Leave Me Lonely

CAPÍTULO 8

Le esperaba un fin de semana un tanto ocupado: el sábado salió de casa con tiempo. Ya no fue necesario que su madre lo acompañara: tomó la decisión de ir solo ese día hasta la preparatoria para que su madre estuviera puntual en el trabajo y no tener la presión de tener dejarlo para la toma de la fotografía y entrega de credencial.

Llegó 20 minutos antes de la cita, y como lo imaginó, lo recibió una larga fila combinada de los tres grados escolares.

Tomó su lugar, mientras sujetaba con fuerza el folder en donde guardaba la Carta de Aceptación que, desde ese día, dejaría de ser su pase de entrada a las instalaciones.

Su celular vibró, y al revisar la pantalla notó que era un mensaje de Alejandro, preguntando si ya había llegado. Al responder afirmativamente, su amigo le pidió su ubicación exacta para llegar hasta él y colarse en la fila.

— ¿Por qué tan madrugador? — Gibran se fijó que portaba su mochila, decisión que se le hizo un poco rara, dado que no iban a clases y la mochila se veía bastante llena como para que trajera solo su Carta.

— Sabía que iba a haber gente, y no quise ser de los últimos en la fila —. El tiempo que había llegado de anticipación le aseguraba a Gibran no tardar tanto en salir de ahí y poder regresar temprano a casa, en donde le esperaban un par de tareas de la semana —. ¿Por qué tan impuntual?

— ¿Cuál impuntual? Faltan dos minutos para que sean las 2:00 PM. Qué exagerado —. ¿Me está diciendo a mí exagerado cuando el que montó un drama cuando estuve a punto de tomar otra Estética fue él? — Es sábado, y hoy toca levantarse tarde. Por un momento olvidé que hoy nos entregarían la credencial y tuve el tiempo justo para desayunar algo rápido y cambiarme. Tomé lo primero que encontré y no vengo muy combinado como otros días —. Se analizó la vestimenta e intentó quitarle las arrugas a una camisa de cuadros verdes y negros. ¿Cuántas camisas de ese tipo tenía?

— Nunca vienes combinado — aclaró Gibran, recibiendo un ligero puñetazo en el hombro que lo tomó desprevenido.

La fila comenzó a avanzar en cuanto dieron las 2:00 PM. Como en el primer día, la fila general se dividió en filas por grupos. Varios compañeros del grupo de Gibran habían llegado antes que él y no había distinguido ningún rostro en su camino.

A la persona que encabezaba la fila se le dio un par de instrucciones, posteriormente se puso en marcha y avanzaron uno detrás de otro hasta el primer edificio.

Ingresaron a una de las aulas de la planta baja, que indicaba en una hoja pegada junto al marco de la puerta “456”

Un set había sido improvisado en el aula. El escritorio se había reubicado frente el pizarrón, el cual estaba cubierto por una manta blanca. Habían colocado un ordenador y un aparato que parecía ser una impresora, pero mucho más grande y estorbosa. Frente a la computadora había una señorita de cabello castaño recogido en una cola de caballo alta.

— Hagan el favor de comenzar a sentarse desde esta primer mesa y no vayan a dejar asientos vacíos. En cuanto estén acomodados daré inicio.

Siguieron las indicaciones. A Gibran le tocó sentarse junto a Alejandro. Se tomó un momento para ver las caras que estaban frente y detrás de él. Lamentablemente aún no se aprendía el nombre de sus compañeros y sus rostros aún no le resultaban conocidos. Por más que se esforzó los nombres no llegaban a su mente, por lo que se dio por vencido.

Como el profesor Pablo lo había mencionado, fue un procedimiento rápido: sólo tenían que entregar su Carta de Aceptación, posar frente a la cámara, esperar un tiempo sentados en lo que se imprimía la credencial para ser entregada y listo.

Pasaron unos 15 minutos cuando fue el turno de Gibran. Cuando se sentó frente a la cámara no estaba seguro si tenía permitido sonreír, así que optó por una cara seria.

El flash lo hizo entrecerrar los ojos, y rezó para que la cámara no lo hubiera captado así.

Cuando le entregaron su credencial (que era de un color amarillo, decorado con el escudo de la universidad y el de la preparatoria, el ciclo escolar, el grupo y el turno) se arrepintió de no haber estirado un poco las comisuras: su rostro estaba entre “odio la vida” y “ayuda, estoy sufriendo”.

No sabía si Alejandro quería que lo esperara, y como no quería aceptar otro reclamo, se recargó en el muro hasta que su amigo cruzó la puerta.

— ¿Qué tal salió tu credencial? La mía salió horrible, ¿le podremos pegar una foto encima o algo así?

— Dudo mucho que eso se pueda. Tampoco me agradó la foto, pero es lo que hay.

Ambos se marcharon juntos hasta el metro, y cuando Gibran llegó a casa le mandó un mensaje a su madre avisando que todo había marchado bien para que estuviera tranquila.

Al día siguiente, salió en busca de una guitarra para la clase de Estudiantina. Le emocionaba la idea de que pronto daría comienzo el proceso de aprendizaje en el uso de la guitarra, y se imaginó después tocando una que otra canción para impresionar, pero de solo recordar que en algún momento tendría que usar ese ridículo uniforme las ganas de tener su primera clase desaparecían.

Había una tienda de instrumentos musicales a tres cuadras de su casa. En ese mismo local, sus padres le habían comprado una guitarra a su hermana Cintia. Se había inscrito a clases, pero no terminó el curso, o simplemente no le gustó, no estaba informado sobre qué había pasado. Su guitarra era de color morado, y estaba bastante linda. Después la vendió para sacar dinero para comprar el material que le exigía la carrera de Odontología.




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