Le dicen El Demonio

Escena 6: Abril, tercer jueves

MAGGIE

—¿Te costaba mucho decirme que estaba casado?

Mati me dirigió una mirada distraída y volvió su vista, al camino, de inmediato.

Su cabello oscuro y ondulado caía sobre su rostro y ese desorden me generaba unas intensas ganas de ordenarlo, que contenía mirando el celular, en una vana esperanza de que Dana enviara un mensaje diciendo que estaba bien.

Mati aún traía ropa de oficina, lo que le daba un aire demasiado adulto, para mi propio gusto.

Sonrió.

—Se te ocurren las discusiones más extrañas en momentos como este ¿no?

La verdad es que tenía unas intensas ganas de discutir. Habría hecho de cualquier cosita un enorme problema en ese minuto. 

Acabábamos de dejar a Dana en su casa y nuestra despedida me había dejado una terrible sensación. No sentía que estuviera bien dejarla sola en esas circunstancias. Mientras estábamos en la casa de Matías, había pasado de los sollozos a reír de alguna cosa sin importancia, luego a los sollozos de nuevo. En un minuto, mientras tomábamos un té en la mesita pequeña de la cocina, sacó su celular y adoptando un gesto muy serio; empezó a borrar números, mensajes, fotos.

«¿Estás segura?» —le pregunté varias veces, porque a veces uno hace esas cosas y luego se arrepiente. Pero Dana no parecía tener ganas de discutirlo.

«¿Quieres levantar una denuncia?» —le pregunté en algún minuto, pese a que sabía con demasiada certeza que eso no prosperaría. Creo que Dana también lo sabía, porque negó con la cabeza y siguió en lo suyo. La certeza me causó impotencia, luego rabia y al final tristeza.

De pronto, tras terminar su tarea, se limpió una lágrima escurridiza y dijo: «Quiero irme a mi casa, ¿me pueden ir a dejar?»

Yo le di una mirada rápida a Mati, que había permanecido sentado, todo ese rato, en el sillón junto a la estufa y él me devolvió en un gesto, la misma sensación de desconcierto que yo tenía.

«¿Estás segura?» —le pregunté y ella asintió.

«Mañana tengo que trabajar temprano y necesito descansar.»

«Claro» —susurré, pese a que no me parecía sensato que fuera a trabajar tras esas circunstancias. De cualquier forma, también entendía que a veces no era una opción.

Nos tomó menos tiempo, del que hubiera querido, dejarla en la casa. La acompañé hasta la puerta, por sí necesitaba hablar de algo antes de entrar.

Dana me dio la espalda para abrir la cerca.

«El sábado, si quieres, ven a quedarte» —me dijo, luego se giró para mirarme. Y trató de dirigirme una sonrisa.

Asentí y para ocultar mi sensación de desasosiego, le acomodé tras la oreja, una mecha que se escapaba del peinado.

«Llámame si necesitas hablar o cualquier cosa. Estaré atenta»

«No te preocupes, hablaré un rato con Lina» «Quedamos en que conversaríamos.»

Asentí. Dana se despidió y caminó hasta la entrada de su casa. No me devolví al auto, hasta que la vi cerrar la puerta.

—Me sentí como una estúpida —continué, porque no quería seguir pensando en lo anterior.

—Nada que ver —me detuvo Mati, con seriedad.

—No te costaba nada advertirme.

—Benja me hizo prometer que no se lo contaría a nadie, Maggie.

—Pudiste evitarme la vergüenza de coquetear con él descaradamente.

Mati me devolvió una mirada rápida.

—¡¿De verdad?! —exclamó sorprendido.

—Ja-ja. No finjas que no te dabas cuenta.

Mati pareció entender que era un tema serio de discutir, porque orilló junto a la vereda derecha, detuvo el auto y se giró para mirarme.

—No, Maggie, de verdad. Te juro que nadie lo notó. Si no ya lo habrían comentado. Sabes cómo son los chicos.

—¿En serio?

Asintió con convicción enérgica

Suspiré. Eso era una buena noticia.

Mati no volvió a conducir de inmediato, en cambio se tomó su tiempo para replicar:

—¿Te gusta Benja, entonces?

—No, claro que no —y la afirmación vino tan rápido, que me generó sensación de convicción—. O sea, es guapo y tiene buena personalidad, pero más allá de eso, sólo te genera buena vibra.

—Claro. —Mati no lucía muy convencido, sin embargo, no replicó y puso el auto en marcha, antes de que empezara a enfriarse.

—Ben es divertido. Y supongo que estoy un poco aburrida estos días.

Se sentía como una disculpa y eso no tenía mucho sentido, porque no tenía razones para disculparme con él, por algo como eso.

Mati asintió con seriedad. Últimamente se comportaba mucho de esa forma. La situación me empezaba a mosquear o quizás simplemente tenía demasiadas ganas de pelear.

—La verdad…—empecé y mi tono se elevó un poco —no tengo por qué…

—Aby me terminó —cortó mi mal rollo.

Y me dejó sin palabras.




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