Leave Me Lonely

CAPÍTULO 17

Aidée ofreció su casa para que se juntaran a armar el vestuario de la catrina. Todos ya se habían dado a la tarea de buscar material reciclado. Gibran no había encontrado tantas cosas: su gran aporte consistía en papel periódico que tenía de dos a tres años de antigüedad, revistas que su madre le dijo que podía llevarse, pegamento líquido por si lo llegaban a necesitar, unas barras de silicón. No estando del todo seguro de que Aidée tuviera pistola para las barras, guardó también la que tenía en casa.

Concretaron como punto de reunión la estación “Obrera”, de la línea 8 del metro. Por lo que comentó su nueva amiga, vivía a unas cuantas calles de ahí, y como no quería que se perdieran intentando llegar a su casa, ella los dirigiría hasta allá.

Abordó el metro, mochila en mano, y se trasladó hasta la estación correspondiente, mientras escuchaba música que había descargado de una página ilegal. Su catálogo era reducido: Shake It Off de Taylor Swift, Problem y Bang Bang de Ariana Grande y Can’t Remember to Forget You de Shakira con Rihanna eran las que más escuchaba, aunque aún no estaba tan apegado a la música y prefería tener el sonido de la televisión cuando estaba en casa o escuchar los sonidos de la calle camino a la preparatoria.

Vanessa y Giselle llegaron puntuales, al igual que Gibran. Nancy llegó en carro, trasladada por sus papás. Aidée llego un poco tarde, pero tampoco tanto como para que la impaciencia los consumiera.

Al salir de la estación, dieron tantas vueltas que Gibran se mareó y quedó desorientado: cuando Aidée dijo que vivía cerca pensó que sería a un par de calles, sin embargo, cerca para Aidée eran como 10 calles en donde zigzaguearon la mayor parte del tiempo.

La zona no era la mejor, y en algunos puntos Gibran sintió temor de que en cualquier momento saliera un drogadicto que les pidiera sus celulares voluntariamente a fuerzas, pero llegaron a casa de Aidée sin toparse con ningún delincuente.

Vivía en lo que parecía ser una vecindad: la puerta de la entrada era negra y al ingresar les daba la bienvenida un pasillo estrecho ligeramente oscuro a pesar de ser de día. Los desvió hacia unas escaleras de metal. El barandal estaba frío, y todos se sostuvieron fuertemente al comenzar a subir.

Pasaron por tres puertas hasta que llegaron a la que correspondía a la vivienda de su compañera: el calor de hogar los abrazó, un clima más agradable que el que dominaba en el exterior.

— Adelante, tomen asiento. Con confianza — Aidée les hizo señas de que siguieran circulando hasta una pequeña sala. Una pantalla estaba posicionada en un mueble de madera negra. En la pared había repisas y unos cuantos cuadros de pinturas. Gibran inhalo y suspiró ruidosamente. La casa le dio la impresión de ser de una familia de cultura.

A Aidée le gustaba la cultura, pero oriental. También contaba, ¿no?

Se enfrascaron en una tranquila conversación sobre los inconvenientes que había tenido cada uno al empezar su día y presentarse a la hora y lugar que acordaron: el problema común fue que el metro había tardado en pasar (Vanessa y Giselle), o que se habían levantado tarde (Nancy y Gibran).

— Hay mis chiquillos, ¿qué voy a hacer con ustedes? — le sobó a Nancy y Gibran la cabeza y el tono usado era similar al de una madre amorosa. Hasta cierto punto, a Gibran le recordó a su madre.

Cuando todos sintieron la presión de empezar a trabajar, sacaron el material que habían logrado reunir: Giselle llevaba la crinolina en una bolsa. Cuando la sacó se veía demasiado grande, más grande que el doblez que tenía debió de ser tan bueno como para que cupiera. Vanessa colaboró con más papel periódico, envolturas de comida chatarra y una bolsa negra de basura. Nancy aportó más periódico, una diadema que ya no usaba que pensó serviría para que la catrina quedara más coqueta, unas flores de plástico para decorarla (o para la parte del vestido en la que la quisieran usar) y pegamento líquido. Gibran sacó su aporte y todo lo colocaron en la pequeña mesa del centro de la sala. Contemplaron el material, analizando lo que podían hacer con toda la basura.

La idea que surgió consistió en forrar la crinolina con periódico (la falda del vestido de la catrina) y como la bolsa de basura parecía ser del tamaño de Aidée, con eso harían la parte superior del vestido, y con el sobrante harían las mangas. Con las envolturas recortarían flores para pegarlas, y terminarían decorando la diadema con las flores de plástico de Nancy.

Aidée inició la labor, amarrando con un hilo la crinolina y sosteniéndola de un pequeño gancho que estaba en el techo. Con la base del vestido en suspensión, jalaron todo el papel periódico, rodeando la crinolina para abarcar lo más posible.

— No creo que sea buena idea pegarlo con el pegamento. ¿Y si mejor hacemos engrudo?

El grupo apoyó la moción y, como Aidée era la “dueña” de la casa, fue la encargada de hacer el engrudo. Mientras quedaba listo y nuevamente sus amigas se sumían en una interesante conversación, Gibran se desconectó del mundo mientras miraba una pequeña mancha en la puerta.

<<— Gibran, ¿por qué dejaste de hablarme? >>

La pregunta seguía retumbando en su cabeza, incluso a veces escuchaba la voz de Alejandro pronunciar esas palabras a su lado.

Pero él no estaba ahí, solo su grupo de amigas y mucha basura que pronto se transformaría en el vestuario de una catrina.




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