Prueba Integral de Conocimientos (PIC)
Dicen que, en todo, hay dos cosas realmente inevitables: El término de algo y continuar con nuestra vida. Todo acaba eventualmente, todos los ciclos se cierran y un día, todos continuamos. De mejor o peor manera, pero continuamos.
Frente a la muerte de algo, todos nos sentimos igual. Nos resistimos, pero al final el olvido y la rutina ganan.
Lina y yo hablamos largo y tendido sobre eso, un par de días antes de la P.I.C. El aniversario de la muerte de su padre, nos guio hacia esas conclusiones, bastante atingentes a ambas, aunque prefería pensar que más atingentes para ella.
Parada en el pasillo del aula que me había asignado para rendir la prueba, pensaba de nuevo en los ciclos y en los términos; en los cierres y los inicios. Pensaba en ese tiempo tan corto que había pasado.
Parecía que sólo ayer, estaba en la oficina de la Jefa de Carrera, rogando por un cambio y ya me correspondía rendir la Prueba Integral de Conocimientos.
Pensaba que dos semanas antes, hablaba con Santiago en un autobús, acerca de la tesis y en ese minuto parecía un recuerdo que se resistía al olvido. No sabía nada de él, directamente. Según escuché, por unos compañeros; la sustitutiva y el examen las aplicó el Jefe de Carrera. La información extraoficial, era que había adelantado sus vacaciones, pero ese rumor se disipó rápido, porque unos estudiantes lo habían visto, entrar a la sala de docencia un par de días atrás. Lo siguiente que ocurrió, es que corrió el rumor de que se iría. Los pichones suspiraron aliviados ante esa posibilidad. Pero no había una información oficial, al respecto y mientras no existiera, se podía descartar todo.
La prueba empezó a las 9:10 de la mañana. Un poco más tarde de lo programado inicialmente, pero nada que no estuviera contemplado. Dos ciclos de 90 minutos. Eso duraba. En la primera parte salí a los 75 minutos, en la segunda sólo me tomé 60. Al parecer los rumores de que Santiago Arnau preparaba bien a sus estudiantes, eran todo, menos rumores.
Había otra cosa acerca de él, que eran todo menos rumores, pero eso aún no se extendía por la universidad. Y a esa altura, aún tenía, la secreta esperanza, de que jamás ocurriera.
En algún punto de esos días que no lo había visto, tuve la sensación de que habitábamos dos dimensiones distintas, tan lejanas una de la otra, que no nos toparíamos. Pero la realidad no era así y mientras atravesaba el pasillo del área de administración, Santiago Arnau se me apareció como un fantasma. Mentiría si dijera, que supe qué hacer. Sólo me quedé ahí plantada, expectante. Él, en cambio, pasó por mi lado, ajeno a mi presencia. Como si fuera una completa desconocida. Como esa camioneta, a punto de atropellarme, que se desvaneció en un recuerdo solitario.
¿Qué quieres tú, Dana?
En ese minuto, parada allí, sólo quería volver a casa y dormir una semana, sin preocuparme de nada más. Ante la perspectiva, solté un largo y contenido, suspiro.
Afuera, la nieve, había vuelto a caer.