El karaoke se ubicaba a 15 minutos en taxi desde la preparatoria. El viaje hacia su destino inició a las 12:00 PM, arribando hacia una zona de dudosa seguridad a las 12:15 PM. Gibran sabía que el lugar no era el mejor, pero tampoco imaginó que al poner un pie en la acera se sintiera una gran sensación de peligro. La calle estaba poco transitada, alguno que otro transeúnte de intenciones sospechosas aparecía a paso apresurado, como si estuvieran escapando de la ley.
Inmediatamente supo cuál era el karaoke, pero no detectó la entrada: era una zona de locales cuyas cortinas estaban bajadas. En la primera planta se veían tres ventanales, cada uno con una palabra escrita: “billar, karaoke, bar”. También había un segundo piso, pero sus ventanales no tenían nada escrito. La música estaba tan alta que le dio la sensación de que estaba siendo reproducida desde su celular. El grupo de Oyuky avanzó con total seguridad, familiarizados ya con el lugar y la zona. Alejandro iba caminando junto a Gibran y se desviaron hacia un lateral, en donde accedieron por una puerta que inmediatamente tenía unas escaleras de metal de color negro que subían a un primer piso. Al llegar se encontró con varias mesas de billar ocupadas por jóvenes de su edad. Casi todos fumaban y tenían alguna cerveza en mano. Siguieron subiendo las escaleras hasta el segundo piso. El karaoke no estaba tan ocupado, solo una que otra mesa y la barra estaba vacía.
Se juntaron varias mesas para que todos cupieran sin ningún problema y no verse en la necesidad de excluir a nadie.
Discutieron entre todos lo que iban a pedir: Gibran esperó a que alguien les llevara algún menú para saber qué escoger, pero nadie se apareció para auxiliarlos. Cuando escuchó la palabra “tritón” no tenía idea de qué era, pero todos estaban convencidos de que era lo mejor para todos. Oyuky recolectó el dinero y se acercó a la barra, en donde la atendieron inmediatamente.
— ¿Qué te parece hasta el momento? — Alejandro estaba sonriente, casi extasiado, seguro ante la idea de tomar y que los efectos del alcohol se apoderaran de su cuerpo. Gibran aún no estaba listo para lo que sea que se avecinara.
— Si ignoramos la zona tan horrible y las personas que vi pasar no está tan mal. Y el lugar está muy vacío para ser viernes.
— No tardan en comenzar a llegar. A partir de la una es cuando la concurrencia empieza a aumentar. No te preocupes por eso ahora, enfócate más en embriagarte que para eso venimos —. Le dio unas palmadas en la espalda, sonriéndole ampliamente.
— No sé tomar, puede que no lo haga —. En su vida Gibran había probado una gota de alcohol. A decir verdad, sentía un poco de miedo de hacerlo y no quería acceder por presión social.
— Entonces, ¿para qué pagaste?
— Probablemente porque quise que les saliera más barato — contestó sin más, mientras levantaba y bajaba sus hombros para restarle importancia al gasto innecesario que acaba de hacer.
Oyuky llegó con un objeto enorme lleno de cerveza con tres llaves. Parecía un dispensador de agua, solo que en lugar de tener un garrafón tenía un recipiente cilíndrico lleno de cerveza. Regresó por unos vasos y dos platos planos: el primero tenía chamoy y el otro chile en polvo para escarchar los vasos.
Todos tomaron el suyo y comenzaron a preparar y a servir. Alejandro no le preguntó a Gibran si quería: tomó un vaso, bañó el borde en chamoy y chile y se lo extendió para que él se sirviera cerveza a su gusto.
— Inclina el vaso para que no haga mucha espuma al momento de servirte — le aconsejó su amigo. Siguió sus indicaciones y llenó el vaso hasta la mitad. Alejandro hizo un gesto de negación. Tomó a Gibran de la muñeca y lo acercó nuevamente al tritón para llenarlo más —. Así está mejor.
Se acercó la bebida a la nariz y frunció los ojos ante el olor. ¿Esto se toma? Huele asqueroso. Disimuladamente saltó su mirada entre todos sus compañeros y se percató de que lo tomaban sin hacer ningún gesto. Incluso Mairim, que daba la impresión de ser tan especial y melindrosa. Se armó un poco de valor, acercó el vaso a sus labios y le dio un sorbo.
La cerveza tenía más gas que un refresco, y efectivamente el sabor era horrible. Lo alejó inmediatamente de su cara y lo dejó en la mesa.
¿De verdad fue una buena idea acceder ir al karaoke? Probablemente debió sugerirle a Alejandro ir a algún otro lugar juntos que en verdad le agradara. El lugar no era malo, pero había más opciones en donde su vida y salud no correrían peligro (al menos no tanto).
Todos, Oyuky, Jonathan, Octavio, Ángel, Mairim, Fernanda y Alejandro ya se habían terminado el primer vaso de cerveza e iban por el segundo. Se percataron de que no iba a alcanzar, así que se debatieron entre pedir otro, pero prefirieron pedir unos tragos. Oyuky nuevamente se ofreció a recolectar el dinero, preguntó a cada uno cuantos shots quería cada uno y se acercó nuevamente a la barra.
— Anda, tómalo antes de que se entibie. El sabor no es el mejor, pero poco a poco te acostumbras y pasará como agua. Y si no te gusta frío tibio menos —. Lo alentó con las manos. Los demás estaban atentos a ellos, esperando a que Gibran tomara y se uniera al ambiente que empezaba a elevarse en la mesa.
Jaló aire, lo mantuvo en sus pulmones y le dio cuatro tragos seguidos a la cerveza. No le buscó el sabor, intentó imaginar que era agua para engañar a su cerebro, pero no fue de mucha ayuda. Frunció la frente, apretó los ojos y casi se desmaya cuando el líquido entró y descendió por su garganta. Era una cosa horrorosa que hubiera preferido jamás probar.