Toda la preparatoria iba disfrazada. Desde momias mal hechas hasta diablitos muy provocativos, no importaba a qué lugar se mirara, en cualquier parte había algún disfraz creativo que admirar o criticar.
No faltaron las personas que hicieron cosplay de algún personaje de anime, quienes usaron un mameluco de algún animal o quienes no se habían disfrazado de nada, como Gibran y su grupo.
El profesor de matemáticas llegó exactamente a la hora de la clase, pero no llevaba nada en mano como de costumbre.
— Tengo una junta importante. Tienen las dos horas libres. Diviértanse y disfruten de sus disfraces.
Todos respondieron agradecidamente. El aula empezó a quedar vacía, a excepción de unos cuantos que no tenían la intención de levantarse.
Gibran preguntó a sus amigas qué harían durante esas horas, a lo que Giselle respondió, mientras alzaba el equipo de maquillaje que había usado en Aidée.
— ¿Quieren que nos pintemos?
***
Cuando Giselle terminó de hacer la magia, decidieron esperar el tiempo que hacía falta para la clase de inglés en una jardinera del patio central, cubiertos por la sombra de uno de los árboles.
A Gibran le gustaba la celebración del Día de Muertos. El olor a incienso era uno de sus favoritos, por eso amaba acercarse a las ofrendas, además de que eran visualmente atractivas. Le gustaba la combinación que hacían los colores negro, naranja y morado, las calaveras de azúcar, el delicioso pan de muerto que, cuanto más natural fuera, más rico era. La flor de cempasúchil que nunca podía faltar en la decoración. Le parecía fantástica la creencia que se tenía acerca de los caminos de pétalos que se debían hacer para que los espíritus de los familiares muertos llegaran hasta la ofrenda de quienes los apreciaban, querían y extrañaban.
Gibran no tenía aún a nadie a quién ponerle ofrenda, pero quería hacerlo aún así, solo para vivir la experiencia.
Recordó que, en la secundaria, cuando él estaba ayudando en la colocación de la ofrenda, casi ocurrió un fatídico accidente: el viento se soltó de un momento a otro, moviendo el papel picado que se había colocado en el borde de las mesas. Varias velas estaban encendidas, y en uno de los tantos vientos que azotó la ofrenda, uno de los papeles entró en contacto con la flama de una. Ardió en llamas, pero Gibran logró quitar la guía de papel picado de la mesa y sacarla antes de que se propagara el fuego. Los profesores se preocuparon por él y le preguntaron si estaba bien. Afortunadamente no sucedió nada, y le ayudaron a apagar el fuego a pisadas. Se tuvo que modificar la colocación de las velas para que fuera menos peligroso y no volviera a incendiarse mientras nadie estuviera al pendiente.
Durante la clase de inglés se enteraron de que Oyuky estuvo maquillando a casi todo el grupo en el Cubo durante las horas libres.
Gibran pensó que la idea de Giselle de maquillarlos había sido muy atinada, ya que, de no ser así, habrían sido los únicos que no estaban ni disfrazados ni maquillados.
Evidentemente, Gibran casi se derritió cuando vio de nuevo a Alejandro con media cara pintada. Las palabras no le alcanzaban para expresar lo mucho que sentía cada vez que lo veía, las ganas que tenía de decirle lo mucho que le gustaba y el deseo inmenso de que lo abrazara y recuperar la comunicación que tenían.
Aquel día habían compartido un momento agradable antes de ingresar al aula de matemáticas, y por un momento olvidó la situación en la que se encontraba su relación. Olvidó que él había sido quien lo alejó y quiso sacar de su vida, que era él quien lo rechazaba cuando se acercaba a hacerle plática.
Se cuestionó si sería muy extraño hablarle, intentando fingir que nada había sucedido, pero estaba seguro de que se vería muy mal si hacía algo así. No sabía que pensaría Alejandro ante tan repentino cambio.
La tristeza ocupó el lugar en donde segundos atrás había felicidad y esperanza. Se concentró en la pantalla del ordenador y realizó las actividades que la profesora les solicitó.
***
Nadie esperaba que la clase de lógica también se fuera a cancelar. El profesor acudió a la hora correspondiente y los acompañó por cinco minutos para preguntar dudas sobre la clase pasada. Como no hubo ninguna, anunció que en la siguiente clase asignaría los lugares en los que se sentarían. Posteriormente, se despidió y retiró del aula.
Gibran y sus amigas no tenían ganas de irse (por Giselle y Aidée irían hasta la hora del término de las clases) por lo que se sentaron en las jardineras del patio central.
Había mucho movimiento a pesar de la hora. Al parecer varias clases habían sido canceladas, o también estaba la posibilidad de que fueran estudiantes rebeldes que habían decidido no entrar a clases.
Varios compañeros de su grupo estaban paseándose por el patio. Algunos estaban concentrados en grupos, y otros habían optado por retirarse. No fue hasta ese momento que se percató de que Xanath iba disfrazada de diablita y Laila, por la vestimenta, probablemente de bruja.
Alguien se interpuso en su camino y estuvo a punto de soltar una palabrota, pero se silenció automáticamente al darse cuenta de quién era:
— Hola — saludó Alejandro. Estiró ligeramente las comisuras y alzó la mano —. ¿Puedo sentarme? — señaló la jardinera. Gibran asintió ligeramente, mientras respondía al saludo.