Leave Me Lonely

CAPÍTULO 2

El festejo continuó cuando su padre llegó de trabajar. Le dieron la noticia y se limitó a felicitarlo y a cenar. Así era él: si se sentía emocionado no lo expresó, pero Gibran tampoco le dio tanta importancia. Nada le arruinaría ese momento de pura felicidad.

Debajo de los resultados estaba el procedimiento para la inscripción. Básicamente tendría que ingresar al portal de la universidad para obtener su documentación, no sin antes realizar un examen de inglés como requisito para descargar su papeleo y entregarlos en la fecha que indicaba el calendario en dos lugares: el primero era en las instalaciones en dónde acudían los alumnos de nuevo ingreso y el segundo la preparatoria en donde había sido aceptado.

Haber sido aceptado en el bachillerato de la Universidad Nacional Autónoma de México le había dado una ventaja por encima de cualquier aspirante seleccionado en otro plantel de otra institución: tenía un pase directo a cualquier carrera universitaria siempre y cuando cumpliera con el promedio solicitado por la misma.

Al día siguiente realizó el examen, con un 1% de conocimiento y 99% de fe. El inglés nunca había sido su fuerte, y aunque había llevado la materia los tres años en la secundaria apenas y sabía lo básico. Respondió el examen sin muchas preocupaciones, ya que no contaba en nada y sus resultados tampoco afectarían su lugar en la preparatoria, pero sí le generaba un poco de inseguridad que aún no dominar del todo el inglés hasta ese punto de formación académica. Posteriormente, descargó sus documentos, los juntó, los colocó en un folder y guardó en un lugar seguro hasta el primer día de entrega de documentación.

La Avenida del Aspirante estaba ubicada dentro del sector denominado Ciudad Universitaria, una zona que fue construida gracias a una propuesta presentada durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho en donde se concentran un conjunto de edificios y espacios que conforman el campus principal de la UNAM y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en junio del 2007.

La primera parte del trayecto fue sencilla, pues solo tomaron el Sistema de Transporte Colectivo Metro que los dejó en una estación llamada “Universidad”. Le parecía una locura que la universidad tuviera una estación con su símbolo, nombre y a las afueras del campus.

De ahí en adelante tuvieron que continuar su trayecto preguntando a los choferes de microbús.

Gibran estaba nervioso. Nuevamente tendría que hacer un procedimiento por sí solo y el temor de que hubiera algún error en su documentación le nublaba la vista.

En cuanto el conductor anunció que habían llegado a su destino el microbús quedó casi vacío: todos los pasajeros eran aspirantes acompañados por familiares. Cruzaron la avenida y se encontraron con una larga fila.

Genial, tendré que exponerme a las inclemencias del tiempo pensó Gibran cuando se formó.

Para su suerte, la fila estaba avanzando a buen ritmo. Pasó media hora y Gibran era de los siguientes en revisar la documentación. Un hombre calvo bien vestido le pidió sus papeles. Abrió el folder y revisó hoja por hoja. Se lo devolvió y le pidió que avanzara. El chico que iba detrás de él no corrió con la misma suerte: algo iba mal impreso y le pidieron que fuera a solucionarlo lo antes posible. Gibran observó en su rostro la angustia y avanzó a largos pasos, seguro para avisar a su madre de lo que había sucedió y arreglarlo cuanto antes, como lo había sugerido el señor.

En cuanto Gibran cruzó el zaguán se encontró con más filas. Estaban terminando con la fila del exterior para formar más filas en el interior del recinto. La ventaja de eso era que todo el pasillo estaba techado, así que el sol ya no sería un problema.

La señorita frente al grupo recibió la orden de comenzar a avanzar a través de un radio. Todo a su alrededor era naturaleza: arboles, pastos altos y unas caídas que, si resbalaba y rodaba seguro se daba un buen golpe. O probablemente se mataría, no alcanzaba a ver el final de la caída desde su posición.

Cuando dieron la vuelta Gibran quiso pegar un grito, pues más adelante vio más filas.

Pensó que sería un procedimiento igual de veloz como la vez que entregó los documentos para el Concurso de Selección.

Las filas siguieron avanzando y cuando fue su turno no se sorprendió de ver que la fila continuaba más adelante. A lo lejos vio unas ventanillas y a los aspirantes de pie frente a ellos entregando los documentos. Ya era un proceso más rápido: recibían los folders, se quedaban con los papeles y se los devolvían vacíos.

Pasó a la ventanilla 4: lo recibió una señora de edad avanzada. Le dio las buenas tardes, recibió sus documentos, los engrapó, guardó en algún lugar que Gibran no pudo ver y le informó que el procedimiento continuaría con la inscripción en el plantel asignado.

Gibran agradeció la atención prestada, dio la vuelta y avanzó siguiendo las flechas hasta la salida. Ese día regresó agotado, pero había superado un día más.

Solo faltaba uno más.

Después de una semana se presentó a la ENP 2. Estaba a cuarenta minutos de su casa. Una estación del metro les acortó el camino. Tomó junto a su madre un camión que los dejó en la esquina de la preparatoria. Se sentía un poco más tranquilo. Después de entregar documentos dos veces solo la tercera ya lucía menos aterradora.

La página de la preparatoria le había arrojado unos documentos que imprimió y sacó copia por si las llegaba a necesitar. También le dio a conocer el grupo al que había sido asignado y, ese mismo día, la directora del plantel les daría la bienvenida y harían un breve recorrido por las instalaciones para comenzar a familiarizarse con su nueva escuela.

Después de haberse formado entró a la preparatoria. Su nuevo hogar.

Lo primero que observó fue la escultura que parecía les estaba dando la bienvenida: se trataba del hombre que le daba nombre a la preparatoria, Erasmo Castellanos Quinto, un escritor, poeta, profesor de literatura española en la Escuela Nacional Preparatoria y profesor de Literatura Castellana y General en la Facultad de Filosofía y Letras, ubicado en CU. La escultura estaba situada en una base cuadrada alta con una placa que exhibía su nombre, fecha de nacimiento y fallecimiento. El hombre lucía una gran barba y bigote y llevaba un libro abierto en su mano derecha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.