña sombra sobre mí. Estaba arreglado como si hubiera salido hace muy poco de la universidad. No era el Santiago informal, de las salidas nocturnas. Traía una chaqueta oscura de esas invernales, el bolso cruzado y tenía el cabello tan ordenado que me generaba el impulso de despeinárselo. Sonreía.

—Sí, Sole me dijo —respondí.

—Pasaste.

—¡¿En serio?!

Pese a que había intentado convencerme de que eso era lo natural, me sorprendió.

Mientras le seguía con la mirada, Santiago se sentó junto a mí, en el borde de la ventana.




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