Le dicen El Demonio

Epílogo: Fecha Indeterminada

Los rumores partieron discretos. Santiago Arnau, en sus 30, estudiante de excelencia, un año como ayudante del ramo, siete años como docente adjunto, había abandonado la cátedra de Análisis Cualitativo de la Estadística.

Cuando me tocó recoger el puntaje de la P.I.C., en la oficina de la Jefa de Carrera, las razones detrás de su renuncia, eran un secreto a voces. Un secreto que me involucraba de manera subrepticia, y sobre el que ningún compañero, que lo sospechara, se atrevía a hablar. Maggie y su reputación tenían mucho de relación, con ello.

Llegado a ese punto del año, no había un solo estudiante, que no hubiera escuchado acerca de los rumores.

"Al final, todos lo sabíamos, de una u otra forma"

"No era gratuito, que le dijeran El Demonio"

Cualquiera te podía decir que su apodo era el adecuado. 

Maggie me esperaba en la salida de la facultad. Hablaba por teléfono, cuando la encontré.

—Mati —me comentó en cuanto cortó y rodó los ojos con un fingido fastidio.

—¿Qué le pasó?

—Está preocupado, por quién será nuestro profesor guía para la tesis.

—¿Por qué? —pregunté intrigada.

—Ni idea. Me comentaba que hay un nuevo profe en la nómina. Es joven, tiene menos experiencia que otros, pero está en un rango medio. Dice que deberíamos enviar nuestra aplicación con él y pedirlo en primera instancia. Como es nuevo, no lo van a pedir mucho.

—¿Y el cómo sabe que es el adecuado, para nosotras?

—Fue su profe guía, el año pasado.

—¿Y tú qué piensas?

—Pienso que hay algo muy raro en todo esto, pero no me lo voy a cuestionar demasiado y creo que deberíamos hacerle caso.

Yo también lo creía, pese a que no sabía si las razones suyas y mías, eran las mismas. De cualquier forma, la suspicacia quedó colgando entre las dos. 

Después de esa vez en la parada del autobús, el asunto de Santiago Arnau, no volvió a ser conversado. A Maggie y a mí, nos había quedado claro que era un tema prohibido. Y por el bien de nuestra amistad, las dos colaborábamos en mantener a la otra, al margen.

Ya habría tiempo para eso. 

Durante la semana, sería el cumpleaños de Benja. Maggie y yo, nos habíamos reunido para salir a comprarle algo. Sole, nos encontraría en el centro. Aún había vestigios de la nevazón que había cubierto la ciudad, por lo que tiritábamos un poco, mientras esperábamos el autobús, en la parada.

—¿Qué pasa si vuelve?

La pregunta me tomó de sorpresa. Sabía que eso podía pasar, me hacía una idea. Sabía también que, habiéndose estrechado, tantos nuestros círculos, seguramente nos volveríamos a encontrar. Y gracias a la pregunta de Maggie, le daría vueltas a esa posibilidad con persistencia, nuevamente.

No sé si esperaba de verdad una respuesta —o sólo se le había escapado un pensamiento volátil—, porque cuando volví mi mirada a ella, su rostro se iluminó e hizo un gesto a alguien detrás de mí.

—¡Cris! —saludó con entusiasmo.

Era un joven alto, de cabello oscuro y un rostro conocido.

Maggie fue hacia él, lo saludó con un beso en la mejilla y lo acercó hasta donde yo estaba.

—Dana —me explicó—, este es Cris. 

Pero la presentación no fue necesaria, porque ambos ya nos conocíamos.

El joven me dio un fuerte apretón de manos.

—Así que tú eres la famosa Dana Benavente —sonrió.

¡Qué chico era el mundo!

—¿Se conocen? —preguntó Maggie.

—Hemos conversado un par de veces —le explicó él.

Maggie le miró, curiosa.

—Comité de bienvenida —le recordó.

—Gracias, por el consejo, por cierto —le agradecí.

Y él me sonrió. 

—¿Te sirvió?

Suspiré. 

—Un poco.

—¡Ah, no! —nos cortó Maggie—. Yo necesito saberlo todo.

Y en honor a su voluntad, nos tomó a ambos del brazo y nos subió al bus. 

Nevaba. Pequeños copos, que anunciaban el final del invierno. La temporada de lluvias, había acabado.

Por ahora.

 

Segunda Versión

Mayo, 2021




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